Reflexiones de una psicóloga católica, sobre el sentido de la Navidad
Susana Villalobos Rodríguez es psicóloga clínica y magíster en Estudios Teóricos de Psicoanálisis de la PUCP. Preside la Sociedad Peruana de Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja y Familia (SPF). Su práctica profesional se especializa en Psicología Vincular Familia y Adolescentes, y en parejas y familia.
Un momento central de la vida de los cristianos es el alumbramiento de María. El Adviento es el tiempo de preparación de ese gran acontecimiento, que será el nacimiento del niño Jesús. Este hecho, la llegada de Jesús en Belén, supone volver a preguntarnos cómo celebramos hoy el nacimiento de ese niño que nació en un pesebre.
En un contexto como el actual, resulta muy difícil escapar de las miles de formas y propagandas de una Navidad cargada de regalos y luces que nos distraen y nos quitan la profundidad de lo que queremos hacer del mensaje de Jesús. La pregunta que me surge es: ¿de qué nos distraemos?, o ¿qué es lo no queremos ver? ¿De qué nos anestesia esa parafernalia?
La Navidad nos recuerda que no existe una Nochebuena igual para todas y todos, y que muchos ni siquiera la tendrán. Lo que quiero decir es que es un tiempo para reflexionar sobre aquello que hacemos con el mensaje más profundo de Jesús: el amor al otro.
Para un ser humano, todo otro ser humano es “otro” u “otra”, singular y diferente, y lo son especialmente aquellos que son excluidos de la vida en común. Imágenes bíblicas como la de la viuda, el forastero o el extranjero, lo son por la condición de excluidos de sus protagonistas. Los pobres, las mujeres, y muchas personas por su orientación o identidad sexual hoy son también los grandes invisibles y excluidos de nuestra sociedad. Todos, ciudadanos de segunda categoría.
¿Qué hacemos y cómo nos vinculamos con el otro, con el diferente? ¿Cómo nos abrimos, cómo alojamos al enfermo, al anciano, al “difícil” en las familias? ¿Cuánto estamos dispuestos a movernos de nuestros lugares establecidos? ¿Será posible acoger la incomodidad que nos suscita la diferencia? “No soporto a esta chica”, por ejemplo, es una idea que me ronda: ¿será posible verla no solo como un espejo producto de mis proyecciones, sino también con sorpresa y novedad? La Navidad, pues, es un tiempo de interrogantes y de retos.
Paradójicamente, también son tiempos de abrir recuerdos, de ponernos muy melancólicos y de añorar mucho lo pasado, a la familia, a los padres o a los cuidadores. La Navidad se asocia a la infancia, al juego y la ilusión, pero los adultos renunciamos a la ilusión omnipotente que resulta de creer que todo se puede hacer para transitar por aquello que supone el trabajo de hacer con otros y transformar. La Navidad es tiempo, también, de encuentros amorosos y tiernos que hacen de estas fechas momentos propicios para acoger la alegría de estar juntos entre todas y todos.
Estas Navidades cargadas de incertidumbre e interrogantes me llevan a pensar cómo descubrir la presencia de Jesús en estos tiempos. Jesús nos plantea una vida en común, algo que pasa por el otro. El gran desafío, por lo tanto, está en mantenernos juntos, en crear espacios de amistad, de pensamientos, de grupos donde se comparta el encuentro y se aloje la diferencia.
Acoger el mensaje profundo y construir a pesar de las no-respuestas, es esperanza. Estoy convencida de que lo que nos trae Jesús de Nazaret es un mensaje de movimiento de alegría a pesar de la incertidumbre. Su propuesta de vida nueva fue tan novedosa que dislocó todo lo establecido. Vivir la Navidad hoy es persistir y resistir a la desesperanza, y construir con otras y otros la alegría de que lo común se construye en conjunto.
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