El Sodalicio, ¿comunidad o secta?


El informe de la comisión investigadora del Congreso nos ayuda a responder la pregunta


No he podido seguir al detalle las noticias de las últimas semanas sobre el Sodalicio de Vida Cristiana y las medidas que se están tomando desde El Vaticano. Espero, como muchos, que finalmente se pueda alcanzar algo de justicia y reparación para las víctimas.

Sin embargo, hace unos días, un amigo me comentó que existía un debate en internet sobre si podía considerarse que el Sodalicio de Vida Cristiana es una secta. A quienes les resulte un concepto ajeno, se llama secta a un grupo fanatizado que se organiza alrededor de un líder o ideología y que ejerce un control riguroso sobre sus miembros, promoviendo la obediencia incondicional. Suele aislar a sus adeptos de influencias externas y emplea técnicas de manipulación psicológica. Las sectas, pues, suelen limitar la autonomía individual y dificultan la salida de sus miembros.

Entonces, ¿es el Sodalicio una secta?

El asunto se me ha quedado dando vueltas. Con ánimo de aportar al debate, compartiré algunas de las conclusiones del trabajo de la comisión investigadora que vio el tema en el Congreso. Como a estas alturas es conocido, durante los años 2018 y 2019 presidí la Comisión Investigadora Sobre Abusos Sexuales de Menores de Edad en Organizaciones, la cual fue creada por el Congreso de la República con el objetivo de investigar la problemática del abuso sexual de menores de edad al interior de organizaciones públicas y privadas, analizar a detalle algunos casos públicos, y proponer a la representación nacional medidas concretas para que el Estado peruano enfrente mejor este execrable fenómeno. El resultado del trabajo fue un informe de 1.394 páginas con 250 recomendaciones al Estado peruano. El informe fue aprobado por los integrantes de la Comisión, pertenecientes a diversas organizaciones políticas de entonces.

Uno de los casos que vio la comisión fue el del Sodalicio de Vida Cristiana. En el informe final se señala que el Sodalicio mostró características sectarias. Tuvo desde el inicio y por mucho tiempo una estructura jerárquica rígida y una centralización del poder en el liderazgo autoritario de Luis Fernando Figari, quien gobernó la organización sin contrapesos significativos. Durante años, Figari ejerció un control absoluto sobre las decisiones internas y la vida cotidiana de los miembros, y generó una dinámica en la que las órdenes del líder no podían ser cuestionadas. Esta estructura jerárquica no permitía disenso y creó un entorno donde la sumisión total era fundamental para mantenerse dentro de la organización. Cualquier intento de desafiar el liderazgo era neutralizado.

Otro rasgo sectario evidente que se recoge en el informe es que el Sodalicio aislaba a sus integrantes —especialmente a los más jóvenes— de sus familias y del mundo exterior. La organización promovía que los miembros vivieran en comunidades cerradas, limitaba sus interacciones con personas fuera del grupo y fomentaba un entorno donde la única fuente de apoyo y validación provenía del propio Sodalicio. Este tipo de control y aislamiento social es común en sectas, ya que permite un mayor control sobre la mente y las emociones de los adeptos al impedirles establecer conexiones significativas fuera de la organización. Al restringir el contacto con sus familias y amigos, el Sodalicio lograba que sus miembros desarrollaran una dependencia emocional y psicológica hacia el grupo y sus líderes, lo cual reforzaba su control y dificultaba la posibilidad de abandonar la organización​.

Sumado a dicho aislamiento, existía un control absoluto sobre la vida diaria de los sodálites. Desde el ingreso a la organización, los miembros estaban sometidos a un conjunto estricto de normas que regulaban aspectos esenciales de la vida cotidiana, tales como el tiempo dedicado a la oración, las actividades comunitarias, el descanso y la alimentación. Este tipo de control es característico de las sectas, que buscan gestionar cada aspecto de la vida de sus adeptos para garantizar su sumisión y evitar la influencia de pensamientos externos o críticos. En el Sodalicio, las reglas eran presentadas como necesarias para el crecimiento espiritual, pero en realidad servían para erosionar la autonomía individual y consolidar el poder de la cúpula sobre los miembros, reforzando una estructura de dependencia psicológica que es común en muchas organizaciones de corte sectario. Todavía recuerdo un par de frases sodálites que me impactaron y que fueron repetidas por muchos de los testimoniantes frente a la Comisión: “El que obedece, no se equivoca” y “el espíritu de independencia es muerte para la comunidad”.

El informe recoge testimonios que hacen referencia al adoctrinamiento intensivo que practicaba el Sodalicio. Los nuevos miembros, especialmente los más jóvenes, eran sometidos a un proceso intenso de formación doctrinal que los apartaba de las corrientes principales del catolicismo y los sumergía en una interpretación particular de la fe, basada en la visión del líder fundador. Este tipo de adoctrinamiento no solo buscaba consolidar la lealtad de los miembros, sino que también fomentaba una sensación de exclusividad y superioridad frente al mundo exterior, convenciéndolos de que el Sodalicio era el único camino legítimo para alcanzar la salvación espiritual. Este aislamiento doctrinal, que fomenta una visión de «nosotros contra el mundo», es típico de las sectas, que suelen inculcar en sus miembros la idea de que están destinados a cumplir una misión especial que el resto de la sociedad no comprende o rechaza​.

Sumado a todo lo anterior, considero que una prueba para determinar si una organización es sectaria es evaluar las barreras de salida: ¿le resulta fácil a una persona que ya no quiere ser parte de la organización salir de ella? Los testimonios recogidos por la Comisión dejaron claro que quienes intentaban dejar el Sodalicio enfrentaban obstáculos significativos, desde represalias sociales hasta la estigmatización dentro de la comunidad. La presión para permanecer en el Sodalicio no solo provenía del entorno cerrado y controlado en el que vivían, sino también del temor a ser rechazados por los demás miembros o de ser castigados espiritualmente. Esta dinámica, en la que el abandono de la organización era visto como una traición y, en muchos casos, se acompañaba de un corte abrupto de los lazos con el grupo, es típica de las sectas, donde la lealtad incondicional es exigida y cualquier intento de separación es considerado como una amenaza para la estabilidad del grupo. El Sodalicio lograba que sus miembros internalizaran un profundo sentido de culpa y miedo a las consecuencias de dejar la organización, lo que hacía extremadamente difícil para muchos romper con el ciclo de control y manipulación al que eran sometidos​.

Por todo lo anterior, creo que es evidente que el Sodalicio tuvo características sectarias desde su creación. Ahora bien, esta respuesta genera otra pregunta: ¿puede una secta dejar de serlo y convertirse en otra cosa? 

Este asunto no fue tratado por el informe. Personalmente, me es difícil imaginar cómo funcionaría un “reseteo” colectivo de esa naturaleza y dimensiones. Además, hay que tomar en cuenta que varios de los integrantes actuales de la organización fueron formados en los años de Figari e incluso ocuparon puestos de responsabilidad bajo su tutela. Y, finalmente, por el trato recibido por denunciantes y víctimas en los últimos años, no pareciera que las cosas hayan cambiado dramáticamente al interior. 

Veremos en las próximas semanas si el papa Francisco y el Vaticano piensan lo mismo, o si consideran posible un milagro.


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