Lo que ganaríamos al centrar los saberes indígenas en la educación superior
Imaynallan!
Esta palabra en quechua es una forma común de saludo en los Andes. Aunque más de diez millones de personas hablan alguna variante de esta familia lingüística en Sudamérica —más que los hablantes de sueco o catalán, por ejemplo—, es probable que muchas personas en Perú no lo sepamos, o no lo reconozcamos en la vida diaria. En cambio, incluso sin hablar inglés o francés, nos resulta fácil identificar palabras como hello o bonjour.
¿Por qué, desde las urbes peruanas, solemos asociar lo indígena únicamente con postales de Machu Picchu o con conflictos sociales, pero no con la vida cotidiana de millones de ciudadanos de nuestro país, ni con posibilidades de desarrollo sostenible e innovación?
Hace unos días salió publicada una investigación que escribí sobre los sistemas de conocimiento indígena y humanidades públicas en la revista académica PMLA y me gustaría aprovechar ello para discutir el tema. En esta propongo que incorporar los sistemas de conocimiento indígena a la educación superior —especialmente desde las humanidades— puede transformar no solo el mundo académico universitario, sino también nuestras conversaciones sociales sobre justicia, sostenibilidad y equidad. Se trata de una conversación urgente y necesaria, especialmente en un país como el Perú, donde se hablan 48 lenguas originarias.
Vivimos en una nación con una enorme riqueza cultural y lingüística. Sin embargo, idiomas como el quechua, el aimara, shipibo-konibo y otros más siguen siendo injustamente marginados o considerados parte del pasado. En la escuela, por ejemplo, a muchos nos enseñaron que el quechua fue el idioma de los incas, pero rara vez se nos habló de su vigencia actual entre millones de peruanos y peruanas. Esta visión limitada afecta no solo a las lenguas, sino también a las personas que las hablan y al conocimiento que resguardan.
En esta reciente publicación académica propongo tomar como referencia el concepto andino de ayni: una forma de reciprocidad y colaboración comunitaria profundamente arraigada en la cosmovisión quechua y andina. El ayni, principalmente entendido como una práctica en contextos agrarios y rurales, también puede inspirarnos conceptualmente como una guía para redefinir cómo las universidades se relacionan con las comunidades. Ya sea en temas como el cambio climático, la soberanía alimentaria, la salud pública o la justicia social, los saberes indígenas aportan respuestas válidas y urgentes. Prácticas como los andenes o los principios de respeto al planeta o Pachamama —o la casa común, como diría el recientemente fallecido papa Francisco— no son simplemente herencias históricas: son herramientas concretas para un futuro más sostenible.
Pero para que estos conocimientos transformen realmente a nuestras instituciones, deben ser integrados en sus propios términos y lenguas. Estudios en humanidades, ciencias sociales e incluso ciencias naturales que ignoran las conexiones con saberes y lenguas indígenas están, simplemente, incompletos. Del mismo modo, el sistema universitario debe reconocer otras formas de sabiduría más allá del currículo tradicional y los títulos académicos. Esto implica invitar a ser docentes a sabias y sabios con conocimiento comunitario, promover el aprendizaje intercultural desde edades tempranas y crear espacios en los que los estudiantes indígenas se sientan representados, acogidos y valorados.
Desde mi trayectoria académica como profesor e investigador —y habiendo tenido la oportunidad de iniciar un programa de quechua y cultura andina en la Universidad de Pensilvania y de liderar la Iniciativa Quechua sobre Indigeneidad Global en Harvard— he podido comprobar cómo es posible ampliar el horizonte académico para incluir y valorar los saberes indígenas como aportes contemporáneos, vivos y profundamente transformadores. Sobre todo, la incorporación de voces, presencias y territorios de estas comunidades.
En el Perú tenemos tanto la oportunidad como la responsabilidad de hacer realidad una educación superior que dialogue con esta riqueza cultural y que refleje nuestra sociedad. Las lenguas indígenas no deben asumirse solo como patrimonio petrificado: son fundamentales para construir el presente y el futuro. Este artículo académico que acabo de publicar buscar servir de invitación a reflexionar y actuar en estas posibilidades aún no aprovechadas. Por un tiempo limitado la publicación está disponible de forma gratuita y en acceso abierto en el sitio web de Cambridge University Press, editora de PMLA. Invito especialmente a docentes, estudiantes, artistas, periodistas y servidores públicos a leerlo y contribuir a esta conversación desde diferentes aristas: por ejemplo, en un texto anterior publicado en Jugo, planteé también la necesidad de prestarle atención a las universidades interculturales y a lo que allí está ocurriendo.
Ya es hora de superar la falsa idea de que el conocimiento más valioso proviene exclusivamente del llamado Norte Global o se expresa únicamente en inglés o en español. Practiquemos el ayni: hagamos comunidad, reciproquemos con respeto y reconozcamos las posibilidades de innovación que ya existen entre nosotros para construir un país con mayores oportunidades.
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Estoy de acuerdo , pero le falta información sobre Perú. Falta desarrollar lo de la Universidades Interculturales, pero tb debe mencionar los Institutos Superiores. Las UNI no han sido desarrolladas hasta ahora en el Perú. En Selva Central se hizo el esfuerzo pero no cuajó, solo sé de la de Quillabamba que escasamente consigue profesores. Hay una presiónde la Iglesia Católica por tener un rol fundamental en la formación de profesores EIB como es el caso de NOPOKI. He enseñado en los Estados Unidos usando los saberes del pueblo shipibo, pero esto vale para cualquier pueblo indígena. No solamente a través de cursos de lenguas.
Esta propuesta merece un estudio de el alcance, beneficios y dificultades para su implementacion. No es solo el quechua, el aymara , porque como bien se señala en el articulo, son 48 lenguas originarias.
La sabiduria de estas lenguas en aspectos de medio ambiente, de salud, de cultivos de la tierra, etc podrían extraerse en forma muy cuidadosa para difundir en la educación superior..