El reto de la divulgación académica ante lo superficial de las redes sociales
Ofrecía una charla en un evento académico y, al momento de saludar a los asistentes, una de las participantes me presentó a su hijo porque se encontraba preparándose para ir a la universidad. Ni bien nos vimos, el joven me preguntó: “Eres profesor, ¿en dónde sigo tu contenido?”. Me quedé un segundo en el aire debido a que sí tengo redes sociales, pero no necesariamente con el fin de producir contenido constante. Esperaba, tal vez, una pregunta sobre el tipo de clases que dicto, o sobre mis publicaciones o investigaciones. Este pequeño momento me generó, pues, varias preguntas y la siguiente reflexión.
En principio, pensaba en cómo han ido variando las referencias de la cultura general: probablemente, muchos de nosotros crecimos consultando enciclopedias físicas y libros de texto. En mi caso, recuerdo colecciones como El Mundo de los Niños de la editorial española Salvat, o la Enciclopedia Escolar de la editorial peruana Escuela Nueva. Durante mi adolescencia se dio la transición a programas de software como Encarta —que en el Perú se vendía en versiones piratas por doquier— y más adelante, con la expansión del internet, ya tuvimos acceso a Wikipedia y Google. Pero hoy, según varios estudios, las redes sociales se han convertido en espacios clave para la generación de conceptos de “cultura general”. Antes de consultar Google, la llamada generación Z realiza búsquedas de contenido primero en Instagram (67 %) o TikTok (62 %). Incluso dentro del universo de lo virtual se ve un declive de aplicativos de microblogging como X —antes Twitter—, que hasta hace pocos años fungía de especie de plaza pública de ideas y tribuna de discusión para periodistas y académicos.
Aquella anécdota durante el evento educativo me hizo recordar otra ocasión en la que, conversando sobre Historia Latinoamericana con uno de mis estudiantes universitarios, él citó como referencia de opinión un video de YouTube, pero no lo mencionó así, sino que se refirió a él como un “video ensayo”, otorgándole así una valoración más alta. Pareciera que nos encontramos en un momento donde el video es el rey del contenido virtual.
Y no, no estoy contando esto para deprimir a mis colegas académicos. Pero entiendo que frente a una situación así podemos, comprensiblemente, lamentar el estado de una aparente trivialización del saber. El trabajo intelectual requiere tiempo, recursos y dedicación. Para que un artículo académico vea la luz a veces pueden pasar hasta años. Sin embargo, ahora puede perderse como otro “contenido” más del saber general en el mar virtual de la sobreinformación. Y claro, a veces puede ser frustrante que cuando compartimos una información relevante casi no tenga atención en comparación con un meme que sí recibe muchas interacciones.
Dentro de nuestras posibilidades, es clave que quienes nos dedicamos a la academia o a la investigación seamos más intencionales en compartir ideas, ya sea si provienen de la biología, la literatura o la ingeniería. El cómo puede variar: prensa, redes, pódcast. La divulgación académica y científica en un contexto de mucha desinformación suma bastante. El proceso no es nada sencillo: primero, porque requiere hacerse un tiempo entre las labores académicas; y también porque requiere aprender nuevos formatos de comunicación que muchas veces incluyen lo visual y auditivo. Viéndolo desde un ángulo más positivo, es también una oportunidad para aprender a conectar con diferentes audiencias, y en ese proceso reenfocar nuestra manera de entender la sociedad.
Por eso aquí quiero dejarles algunos nombres y cuentas de especialistas que están haciendo valiosos esfuerzos en diferentes disciplinas —algunas de ellas ya han colaborado en Jugo— y que podrían servir de inspiración para quienes están intentando contribuir a la conversación desde las redes sociales:
Ana Lucía Mosquera Rosado, investigadora en Diversidad y Comunicaciones.
Carla Arce, doctora en Astrofísica.
Daniela Meneses, académica especializada en Género.
Carla Gamberini, investigadora en innovación educativa.
Mariela Noles Cotito, investigadora en Políticas Públicas y Discriminación.
*Especiales gracias a Ana Lucía Mosquera Rosado, quien me compartió información y perspectivas mientras preparaba este artículo.
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Américo me encanto su articulo no solo porque me sentí identificada con usted, soy docente universitaria, sino también porque me hizo pensar en como poder encontrar el equilibrio entre esta vorágine de adelantos tecnológicos y de comunicación virtual con la preocupación o cuidado de considerar la veracidad de las fuentes. Los jóvenes lo dan todo por cierto por hecho, y sus referentes de información son los «videos ensayo», tik tok, youtube.
Hace poco, en una clase de Metodología de Investigación, pase más de una hora explicando que es un articulo de investigación, las revistas científicas y las bases de datos. Difícil romper su mundo de Wikipedia, google y redes.
¡Muchas gracias y mucho ánimo!