El caos que pudo ser, y no fue


Un homenaje y agradecimiento a los defensores del Archivo General de la Nación 


Magally Alegre Henderson dirige el Archivo Histórico del Instituto Riva-Agüero. Profesora de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), sus investigaciones y docencia se especializan en historia de la sexualidad, género y humanidades digitales. Además de numerosos artículos y capítulos publicados, acaba de editar su primer libro Relecturas del Fracaso. Comunidades, género y raza en perspectiva histórica (Fondo Editorial PUCP, 2024), de descarga gratuita como resultados del proyecto europeo FAILURE: Reversing the Genealogies of Unsuccess, 16th-19th Centuries, (H2020-MSCA-GA-823998). 


Esta semana estará en el Perú la escritora y académica Irene Vallejo. Su libro El infinito en un junco nos habla de héroes y heroínas anónimos que evitaron la destrucción de las historias que desde el mundo antiguo han llegado hasta nosotros. A la luz de los recientes avatares del Archivo General de la Nación —el traslado irresponsable de los documentos de todos los peruanos a un depósito industrial—, el libro de Vallejo cobra todo sentido en nuestro país: luego de meses de incansable labor desplegada por “salvadores invisibles”, el pasado 28 de octubre se dio inicio a un nuevo capítulo para el AGN. El recientemente designado jefe institucional, Nicolás Díaz, declaró ante la Comisión de Cultura del Congreso de la República que se había suspendido el traslado del patrimonio documental al depósito del Callao, ya que este depósito no cuenta con el equipamiento, ni con condiciones adecuadas para la protección de los documentos. También se comprometió a que, las 450 cajas que ya habían sido llevadas al depósito industrial retornarán en este mes de noviembre a la sede de Archivo Intermedio del AGN.

Como nos lo recuerda la historiadora Natalia Sobrevilla en su columna del 21 de abril, titulada 150 millones de historias peruanas al olvido, El infinito en un junco es un libro acerca de cómo las historias transitan a lo largo del tiempo, de la palabra hablada a la escritura y de la escritura a la invención de un objeto tan maravilloso y con tanta capacidad de adaptación como el libro. Aquella historia del viaje de la escritura y de los libros hacia el presente, que narra —en palabras de Vallejo— la “destrucción que alguien evitó con un esfuerzo mudo”, está ineludiblemente hermanada con el esfuerzo que, desde el 11 de abril, hemos llevado a cabo algunos miles de personas para evitar “el caos que pudo ser, y no fue”. Los primeros signos de alarma vinieron desde el propio Archivo General de la Nación. Ya el año pasado, junto con mi colega Milagros Corrales, denunciábamos un posible desalojo en varios foros internacionales. La Academia Nacional de la Historia, que preside la doctora Margarita Guerra, se manifestó en abril, apenas anunciado el traslado y cuando aún no teníamos noticia de un destino cierto. 

Durante esos días, Laura Carderera, una amiga del Endangered Archives Programme y ahora en el ECCLES Institute for the Americas —ambos de la British Library—, me puso en contacto con la organización del Hay Festival Global, que a mediados de abril preparaba la presentación del programa para el Hay Arequipa 2024. En esa reunión conocí a Cristina Fuentes La Roche y Ángela Delgado, con quienes junto a mi amiga Natalia Sobrevilla, soñamos con traer al Perú a Irene Vallejo para hablar sobre la defensa de aquellas historias del pasado que se cobijan en nuestros archivos nacionales. No podíamos imaginar que ese sueño se haría realidad en Arequipa este próximo sábado 9 de noviembre. Clara Elvira Ospina, de Epicentro, también presente aquella noche, acogió con convicción nuestra preocupación y se convirtió en una acérrima defensora de nuestro patrimonio documental. A lo largo de las semanas siguientes, Marco Sifuentes y Jonathan Castro de La Encerrona, Glatzer Tuesta de Ideele, Renato Silva de Infobae, Pedro Salinas de Rajes del Oficio, Javier Torres de La Mula, Carlos Cornejo en Nativa y otros medios de prensa independiente como Ojo Público y Hildebrant en sus Trece, junto con el diario La República, nos ayudaron a cuestionar una narrativa promovida por los canales de comunicación del AGN y del Ministerio de Cultura. Poco a poco, medios de señal abierta irían dándonos espacio también.

Pronto nos sumaríamos muchos historiadores e historiadoras, como Cecilia Méndez, Joseph Dager y Jorge Ortiz, que se pronunciaron públicamente en contra del traslado. Junto con más de 7.500 colegas nacionales y extranjeros, líderes sindicales y trabajadores del AGN, conservadores, estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villareal, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Pontificia Universidad Católica del Perú y otros miembros de la sociedad civil, fueron parte de la iniciativa ciudadana AGN NO SE VA, cuyo pronunciamiento inicial fue redactado por Carlos Villanueva, Francisco Quiroz, Laura Gutiérrez y yo misma. Nicolás Díaz fue uno de los primeros firmantes, sin saber que meses después tendría a su cargo revertir el daño. Numerosos colegas contribuyeron a su vez, de manera silente y en ocasiones arriesgando su estabilidad laboral, con información valiosa, proponiendo acciones, sensibilizando autoridades y organizando actividades para difundir la urgencia en la protección de nuestra memoria histórica. El respaldo público de otros exjefes institucionales del AGN —César Gutiérrez, Miriam Salas, Pilar Remy, Luisa Vetter y Graciela Rengifo— fue fundamental para detener el anunciado traslado.  Algunos congresistas de la República hicieron también suya la preocupación, en especial, desde la Comisión de Cultura y Patrimonio. Tres informes de la Contraloría General de la República, emitidos en julio, agosto y setiembre fueron cruciales para sustentar el peligro que acechaba al AGN. Un agradecimiento especial merecen el profesor y letrado Hans Cuadros y sus estudiantes del Grupo de Investigación en Historia del Derecho de la Universidad Científica del Sur, que desde hace meses protegen los 150 millones de historias que alberga nuestro Archivo, a través de una demanda de amparo que defiende el derecho de todos los peruanos y peruanas a la identidad cultural y a la protección del patrimonio documental. 

Hay muchas más personas que se sumaron con “pequeños cuidados” para evitar “esta desgracia que nunca sucedió”. Ayudas clave y aliento llegaron en el momento justo. Llamadas, alertas, mensajes de texto, videos, memes, posts, likes y reenvíos en las redes, conversaciones casuales, en familia, entre amigos, indignación y frustraciones compartidas, plantones, gestos de solidaridad, propuestas, acciones públicas y otras silenciosas, se sucedieron a través de varios meses. La mañana del sábado 28 de setiembre, a las 7:20 a.m., Segundo Zurita, secretario general del SITAGN pasó frente al AGN, vio los camiones de mudanza y dio la alerta. Ya conocemos el resto de la historia. 

Ese “bien que no se nota”, que alienta a los héroes y heroínas silenciosos de las historias de Irene Vallejo, es el mismo espíritu con el que hemos defendido nuestra historia y que se enfrentó constantemente a las voces que decían que todo estaba perdido. Una cosa más. Ahora que se cierra este capítulo, vale la pena recordar que hay otra batalla pendiente por librar para proteger nuestro pasado y es la construcción de una sede definitiva para el AGN. Sabiendo lo mucho que hemos logrado hasta este punto, es claro que a nuestra historia la custodian “salvadores invisibles” y que está en buenas manos. 


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1 comentario

  1. Laura sanchez

    Salvadores? Cuando estas personas han cajas, visitado archivos regionales, pedido mejores condiciones laborales para los Archiveros, son gente mediática que lo único que buscan son beneficios personales.

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