Spoiler: somos el oso polar


Una imagen nos recuerda la urgencia de acelerar una nueva narrativa sobre el clima


Xabier Díaz de Cerio es periodista, español, y vive en Lima desde 1999. En 2004 fundó Fábrica de Ideas, estudio de comunicación visual que, con el tiempo, se ha especializado en proyectos de divulgación ambiental y sostenibilidad. Anteriormente fue director de arte del diario El Comercio y mucho antes, editor de infografía en Perfil y el Diario de Cuyo, ambos en Argentina. En último proyecto editorial, Abecedario climático peruano (Penguin Random House), profundiza sobre el poder que tienen las palabras frente a la emergencia climática.


El gigante blanco lo volvió a conseguir. 

Hace apenas unos meses se convirtió, quizá por enésima vez, en el rey de las portadas de medios de comunicación y portales noticiosos en casi todos los idiomas. Ganadora de entre más de 50 mil imágenes en un concurso prestigioso, la fotografía muestra a un oso polar (Ursus maritimus) amodorrado sobre un bloque de hielo a la deriva, mientras su mundo, su ecosistema, se derrite. Su autora, Nima Sarikhani, decidió ser optimista para describir la imagen captada frente al archipiélago noruego Svalbard: “Aunque el cambio climático es el mayor reto al que nos enfrentamos, espero que la fotografía inspire esperanza”. 

¿Esperanza?

En las últimas décadas, los humanos hemos convertido a los osos polares en la imagen más recurrente para graficar uno de los grandes retos de nuestro tiempo, y también una de sus grandes amenazas. El cambio climático no es un fenómeno nuevo, y la utilización de los osos para poner el foco sobre ello, tampoco. 

Hace cinco décadas, Time Magazine y Newsweek ofrecieron a los científicos las primeras tribunas para disertar sobre el clima. Fue un período confuso porque los primeros artículos sobre el calentamiento global convivían con otros que se preguntaban si el mundo estaba entrando a una nueva Edad del Hielo. El incipiente periodismo ambiental se abrió camino entre informes secretos de la CIA que alimentaban discursos políticos, la publicación de los primeros estudios sobre la emisión de CO2, el agujero de ozono y la creciente preocupación ambiental por parte de organismos internacionales.  En pocos años, la solidez de las nuevas evidencias era inversamente proporcional a la que mostraban las debilitadas placas de hielo polar. Y mientras expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) evaluaban el estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos, el mundo helado del “rey del Ártico” se derretía a un ritmo alarmante.

Los osos polares dependen del hielo marino para su supervivencia y se ven directamente afectados por el cambio climático. En los últimos años su protagonismo mediático ha sido creciente: desde volverse un indicador clave del estado de salud del Ártico, hasta convertirse en un emblema global de la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad.

“Me gustaría que la gente entendiera que si hay deshielo en los polos es como una cadena de dominó que al final nos llegará a nosotros”, advierte la doctora en Biomedicina Carla Santana Torres, una especialista mexicana en el mayor depredador ártico. “Antes llegaban a mediados de marzo y tenían todo abril, mayo y casi todo junio para alimentarse. Ahora, debido al cambio climático, solo tienen dos meses para aguantar todo el verano y otoño sin alimento, antes de que el mar se vuelva a congelar y puedan salir otra vez a cazar, lo cual ocurre cada vez más avanzado el invierno”, dice en una entrevista publicada por BBC Mundo.

Pensar solo en la figura del oso puede parecer reduccionista y generar una distracción equivocada que desvíe nuestra atención de las amenazas que enfrentan otras especies en peligro y algunos ecosistemas. Según los especialistas, la desaparición del hielo provocará que no se reflejen tantos rayos solares hacia el espacio, calentando el planeta, provocando el derretimiento de parte del permafrost, liberando grandes cantidades de CO2 y metano. 

Y un planeta con un clima más caliente e inestable es un planeta menos habitable; para nosotros también. 

El vínculo entre la emergencia climática y el oso polar se reforzó a partir de la década del 2000. Desde el 2006, cada 27 de febrero celebramos el Día Internacional del Oso Polar; en 2008 fue incluido en la Ley de Especies en Peligro de los Estados Unidos, y su imagen, proyectada en las grandes pantallas de Naciones Unidas, apoyó el discurso contra el cambio climático del actor Leonardo DiCaprio: “No estoy aquí como experto, sino como ciudadano preocupado. Ahora es nuestro momento de actuar. Resolver esta crisis no es un tema político, es sobre nuestra propia supervivencia”.

La inicial curiosidad y sorpresa de aquellos científicos de los años 70 ha derivado en una honda preocupación. Han tenido que pasar más de ciento veinte años para que el cambio climático se colara en algunas agendas políticas, no tanto por el compromiso socioambiental de sus voceros, como por su valor estratético, geopolítico, económico y de seguridad nacional. Solo entonces el tema ambiental captó la atención de unos pocos medios de comunicación que, al comienzo, se limitaban a reproducir la información filtrada oportunamente por fuentes interesadas. 

Con el tiempo, algunos medios con más recursos comenzaron a corregir sus prácticas dudosas, a investigar y construir una voz propia y desapasionada sobre el tema, con la intención de incorporar a una ciudadanía crítica y activa en esta discusión. Sin embargo, los periodistas solo hemos conseguido este objetivo a medias. La escasez de información clara, la desinformación, la infoxicación y el fenómeno de los bulos viralizados por las redes sociales han generado hastío y rechazo social. Un alto porcetaje de lectores y usuarios declara que evita consumir noticias porque percibe que los contenidos de los medios de comunicación son muy negativos y sienten impotencia para cambiar el curso de los acontecimientos.  

“El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y esto es solo el principio”, declaraba en 2023 el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. “La era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la ebullición global”. Y en este llamado a la acción, los periodistas volvemos a cumplir un papel importante en la construcción de una nueva narrativa del clima que ponga el foco en el problema, pero, sobre todo, en sus posibles soluciones. 

¿Puede una realidad como la de los osos polares, aparentemente tan alejada de nosotros, conectarnos con la problemática que denuncia? La científica Carla Santana Torres está convencida de que sí. Lo hizo mientras fotografiaba a una familia de osos árticos en la tundra canadiense. “El bebé jugaba como juegan los niños humanos, la madre estaba protegiéndolo para que no se alejara. Las conductas son tan, tan parecidas. Entonces sentí que somos mucho más iguales a ellos de lo que creemos”. Estas declaraciones de la gran observadora de osos me trasladan por unos segundos hasta ese témpano de hielo premiado que sigue flotando a la deriva. 

Y sí. Me reconozco en la fotografía ganadora de Nima Sarikhani, de igual manera que lo hago en los rostros impotentes de los damnificados de la DANA que arrasó Valencia hace unos meses. Todos somos esos osos solitarios, retratados por los reporteros gráficos que, a punta de pico y pala, se rebelaron contra el barro y los fallos de la administración valenciana; y somos esos otros, migrantes, que atraviesan la extrema selva del Darién, entre Colombia y Panamá, huyendo de los embates del clima en calidad de refugiados ambientales. Somos los osos, indignados y protestones, que se concentran cada viernes en decenas de ciudades de todo el planeta para exigir mayor compromiso político. Pero también aquellos que tienen la oportunidad de revertir los indicadores climáticos con un periodismo que forme y genere, a través de una nueva narrativa del clima, ciudadanos comprometidos capaces de enfrentar con información clara y determinación la actual emergencia ambiental.


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