El acabose


El juguero de los viernes se aleja de la licuadora


Puedo estar equivocándome ―lo que no tendría nada de raro―, pero creo que la primera columna que escribí para Jugo estaba dedicada a Civilizaciones, la ucronía de Laurent Binet que ponía a Atahualpa señoreando en la Europa del siglo XVI tras derrocar a Carlos V.

Olvido muchas cosas, pero nunca mi circunstancia mientras leo un libro. No tengo una explicación. Quizá incluso haya escrito sobre eso, pero tampoco lo recuerdo. Sí me acuerdo, más bien, de mí mismo leyendo aquella vez a Binet.

Fue hace casi cuatro años.

Afuera, el horror de la pandemia y la tensión política que acabó poco después con la caída del gobierno de Vizcarra, mientras una procesión convulsa iba por dentro. Tiempos recios que provocaron grandes cambios. En medio de ello, en un sillón del patio de la que fuera mi casa, pasé un día leyendo la novela, de la mañana a la noche. Puedo verme a mí mismo encantado y divertido, la cabeza volada con la historia, parando solo para hacerle caso a mis hijos, preparar la comida, encender otro pucho. 

Era otra vida, casi de otra persona.

Algo más que pasó durante esas semanas entre el invierno y la primavera, casi como simbolizando un momento de cambio, fue que comenzamos la andadura juguera. 

Creo que el origen de esto ya ha sido contado. 

De los siete originales, de los que armamos el proyecto, además de Timmy quedamos tres.

Y ahora seremos dos. 

Serán dos. 

Por eso estoy escribiendo esto.

Estoy dando vueltas.

Me voy.

La cosa es que me voy.

Supongo que realmente no tendría que dar explicaciones (y que nadie tampoco me las va a pedir), pero igual enumero algunos motivos:

  1. No tengo tiempo. Escribir un texto de ochocientas o mil o más palabras me toma una cantidad de horas de las que normalmente no dispongo. Y si fuera el caso, la verdad es que las invierto en actividades en las que siempre estoy en deuda, o creo estarlo: pasarlo con las personas que amo, dormir o leer. Prefiero muy mucho leer que escribir. 
  2. No soy un columnista. Quiero decir con esto que ni me fascina el presente inmediato ni menos tengo siempre algo que decir al respecto. La política actual ―y casi todo el personal― me asquea. La no actual también, la verdad. Karina Beteta, por ejemplo. Opinar no es mi oficio. Me gusta escribir del pasado. Me cae bien la gente muerta.
  3. Esto viene con los puntos previos: no siempre sé sobre qué escribir. Me ha pasado muchas veces que me despierto en la madrugada de un jueves sin tener idea de lo que voy a escribir, y, a menos que haya anticipado el asunto (pidiéndole, por ejemplo, a Alejandro Neyra que me reemplace), me entra una turbación digna de mejor causa. Un temblor fuerte, por ejemplo.
  4. Y luego está el tabú del dinero. Pero como los tabúes me importan tan poco como la corrección política, les voy a decir a ustedes, lectores, que salvo excepciones no han cumplido hasta hoy con su parte del trato, que era este: los siete jugueros escribíamos y ustedes aportaban un poco de guita cada mes. Un poquito. Le estoy hablando a aquellos que nos leen y, sabiendo lo que cuesta hacer esta chamba, no lo compensan. Y bueno, yo tengo dos trabajos, además de los pendientes del punto a. Si en serio quieren que el proyecto continúe, pónganse las pilas. Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana.

Ha sido una experiencia hermosa, por si acaso. 

Ha sido emocionante, por ejemplo, darle de vez en cuando a la nota precisa, la que hace que el ruido se vuelva música. Me ha pasado escribiendo sobre cosas muy distintas, como Belmont o la muerte de alguien querido, el vuelo de los estorninos o una momia dentro de una mochila de delivery o la conmoción. La conmoción es una de mis emociones favoritas. La busco siempre, la invoco. Y algunas veces, algunas pocas veces, penetro en ella cuando escribo. Y eso hace que valga la pena. Y si hay otro allá afuera que se haya sentido tocado, pues mucho mejor. 

Ha sido maravilloso el brillo de mis compañeros.

En realidad, lo mejor han sido mis compañeros.

Lo mejor son mis compañeros.

Conocerlos, aprender de ellos, chismosear y reírme con ellos. Gracias a todos.

Gracias, sobre todo, a Natalia y a Gustavo, mis hermanos.

Detesto las despedidas, así que esto ya se acaba. 

La buena noticia es que desde la próxima semana este espacio lo ocupará Giacomo Roncagliolo, que es tremendo escritor. En serio será un cambio para mejor. 

Han pasado cuatro años, repito. Lo que dura la vida de un caballito de mar. Soy otro y soy el mismo. Tengo un nuevo libro de Binet esperándome. Se llama Perspectivas. Si nos vemos por ahí les cuento qué tal. Qué tal el libro. Sobre mi circunstancia leyendo el libro ya escribiré yo alguna vez.

Eso. Nos vemos en los bares.

Agur, amigos. Tupananchiskama. 


¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!

Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

7 + 11 =

Volver arriba