¿Volver a clases ya? El debate más importante


ArtÍculo coescrito por Norma Correa y Hugo Ñopo


La pandemia, tras despertarnos de la bonanza precaria que vivíamos, nos viene pasando varias facturas. Algunas son de cobranza inmediata  —como las sanitarias, laborales y económicas—, pero otras son de cobro diferido, como las de los aprendizajes, la salud emocional y las desigualdades. Hace 21 meses los estudiantes —6 millones en todo el Perú— dejaron las aulas y el 97% de ellos aún no ha vuelto. Tenemos una discusión pendiente y urgente. 

            Norma Correa escribió una columna la semana pasada en El Comercio en la que reflexionó sobre las prioridades contradictorias de nuestra sociedad, donde los niños pueden ir a centros comerciales, restaurantes y cines, pero no a sus escuelas y tampoco pueden usar los juegos que siguen precintados en muchos parques de la ciudad. Asimismo, subrayó la importancia de cambiar el eje de la discusión:  ya no debemos discutir si las escuelas deben abrir o  no, sino cómo y cuándo. La columna se volvió viral. Sin embargo, debemos anotar una característica clave de las reacciones en las redes: la mayoría de ellas fueron de mujeres. ¿Estamos convirtiendo este tema en un asunto de mamás y peques? Esto sería un error profundo, pues equivaldría a enfocarse en el presente del problema, cuando en realidad sus mayores repercusiones se darán en el futuro, dentro de dos o más décadas. Para entonces, el problema será de todos y ya será tarde para corregir. Necesitamos reaccionar pronto. Cada día cuenta para los niños y adolescentes.

            La encrucijada que enfrentamos es terrible, los riesgos y costos implicados son muy altos. Si abrimos apresuradamente el sistema educativo corremos riesgos de contagio con costos de vidas. Si se mantiene el cierre en la mayoría de escuelas del Perú, el riesgo es condenar a una generación a una vida con limitaciones en su empleabilidad, su capacidad de socializar y, en general, la posibilidad de construir una sociedad con ciudadanía activa. Con escuelas cerradas no sólo se pierden aprendizajes: también se afecta severamente la salud mental tanto de estudiantes como de  cuidadores.

            Un problema adicional es la desigualdad. Al inicio de la pandemia se argumentó que era igualitaria, pues su capacidad de contagio afectaba a todos por igual. Eso es cierto, pero ignora que la capacidad de protección y respuesta de los hogares es tremendamente desigual. Como resultado, los barrios pobres de las urbes han sido los más afectados por el virus en el corto plazo. Con la educación viene pasando algo similar. Los problemas de la infraestructura educativa —en particular el saneamiento—, así como la precariedad del transporte público, constituyen expresiones de dicha desigualdad. Asimismo, la capacidad de los estudiantes para continuar con la educación remota se ha afectado por limitaciones de conectividad y acceso a celulares, el saldo de datos, computadoras y electricidad. Finalmente, la capacidad de los cuidadores para acompañar el aprendizaje de los chicos se redujo considerablemente cuando se retomó el trabajo presencial, aunque siempre fue limitada para dos tipos de familias: a) las que dependen de ingresos diarios para subsistir, b) las que pertenecen a los trabajadores esenciales gracias a quienes la sociedad continuó operativa durante los confinamientos (médicos, enfermería, limpieza, abastecimiento, transporte, policía y fuerzas armadas, etc). El cierre de las escuelas también agravó la crisis de cuidados. Recordemos que el 28% de los hogares peruanos está encabezado por mujeres. 

            ¿Cómo llegamos a esto? Por abandono. ¿De este gobierno, del anterior, de otros? Todos los anteriores. Llevamos varias décadas de subinversión en educación. Nuestra inversión por estudiante es menos de la mitad de lo que invierten nuestros vecinos y menos de un sexto de lo que invierten países de la OECD, ese club al que en algún momento aspiramos entrar. La subinversión hoy se refleja en una infraestructura que no da la talla y en un capital humano con limitaciones tanto para lo pedagógico como para la gestión del sistema.

            Gradualmente, además, hemos ido abandonando la discusión educativa porque proporcionalmente cada vez son menos los hogares con hijos en edad escolar y son más los hogares que utilizan los servicios privados. En 2001,  tres de cada cuatro hogares tenían al menos un miembro en edad escolar. Hoy eso sucede con menos de la mitad de los hogares. Dentro de los que todavía tienen escolares, un cuarto envía a sus hijos a escuelas privadas. Necesitamos reforzar la discusión pública sobre la educación pública. Ahí está la verdadera herramienta igualadora de oportunidades para el país. Pero, además, los beneficios que pueda generar una educación de calidad para todos irradian a todos.  

            Es importante reconocer que no es posible una vuelta a la escuela que tuvimos antes de la pandemia, aquella de 7:30 am a 3 pm.  Es inviable que el 100% de los estudiantes vuelva a tener el 100% de actividad escolar que tenía. Pero es claro que nuestra situación actual, con 3% de los estudiantes recibiendo 50% de actividades escolares, es insuficiente y dramática. Necesitamos avanzar, para esto hay que cambiar de chip: la escuela podrá ser el colegio, pero también lo pueden ser los parques, las plazas, las lozas deportivas, los estadios. Los horarios serán cortos, los días intercalados, los grupos pequeños. Esto supone, entre otras cosas, que el mundo del trabajo se adapte a la nueva gestión del tiempo de los hogares.

            Necesitamos una acción conjunta del Ministerio de Educación, los hogares (estudiantes y cuidadores), los docentes (públicos y privados) y la sociedad en general para hacer viable la reactivación educativa. ¿Qué elementos tener en cuenta? En nuestro Caiguazoom más reciente discutimos algunos de ellos junto a Pablo Lavado. Resulta fundamental el rol de los medios de comunicación para evitar la propagación de noticias falsas y temores infundados.

            Necesitamos un debate constructivo, informado y descentralizado. En el MINEDU hay capacidades, apoyemos. Hay que compartir lo que se sabe y lo que se viene aprendiendo sobre las maneras efectivas de reactivar el servicio educativo. Apoyar con todo a quienes necesiten las condiciones básicas. Las decisiones no son binarias (sí o no), es importante considerar sus complejidades y heterogeneidades. Hay que priorizar la vacunación de los trabajadores de la educación

            Aquí hay una enorme oportunidad para liderar un proceso de transformación y de unidad nacional. Ignorar la urgencia de este tema no solo pone en riesgo los aprendizajes y el bienestar de nuestros chicos, sino también nuestra cohesión social y la capacidad de construcción de nación. Avancemos de manera responsable e informada, pero avancemos. 

2 comentarios

  1. Paul Naiza

    Excelente artículo, sobre los temores infundados no deben dar espacio a mucho opinilogos y médicos que se presentan a sus interés, como lor ejemplo el dr Quispe, vez que lo escuche la conclusión era una hecatombe…

  2. Iván Reátegui Flores

    Debemos abrir las escuela asumiendo riesgos, de a poco pero asumiendo. El no hacerlo es claro que no hacerlo sería peor. Excelente articulo.

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