Mis hijos no eran anormales 


Reveladores ejemplos de humanidad en el mundo virtual 


Hace un par de años me conmoví mucho al leer la historia del joven noruego Mats Steen, quien vivió solo 25 años porque sufrió de la enfermedad genética y degenerativa muscular de Duchenne. Había nacido en 1989 con aparente normalidad, pero al poco tiempo empezó a notarse que sus músculos no se desarrollaban y pasó muy rápidamente de caminar con dificultad a trasladarse en una silla de ruedas. A los diez años era muy poco lo que podía hacer y sus padres le fueron dejando jugar cada vez más con computadoras como una compensación por todo lo que se perdía en interacciones humanas. Al terminar la secundaria, el brillante joven que sacó altísimas calificaciones no podía hacer nada más que pasar horas frente a su aparato conectado al mundo virtual, pues solo podía mover los dedos.

En noviembre de 2014, finalmente, su cuerpo se dio por vencido. Desolados, sus padres y su hermana pensaban en la vida que nunca había podido tener; sentían pena de que no hubiese tenido amigos, de que no se hubiera enamorado o hubiese tenido un impacto en la vida de otras personas. Como sabían que Mats tenía un blog, publicaron un mensaje avisándole a los miembros de la comunidad en línea sobre su deceso. Lo que nunca esperaron fue la avalancha de mensajes que comenzaron a llegar y que lesempezó a mostrar la vida que Mats había logrado tener en el juego World of Warcraft. No solo había hecho amigos, sino que se había enamorado y había acompañado a muchas personas con problemas: a una chica la ayudó a superar su depresión, a una madre la ayudó a conectar con su hijo autista, a quien ayudó también a aprender a relacionarse con las personas, a volver a la escuela, a tener un trabajo y a aprender a ser funcional en el mundo. Su vida, limitada a una silla de ruedas, había tenido un gran impacto en muchas personas.

Netflix acaba de sacar el documental The Remarkable Life of Ibelin (La notable vida de Ibelin), donde se puede ver cómo la familiade Mats y sus amigos en el mundo virtual se encuentran, se conocen y rememoran las experiencias vividas con Ibelin Redmoore, el avatar que creó y en el que habitó por más de diez años para vivir toda clase de aventuras que llegó a tener en ese espacio. Es unacombinación de películas hechas por su familia desde su nacimiento, con entrevistas a sus amigos virtuales y recreaciones del juego con conversaciones que han quedado registradas. Todo ello, junto a la propia voz de Mats leyendo fragmentos de su blog, nos lleva a entender cómo este mundo virtual hizo posible que el joven pudiera experimentar lo que el mundo “real” y su cuerpo no le permitían.

Esta historia me tocó de manera personal porque me ayudó a entender más el mundo en que dos de mis hijos eligieron pasar gran parte de su adolescencia. Cuando tenía entre 13 y 14 años, mi hijo mayor se internó en esa virtualidad que para mí era incomprensible y que me atemorizaba. Pasaba mucho tiempo conectado, jugando a con otras personas; y recuerdo vívidamenteque se hizo amigo de un sueco con el que pasaba horas en línea. Tal fue su conexión que mi hijo pidió ir a Estocolmo a conocerlo. A pesar de todos mis temores, y luego de hablar con los padres del chico y estar segura de que no se trataba de una banda de secuestradores de menores —o algo por el estilo—, lo dejamos viajar. Terminó siendo una experiencia maravillosa: mi hijo conoció la capital nórdica, fueron juntos a un evento de videojuegos, y hasta ahora siguen siendo amigos.

Un par de años más tarde a mi hijo se le estropeó la computadora. Era el momento de ponerle más atención a la escuela y dejó los videojuegos. Se enamoró, estudió, viajó y hoy se dedica principalmente a enseñar y practicar snowboard, a hacer videos y ropa, y sigue siendo muy inquieto, viajero y amiguero. Ahora es adulto y puede moverse por el mundo, pero cuando era adolescente esas cosas solo las podía hacer en línea. Lo que él me dice es que el mundo virtual era para él como el mundo real, donde uno escoge juntarse con personas con quienes tiene afinidad y que, en la medida que uno va pasando cada vez más tiempo con ellos, se puede llegar a desarrollar una conexión tan intensa como las que compartimos con quienes vemos de manera real. La virtualidad es,simplemente, otro espacio donde encontrarse.

Mi hijo menor, quien también se aficionó a los videojuegos más o menos a la misma edad, me dice que este mundo virtual le permitía tener un espacio más para estar con sus amigos y conocer a otras personas. Él piensa que muchas de las habilidades que tiene para relacionarse las adquirió en esas sesiones virtuales y que, al igual que en todas partes, encontró personas afines, así como personas a las que no quería conocer más ni seguir tratando. Él se pasó la pandemia jugando con sus amigos de esta manera, y para él y su pandilla este espacio fue una tabla de salvación porque, como sabemos, no existía otra manera de estar juntos. Al igual que su hermano, ya casi no juega y ahora está dedicado a la vida real, dándome más sustos que cuando estaba sentado en su cuarto frente a la computadora.

A pesar de haber vivido con dos hijos dedicados a los videojuegos, no fue hasta que conocí la experiencia de Mats Steen que pude realmente comprender que en este tipo de juegos hay personas de carne y hueso del otro lado y que, al final, superados el hambre, la sed y el sueño, lo que más le importa al ser humano es conectar con otros humanos.


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