Esos enlaces rotos


¿Por qué es tan importante y urgente movilizarnos en favor de la memoria en internet?


Tenemos la ingenua idea de que lo que está en internet estará ahí por siempre. Que basta con que recordemos el lugar donde leímos algo, o algunas palabras claves, y Google hará el resto para ayudarnos a ver nuevamente ese video en YouTube o leer ese artículo en una web de noticias.

La realidad es otra. Aquello que está en internet puede desaparecer en cualquier momento. Les pongo algunos ejemplos. 

El diario La República fue el primer periódico peruano en llegar a internet, en septiembre de 1995. Colgaba la edición completa cada día y uno podía acceder a ediciones anteriores con mucha facilidad. Para mediados de los años 2000, La República había consolidado un archivo digital envidiable que permitía a investigadores y curiosos poder revisar, por ejemplo, los principales hitos noticiosos durante la dictadura fujimorista. Todo era felicidad, hasta que un día La República decidió “modernizar” su web. El maravilloso archivo se perdió de un plumazo.

En el caso de La República sigue existiendo un soporte físico de sus ediciones impresas en hemerotecas como la de la Biblioteca Nacional o la Biblioteca de la PUCP. Así, el acceso a la información se ha complicado, pero no se ha perdido del todo. Pero este no siempre es el caso. 

Recuerdo, por ejemplo, el estupendo portal peruano de noticias LGBT Sin Etiquetas, dirigido por la periodista Esther Vargas. Sin Etiquetas existió del 2014 al 2017, y fue uno de los pocos espacios que le hacía seguimiento a noticias que involucraban a las personas LGBT+ en el Perú. Por ejemplo, fue uno de los medios que más atención le prestó al primer debate sobre la unión civil en el Perú. Hoy el proyecto ya no existe, y la valiosa información que se encontraba ahí publicada ya no es accesible, lo cual ha generado un vacío para la investigación de estos asuntos en nuestro país.

Esto no solo sucede con los portales de noticias. Les cuento una anécdota que permite dimensionar mejor el asunto: un amigo que es profesor de primaria me contaba que para dictar clases solía usar los videos con experimentos científicos que un youtuberbritánico publicaba en su canal. Eran videos divertidos y ligeros, ideales para mantener la atención de los niños. Un día el youtuber se cansó de su vida pública y cerró su cuenta, y todos los videos fueron eliminados automáticamente. A mi amigo nunca se le ocurrió que eso podía pasar y perdió una herramienta audiovisual valiosa para la enseñanza.

Otro ejemplo es una noticia que ha pasado desapercibida: Facebook ha anunciado que borrará los videos grabados en vivo que tengan más de treinta días de emitidos. Es decir, todos los conversatorios, entrevistas y presentaciones de libros que vimos en esa plataforma durante la pandemia pronto dejarán de existir. Horas de reflexiones, ideas y entretenimiento que dentro de poco ya no podrán ser revisados por curiosos e investigadores.

Esto va más allá de casos puntuales. Un estudio hecho por el Pew Research Center mostró que el 38 % de las páginas web vigentes en el 2013 ya no existían una década después. Pensemos en las consecuencias que tiene ello en sociedades que cada vez dependen más de las plataformas digitales para compartir ideas, obras artísticas, noticias, etc.

El fenómeno se conoce en inglés como digital decay o linkrot. Decadencia digital o enlace roto.

Una respuesta a este fenómeno es Internet Archive, una organización sin fines de lucro que tiene como misión preservar el conocimiento y garantizar el acceso libre a la información digital. Un archivo de internet, como su nombre lo indica. Fundada en 1996, su proyecto más conocido es la Wayback Machine, una herramienta que permite archivar y consultar versiones anteriores de sitios web, ayudando a mitigar el fenómeno de la desaparición de contenido en línea.

El archivamiento funciona mediante rastreadores automatizados que recorren la web y almacenan copias de páginas en distintos momentos, creando un historial de cambios accesible para cualquier usuario. Por supuesto, esto no garantiza que todas las web sean archivadas o que lo sean en el momento preciso que nos interesa. Por eso dan la posibilidad de que cualquier persona pueda contribuir a este esfuerzo e ingrese una URL en la Wayback Machine para solicitar su archivado manualmente, asegurando que un sitio quede registrado y disponible en el futuro.

Este servicio ha mostrado su valía a nivel político recientemente, a raíz del segundo gobierno de Donald Trump, ya que su administración está realizando una verdadera “purga digital” de contenidos en los sitios web gubernamentales. Estas acciones incluyen la eliminación de datos relacionados con el cambio climático, la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI), así como información sobre la comunidad LGBT+. La desaparición de estos datos puede obstaculizar la investigación científica, la formulación de políticas públicas, la capacidad de la ciudadanía para mantenerse informada sobre asuntos críticos y cuestionar narrativas oficiales. Para enfrentar esta purga hoy se están organizando distintas “brigadas digitales” en universidades y organizaciones sociales para aprovechar Internet Archive y archivar esta información, antes de que sea demasiado tarde.  

Si bien la desaparición digital es un fenómeno global, en contextos políticos como el peruano adquiere una gravedad particular. El actual régimen y sus aliados en el Congreso han impulsado discursos y medidas que buscan redefinir la memoria histórica del país, minimizar violaciones a los derechos humanos y debilitar los espacios dedicados a su preservación. En este contexto, no sería extraño que la controvertida nueva administración del Lugar de la Memoria elimine los vladivideos alojados en su canal de YouTube, o que modifique el recorrido virtual de su muestra permanente sobre el conflicto armado interno. Frente a este riesgo, asegurar la permanencia de estos archivos digitales no es solo una cuestión técnica, sino un acto esencial de resistencia contra la censura y el olvido.

Las cosas en internet no duran para siempre. Ahora que lo sabemos, actuemos para evitar que quienes buscan la amnesia colectiva se beneficien de ello.


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1 comentario

  1. omar rojas herrera

    Pertinente artículo. La desaparición de contenido digital refleja la falta de estrategias desde la óptica archivística para su preservación. El digital decay evidencia que los principios tradicionales de custodia y acceso deben adaptarse al entorno digital. Sin una política de conservación digital estructurada, documentos esenciales se pierden por obsolescencia tecnológica, decisiones administrativas o censura. La archivística debe aplicar metodologías como la captura periódica de sitios web mediante web crawling, la migración y emulación de formatos y la certificación de autenticidad digital. La inexistencia de repositorios confiables compromete la trazabilidad y fiabilidad de fuentes históricas, afectando la investigación y la rendición de cuentas. Es necesario que por ejemplo (aunque es mucho pedir) el Archivo General de la Nación y entes especializados integren estrategias de preservación digital en sus normativas y colaboren con iniciativas como Internet Archive. La memoria digital no puede depender del azar; su conservación debe ser una política de Estado.

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