Luego de los recientes fallecidos en Trujillo y sus familias, ¿no es la confianza una de las víctimas?
En estos tiempos de degradación, he asumido como propia la tarea de encontrar acciones positivas en las autoridades, en el sector privado y en grupos o ciudadanos individuales en el Perú. Aún en medio de tantas fallas, no pierdo la esperanza de poder articularlas con proposiciones para mejorar, de modo que cuando nos toque reconstruir los cimientos de nuestra sociedad tengamos, al menos, algunos puntos de partida que ayuden para ponernos en acción rápidamente.
Sin embargo, los últimos días han sido particularmente desesperanzadores: vías que tienen que cerrarse porque alguien consideró que tenía derecho a pasar aunque su vehículo excediera la altura permitida; puentes que se caen porque ninguno de los responsables consideró urgente realizar los refuerzos o reemplazos, y una tragedia que ha dado la vuelta al mundo porque no hay nada más aterrador que la posibilidad de acudir con tu familia al patio de comidas de un centro comercial y que el techo los elimine a todos.
Al enterarme de esta última desgracia en Trujillo, acudieron a mi cabeza las innumerables visitas a catedrales o lugares de culto que he hecho en mi vida. Impresiona apreciarlas y también imaginar cuánto costaría ejecutarlas ahora. Muchas veces, estas edificaciones comparten como parte del atractivo turístico la explicación de su proceso de construcción —o reconstrucción— y las maneras en que los constructores de diversas épocas resolvieron los complejos problemas de ingeniería planteados. Así, los visitantes ingresamos a ellas confiados de que no pereceremos aplastados por el techo a pesar de, por ejemplo, los más de mil años que lleva construida la catedral de Espira, en el suroeste de Alemania.
¿Qué posible conjunto de circunstancias ocasionaron que un viernes de verano terminara siendo trágico para muchos? Los medios de comunicación y las redes sociales se han encargado de analizar las diversas aristas posibles para la respuesta, pero no será sino hasta que termine la investigación oficial cuando sabremos la cadena de responsabilidades.
Pero, ¿cuál será la investigación oficial? Porque resulta que varios organismos públicos han abierto sus investigaciones: el Indecopi, la Municipalidad de Trujillo, la Fiscalía, y seguro que pronto tendremos una comisión del Congreso, aunque hay voces que indican que esto no ocurrirá debido al balance político actual en la mesa directiva. Estoy segura de que la propia empresa propietaria del centro comercial ya habrá encargado una investigación y, por supuesto, la empresa aseguradora, porque una empresa formal debía tener el local asegurado. En medio de esta feria de investigaciones, ¿a cuál resultado vamos a creerle? ¿Cómo vamos a comunicar ese resultado? ¿Quién tomará el liderazgo para hacer de esta desgracia un espacio de aprendizaje de la vida en comunidad?
La respuesta posible a esta última pregunta me lleva al tema con el que cierro este jugo. No puedo dejar de mencionar un tema muy abstracto, pero fundamental, en esta coyuntura tan triste: la manera en que la confianza se ve afectada. Nuestra vida en comunidad requiere de una gran dosis de confianza en quienes nos rodean y con quienes interactuamos en esta sociedad compleja: un mínimo de esperanza en que las autoridades se comporten como tales, en que los empresarios en su búsqueda del lucro nos ofrecerán lo mejor sin poner nuestras vidas en riesgo; en que nosotros, como miembros de una colectividad, actuaremos con responsabilidad. La confianza debilitada —o finalmente perdida— hará el camino de reconstrucción todavía más empinado y de ahí mi desesperanza actual sobre un posible mejor futuro.
Y a usted, lectora, lector, ¿qué puede darle esperanza en nuestra colectividad? A veces, acciones que pueden parecer pequeñas, como llegar puntual a una reunión o respetar ese letrero vial, resultan ser los primeros pasos de una comunidad nueva. Practiquémoslas o felicitémoslas en los demás como paso previo a una comunidad que empieza a confiar.
¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.
Gracias.
Ojo que desde que Adam Smith reflexionó sobre la riqueza de las naciones y los sentimientos morales, se concluía en que siendo el ánimo de lucro individual una fuerza de progreso, este requería de fuerzas qué lo enmarquen en la búsqueda del bien común.
Es decir, que la confianza no surge solo de nuestra buena disposición moral, sino que requiere un entorno institucional que la premie, estimule o normalice, así como sancione a los que dañen a quiénes confiaron
Esperamos que esta desgracia tan extrema, sirva para para corregir normas , legislación, exigencias técnicas, pero sobre todo educación en respetar todo lo que contribuya a prevenir desastres.