A cinco años del inicio de la pandemia, un recorrido por algunas ficciones que desde entonces han querido hablar sobre ella.

Federico León y León (Lima, 1969). Es licenciado en Ingeniería Industrial por la Universidad de Lima, ha cursado estudios de maestría en Administración de Empresas en la Universidad del Pacífico y ha realizado una especialización en Gerencia General en la London Business School. Trabajó en diversas empresas dedicadas a la tecnología tanto en el Perú como en el extranjero, antes de fundar Trade Solutions, una empresa especializada en plataformas con tecnología que opera ahora en Perú, Ecuador y Chile. Es autor de la obra de microteatro Mi vida la decido yo (2024) y de las novelas Lunes otra vez (2023) y Tres veces Bogotá, que obtuvo la mención honrosa del Premio Copé 2023-IX Bienal de Novela que otorga Petroperú.
Muchos seguro han escuchado esa frase que trata de explicar la relación entre la tragedia y la comedia, aquella que tanto repetía el personaje de Alan Alda en la película Crímenes y pecados (1989), de Woody Allen: «la comedía es la tragedia pasado un tiempo». Yo estoy más del lado del personaje de Woody Allen en esa misma película, que se burla de lo simplista que resulta esa frase, ya que creo que no todas las tragedias pueden convertirse tan fácilmente en comedias, no importa cuánto tiempo haya pasado. En estas semanas se cumplen cinco años del inicio de la pandemia del COVID-19, una tragedia global, con millones de muertos y víctimas, de la que todavía seguimos sintiendo sus efectos y de la que no me imagino que se pueda escribir o filmar una comedia así pasen cinco años más. Fuera del tema de lo cómico, la frase deja en el aire la duda sobre cuánto tiempo debe pasar antes de ser capaces de escribir acerca de un acontecimiento tan duro, con la capacidad de reflexión necesaria para hablar sobre cómo la vivimos y cómo nos afectó. ¿De qué manera representar en la literatura o el cine un evento tan reciente que afectó a tantos de maneras tan diferentes? ¿Se puede ya escribir una buena novela sobre la pandemia? El año pasado, casi sin querer, comencé a encontrar y leer novelas que la incluían en su trama.
Las primeras representaciones de la pandemia las vi en la televisión, donde algunas series las incorporaron directamente en las historias que contaban. This Is Us, por ejemplo, es una serie que avanza y retrocede en el tiempo, explicando de a pocos el pasado de sus protagonistas, y en la que, a partir de cierto momento, los personajes comienzan a usar mascarillas y a mostrar las medidas de aislamiento y distanciamiento, además de cómo se veían ellos afectados, todo en capítulos que se transmitieron casi en simultáneo a lo que nosotros pasábamos. La serie Morning News también la incorporó en su trama, pero sus capítulos se difundieron cuando ya lo peor había transcurrido. Más que una reflexión sobre lo que nos pasaba, estas incorporaciones constituían una aceptación de la realidad, de aquello que se había convertido en nuestro día a día. Ha sido recién en novelas que leí en los últimos meses donde he podido ver una reflexión más profunda sobre el tema.
Mi primer acercamiento fue con Fourteen Days (2024), una recopilación de cuentos hilvanada en novela y editada por la canadiense Margaret Atwood, que une historias de varios escritores usando como escenario el techo de un edificio de Nueva York. Allí, guardando la debida distancia, los inquilinos y dueños de los departamentos comienzan a juntarse, en un principio a tomar aire y despejarse, hasta que poco a poco, cuando entre todos comienzan a contarse historias para entretenerse mientras cae la noche, la situación acaba volviéndose una nueva versión del Decamerón. La novela que resultó del entramado de cuentos me gustó, pero, como la historía transcurría solamente durante las primeras dos semanas de encerramiento, las referencias a la pandemia no se alejaban mucho de cómo se había mostrado ya en las series antes mencionadas.
La segunda novela que leí sobre la pandemia fue Companion Piece (2022), de la escocesa Ali Smith, que compré más por la autora, cuyas novelas anteriores me habían gustado, casi sin fijarme en la trama. Fue leyéndola que caí en cuenta de que el tema principal era el aislamiento durante la pandemia y las nuevas formas de relacionarse que esta trajo al mundo: una mujer encerrada en su departamento por la cuarentena y a cargo de la salud de su padre, también aislado, recibe unos correos de una compañera de universidad de la que no sabía nada hacía años, con recuerdos y comentarios que cambian su forma de recordar su época de estudiante y de verse a sí misma. Es una historia con una mirada íntima de cómo la pandemia afectó nuestra manera de vincularnos, de la revalorización de nuestras amistadas y del compañerismo y la solidaridad en tiempos de crisis.
Luego, en una librería, descubrí Último olhar (2021), del portugués Miguel Sousa Tavarés, que me interesó directamente por el tema que trataba: el abandono que sufrieron los residentes de las casas de reposo en España que se contagiaban de COVID-19. El protagonista principal es un veterano de la guerra civil española que fue deportado a un campo de concentración en Austria luego de huir a Francia por la embestida franquista, y que, muchos años más tarde, volvió a España ya mayor, para, después de tremenda historia de supervivencia, pasar tranquilo sus últimos días en una de estas casas de reposo en Andalucía. La narrativa entrelaza y contrasta la historia del arduo trabajo que realizaron los médicos en los hospitales de Italia y España con el trato que se les daba a las personas que se contagiaban en estas residencias, para quienes ya no alcanzaban las camas en los hospitales y a quienes se les dejaba a su suerte, allí donde vivieran. Es un duro llamado de atención a los límites que se pusieron a la solidaridad y sobre los cuales aún hay juicios y reclamos pendientes.
Finalmente, puedo añadir a esta lista a Una oración sin Dios (2023), de la escritora marroquí Karima Ziali, libro que conocí por su participación en el Hay Festival de Arequipa 2024. Es una novela en la que un joven musulmán expone una reflexión personal sobre su religión y sus costumbres, además de su decisión de cambio ante abusos pasados y presentes. El libro no trata directamente sobre la pandemia, pero transcurre en ese ambiente de aislamiento y mascarillas, que parecería actuar como un catalizador pasivo que lleva al protagonista a no aguantar más y tomar decisiones drásticas para su futuro. Cuántas decisiones no habremos tomado varios en medio de toda esa calamidad, decisiones que teníamos tal vez pendientes desde mucho antes. Yo, por ejemplo, comencé a escribir novelas.
Estoy seguro de que la cantidad de títulos que narran las historias de esos duros años es mucho mayor y que seguirá extendiéndose. Con ellos, además, seguirá ampliándose la capacidad de reflexión —tal vez ya menos emocional—sobre cómo nos cambiaron, personal y colectivamente, esos años de muertes, pérdidas, reconexiones, solidaridad y, por qué no, nuevos comienzos. ¿Quién sabe?; quizás incluso me sorprenda en los próximos años al encontrar una comedia sobre aquello. La única que he visto hasta ahora sobre pandemias es esa nueva versión del Decamerón que está disponible como serie en Netflix; en ese caso, como trata sobre una plaga en la Edad Media, con ella sí que se cumple con creces la parte del tiempo que tiene que transcurrir para poder reírse. Más me imagino que tal vez pueda surgir una tragicomedia, un equivalente a películas como la La vida es bella (1997) o Jojo Rabbit (2019), en las que la tristeza se ve mezclada con las bromas y la esperanza y las ganas de seguir viviendo a pesar de todo.
¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!
Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.