Se nos viene encima un punto de no retorno: ¿desaparecerá el bosque amazónico?
UC-XP-010
MD-XP-002
No, no son los nombres de los hijos de Elon Musk (sus tres últimos vástagos con la cantante Grimes se llaman X Æ A-Xii, Exa Dark Sideræl Musk y Tau Techno Mechanicus). Se trata de los nombres-código con que han sido designados los lotes de nuestra selva amazónica que nuestro gobierno, a través de Perupetro y Eduardo Salhuana, el interesado Presidente del Congreso, están ofreciendo al mejor postor en ruedas internacionales de negocios hidrocarburíferos.
No habría nada de escandaloso en la operación si no fuera porque estos lotes se superponen a zonas de selva virgen en áreas naturales protegidas (ANP), intangibles por ley, de nuestra cada vez más maltrecha Amazonía. El UC-XP-010, por ejemplo, coincide con toda el Área de Conservación Regional Imiria en Ucayali, hogar de los shipibo-konibo. El MD-XP-002, por su parte, se encuentra en un área de alta biodiversidad en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional del Manu, en Madre de Dios. Tampoco habría nada de escandaloso en un plano legalista si el gobierno peruano no fuera firmante del Acuerdo de París y no hubiera contraído compromisos muy concretos para detener la destrucción del bosque y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que calientan nuestro planeta. Y no necesitaríamos escandalizarnos si, por si fuera poco, en esos lotes no residieran poblaciones indígenas en aislamiento o contacto inicial (PIACI), que también tenemos la responsabilidad de salvaguardar y proteger por ley… y por nuestra dignidad como civilización.
Pero la ley se cambia al gusto del congresista de turno. Y esa promoción desvergonzada de un nuevo extractivismo en uno de los pulmones y almacenes de carbono más importantes del planeta, dentro de un momento histórico por lo alarmante (¡cuando nos estamos achicharrando y asfixiando!), es literalmente escandalosa.
Es decir, sí hay motivo para el escándalo, y aun para el escándalo sumo.
Mientras se procede a la subasta de lotes, estamos viviendo simultáneamente la quema de la Amazonía en vivo y en directo. En estos días, 173 incendios forestales arrasan el bosque peruano en Amazonas, Lambayeque, Puno, Cusco y varias regiones más del país. Además de destruir vidas humanas, el fuego ya ha devorado —según las fuentes oficiales— más de 3 300 hectáreas de áreas naturales y tierras de cultivo, que se suman a las 2.2 millones de hectáreas ya calcinadas por incendios en 2024.
Irónicamente, todo ello resulta poca cosa si nos comparamos con nuestro vecino, Bolivia. La semana pasada, subida a un teleférico en la ciudad de La Paz, desde donde me balanceaba feliz a 4 100 metros sobre el nivel del mar para dirigirme a reuniones de trabajo, una bruma oscura se distinguía en el horizonte. “Son los incendios en el trópico”, sentenció ante mi asombro mi vecina de asiento. Así me enteraba de que la sequía excepcional que azota los bosques bolivianos ya ha convertido en cenizas más de 12 millones de hectáreas de tierras, superando el 10% del área total del estado multinacional vecino. El humo generado llegó hasta Brasilia y las partículas negras se extendieron a São Paulo, donde las autoridades se vieron obligadas a cancelar vuelos y cerrar escuelas.
La sequía extrema en la selva amazónica y el clima seco y caluroso han creado condiciones ideales para que los incendios forestales se propaguen por grandes áreas. Consecuentemente, el fuego está arrasando la Amazonía, los bosques secos de Bolivia y los mayores humedales del mundo. Douglas C. Morton, científico del sistema terrestre de la NASA, revela que, mientras hace algunos años se talaban diez hectáreas a la vez, ahora se talan diez mil hectáreas en un fin de semana. Así, desde que los satélites comenzaron a monitorear el Amazonas en 1972, ha tenido lugar una transformación radical del bosque.
Fue un grupo de científicos brasileros el que advirtió que, con una deforestación del 20-25%, la Amazonía podría entrar en un punto de no retorno, convirtiéndose rápidamente en bosque seco o sabana. Recientemente, en 2021, un grupo de más de doscientos expertos reunidos en el Panel Científico para la Amazonía (SPA) lanzó una advertencia: estábamos al borde del desastre.
Eso fue hace solo tres años.
Si no invertimos las tendencias, el bosque amazónico, tal como lo conocemos hoy, desaparecerá antes nuestros ojos, nublados por la humareda.
¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!
Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.