La tragedia de Trujillo nos recuerda aspirar a ser un país de ciudadanos y no solo de consumidores
En 1999 una amiga de mi madre regresó de visita a Perú años después de emigrar a Estados Unidos. Se encontraron en Lima y, siendo todavía un adolescente, me tocó acompañarlas. Con el tiempo la conversación se ha vuelto borrosa, salvo por un momento: “¿Cómo encuentras al Perú?”, pregunté. La amiga de mi madre respondió: “El mall que han abierto en Lima, el Jockey Plaza, no tiene nada que envidiar a los de Miami”. Nunca había viajado al extranjero, mucho menos a Miami, pero de pronto con su afirmación sentí una pequeña chispa de orgullo. “Somos modernos”, pensé ingenuamente.
La década de los 90 y el auge del neoliberalismo dejaron huellas profundas en nuestra idiosincrasia nacional. Hemos contado la historia de nuestra modernidad no a través de nuestra rica cultura ancestral, la cual nos llena de orgullo aunque, al mismo tiempo, la relacionemos con elementos de atraso. Tampoco lo hacemos mediante tejidos sociales fuertes, y prueba de ello es cómo andan de atomizadas nuestras preferencias políticas en los últimos años. Menos aún lo hacemos a través de un planeamiento urbano funcional; en su lugar, nos hemos acostumbrado al transporte informal y a la “cultura combi” que por momentos fue lo único disponible para escapar de la pobreza. Sin embargo, los centros comerciales emergieron como símbolos indiscutibles de progreso. Mientras que ciudades como Bogotá o Medellín florecían con bibliotecas y espacios públicos, y Ciudad de Panamá implementaba un metro moderno, en Perú lo que proliferó fueron los malls.
Al igual que muchos peruanos imbuidos del discurso “emprendedurista”, quería creer que los centros comerciales eran islas de modernidad y burbujas de seguridad en medio de urbes cada vez más peligrosas. Lo que no entendía era que nos estaban vendiendo una ilusión: un mall no es un espacio público, es un intento por privatizarlo. La expansión de los centros comerciales también ha fragmentado espacialmente nuestras ciudades. Según el investigador Pedro Pírez, la hegemonía de estos espacios privatizados en detrimento de parques, museos y centros culturales incrementa las desigualdades urbanas. Nos hacen creer que los centros comerciales pueden reemplazar otras formas de interacción social, pero olvidamos que son espacios de consumo controlado, a diferencia de los auténticos espacios públicos donde nuestra capacidad de consumo no nos define.
En relación a este sentido de “control” en los malls, nuestro vecino Brasil enfrentó tensiones en la década de 2010 con el fenómeno de los rolezinhos: grupos de jóvenes, mayormente afrobrasileños de áreas periféricas, que se organizaban para pasear o “rolar” por los centros comerciales. Lo que ellos veían como inclusión al visitar estos espacios “modernos” fue rápidamente criminalizado por los sistemas de seguridad de estos espacios, al mismo tiempo que estereotipado por los medios. En 2023, algo parecido ocurrió con la apertura de un mall en San Juan de Lurigancho en Lima, donde se señaló que los vecinos debían «aprender a comportarse» en esos espacios.
Cada vez que nos hablen de la modernidad de nuestro país en función de sus centros comerciales, recordemos que esto no es cierto. Sí, los malls generan consumo y está bien que cumplan esa función, pero no generan tejido social. La reciente tragedia en el Real Plaza de Trujillo, en donde se perdieron seis vidas y hubo docenas de heridos por causas posiblemente relacionadas a fallas en su estructura o en su mantenimiento, nos muestra que lugares así ni siquiera ofrecen la supuesta seguridad que tanto prometían. E incluso que habrían lobbies políticos y empresariales detrás de su falta de fiscalización.
Es necesario que, además de buscar justicia para las víctimas y sus familias, despertemos y dejemos de medir nuestro progreso por la cantidad o apertura de malls. En lugar de soñar con un país de centros comerciales en 2025, ¿por qué no aspirar a un país de espacios públicos vibrantes y con una ciudadanía más organizada que le haga el pare a tantos abusos que ahora afectan al Perú?
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