Tres generaciones resistiendo desde la escritura
La historia de Ucrania se caracteriza por sus intensas luchas por preservar su identidad cultural frente a las agresiones soviéticas (y hoy, rusas). En el siglo XX y XXI, al menos tres generaciones de escritores han enfrentado persecución, censura y muerte por defender la lengua, la literatura y la libertad cultural de su país. Estos tres momentos históricos —el Renacimiento Ejecutado de los años ventes y treintas, la generación de los Sixtiers de los años 60, y los intelectuales bajo la invasión rusa actual— ilustran cómo el arte y la literatura han sido instrumentos vitales de resistencia.
El primer gran episodio de represión ocurrió durante el llamado Renacimiento Ejecutado (Rozstriliane Vidrodzhennia), que floreció en la década de 1920. En esos años, tras la Revolución Bolchevique, la Unión Soviética implementó inicialmente una política conocida como «ucranización», que permitió un breve pero intenso resurgimiento de la cultura nacional. Surgieron poetas, dramaturgos y artistas innovadores como Mykola Khvylovy, Les Kurbas y Mykhail Semenko, quienes buscaron conectar la cultura ucraniana con corrientes europeas modernas. Sin embargo, a finales de la década de 1920, Stalin cambió radicalmente esta política, acusando a los intelectuales de nacionalistas contrarrevolucionarios. Cientos fueron arrestados, enviados a campos de trabajo forzado o ejecutados, entre ellos los propios Khvylovy y Kurbas. Muchas de los manuscritos se perdieron para siempre bajo la aplastante censura y represión estalinista. Este período marcó profundamente la conciencia cultural de Ucrania, estableciendo un símbolo trágico y poderoso de resistencia cultural.
Treinta años después, en la década de 1960, apareció otra generación de intelectuales escritores como los Sixtiers (Shistdesiatnyky). Aprovechando una breve apertura tras la muerte de Stalin y durante el mandato de Nikita Jruschov, estos escritores y artistas buscaron nuevamente revitalizar la cultura ucraniana, recuperando además la memoria reprimida del Renacimiento Ejecutado. Intelectuales como Lina Kostenko, Vasyl Stus e Ivan Drach emplearon la literatura, la poesía y el activismo para denunciar la opresión y reclamar derechos culturales y políticos básicos. Aunque inicialmente lograron cierta libertad, el régimen soviético endureció nuevamente sus políticas en los años setenta y ochenta, y muchos miembros del grupo se vieron arrestados y encarcelados. Vasyl Stus murió en un campo de trabajo en 1985, convirtiéndose en otro símbolo potente de resistencia intelectual y cultural.
En nuestros días, con la invasión rusa a Ucrania iniciada en febrero de 2022, vemos resurgir nuevamente esta dolorosa tradición de persecución y resistencia cultural. Durante esta agresión, Rusia no solo ha atacado militarmente, sino que también ha dirigido una violencia específica hacia escritores y figuras culturales ucranianas, buscando así borrar la memoria y la identidad nacional.
Entre los casos más emblemáticos se encuentran los asesinatos de los escritores Volodymyr Vakulenko y Victoria Amelina. Vakulenko, reconocido autor de literatura infantil y poeta comprometido con la identidad ucraniana, fue detenido por fuerzas rusas durante la ocupación de Izium en 2022, torturado y finalmente ejecutado. Antes de su captura, Vakulenko logró ocultar un diario donde documentaba atrocidades cometidas por las fuerzas rusas. Victoria Amelina, escritora y activista reconocida internacionalmente, encontró este diario oculto y también estaba comprometida en documentar crímenes de guerra rusos, mientras continuaba con actividades culturales en escuelas, universidades y plazas públicas. Su asesinato en 2023, en un ataque ruso dirigido específicamente contra ella mientras realizaba esta labor en Kramatorsk, conmocionó profundamente al mundo literario. Estos asesinatos han evidenciado nuevamente que la cultura sigue siendo un frente crucial en esta guerra.
La continuidad entre estos tres momentos históricos —el Renacimiento Ejecutado, los Sixtiers y la actual invasión rusa— es evidente. Primero las autoridades soviéticas y ahora las rusas identificaron consistentemente a la cultura ucraniana como una amenaza, al considerarla un vehículo para mantener viva una identidad nacional distinta y autónoma. Frente a esto, la respuesta ucraniana ha sido siempre reafirmar la literatura, el arte y la memoria como mecanismos poderosos de resistencia a los intentos de supresión.
Cada generación ha construido sobre la anterior, manteniendo vivas sus voces y reclamando justicia histórica. Los Sixtiers reivindicaron activamente a las figuras silenciadas del Renacimiento Ejecutado, y los escritores actuales como Amelina y Vakulenko han continuado esta tradición, defendiendo y promoviendo el patrimonio cultural frente a nuevas amenazas a su existencia. Hoy, como en el pasado, la literatura ucraniana es mucho más que una expresión artística: es un acto político y moral de resistencia y dignidad.
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