Demasiada gente en el poder ha olvidado las enseñanzas del pasado
Las cinco horas del discurso del estado de la Nación de la presidenta de la República el 28 de julio pasado inauguraron un periodo de trascendidos sobre los cambios en el Poder Ejecutivo. No se trataba de lo obvio, es decir, de cambios de personas a cargo de las carteras, sino de cambios en las carteras mismas. Se habló de la creación de un nuevo ministerio y de la fusión de otros, sin más detalles que los números de ministerios.
Una de las dudas se despejó rápidamente cuando el Poder Ejecutivo remitió el proyecto de ley de creación del Ministerio de Infraestructura. De este ya se había venido hablando bastante desde que el año pasado se creó la Autoridad Nacional de Infraestructura, que fue adscrita a la Presidencia del Consejo de Ministros. La propuesta es que el nuevo ministerio absorba a un conjunto de programas y proyectos, así como a la recientemente creada Autoridad Nacional de Infraestructura. El proyecto se encuentra ahora en manos del Congreso para estudio y dictamen.
Debido a ello, no pude evitar recordar al Ministerio de la Presidencia creado en 1985 y que concentraba muchas de las funciones que hoy se está otorgando al Ministerio de Infraestructura. Los aún mayores que yo recordarán seguramente al Ministerio de Fomento y Obras Públicas, cuyo destino fue desagregarse en diferentes carteras durante el gobierno militar.
¿Por qué sería eficiente juntar en una sola entidad a nivel ministerial la construcción de carreteras, con el programa de inversiones en salud y el proyecto especial Legado, entre otros, que el nuevo ministerio absorberá? “Misterio”: la exposición de motivos del proyecto de ley abunda sobre el déficit de infraestructura, en general, y en la enorme brecha entre proyectos declarados viables y aquellos ejecutados. ¿Cómo así se resolverá la brecha cuando tantos proyectos de diferente carácter se encuentren bajo los procedimientos de un ministerio? Nuevo misterio.
Ahora que el Poder Ejecutivo afirma a todo pulmón que nuestro compromiso con la OECD está más firme que nunca, resulta que se excluye a este proyecto de ley de los alcances de la norma que exige que se realice un análisis de calidad regulatoria. No está de más recordar que el análisis de la calidad de las normas es un punto crítico del club de países que conforman la OECD.
Junto con esta propuesta de ley, el lunes 26 de agosto se confirmó el rumor de que el gobierno actual, con 5 % de aprobación, pretende volver al pasado al fusionar el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS). El motivo hasta ahora es “¿por qué no?”.
Las especialistas ya han levantado su voz sobre el despropósito de tal fusión. Que vivimos en una sociedad con innumerables brechas es un dato de la realidad, pero que se pretenda equiparar la brecha de género y las brechas de las poblaciones vulnerables con la brecha económica de la pobreza ya es un retroceso mayúsculo. Porque eso haría la anunciada fusión del MIMP con el MIDIS, que tienen rectorías diferentes y complementarias: el MIDIS sobre temas de pobreza, y el MIMP sobre género y poblaciones vulnerables.
Quedan muchas preguntas todavía: ¿cómo se piensa plantear la rectoría del nuevo ministerio? ¿Se piensa sacar del archivo los documentos de sustento del antiguo Ministerio de la Mujer e Inclusión Social? ¿Cuál será el destino de los programas sociales que administra el MIDIS y que son críticos para el alivio de la pobreza? ¿Solo las mujeres pobres se encuentran afectadas por la brecha de género, o por las brechas de acceso de las poblaciones con diferentes capacidades?
Un reloj giratiempo solo sirve en los cuentos fantásticos. Hoy, las peruanas y peruanos merecemos mirar al futuro y que los cambios sean explicados con argumentos razonables.
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