La cultura nos otorga una fuerza que los poderosos no tienen ni entienden
Cerré una semana intensa, de tintes apocalípticos, con noticias horrendas de los cuatro costados del mundo, bailando ritmos tribales en un fuerte abandonado y tomado por ocupas en Roma. En momentos en que casi todo parece acercarnos al fin de las esperanzas, aquel espacio liberado y autogestionado, lleno de grafitis y gente de todas las edades, me pareció un oasis paratomar un respiro en medio de esta sociedad hipercapitalista y cada vez menos interesada en el diálogo y la cultura.
La hedonista noventera que aún habita en algún lugar de mi organismo encuentra que abandonarse al baile entre luces y escombros es una de las muchas respuestas posibles ante este mundo pleno de incertidumbre. Algo de esa necesidad de buscar un refugio en la música reconocí en la puesta en escena de Los Años, la novela de Annie Ernaux. Tuve la fortuna de verla en Londres esta semana, y su intensidad fue tal que un desmayo entre el público obligó a que se interrumpiera por unos minutos dándonos a todos un necesario respiro. Esta meditación colectiva de la nobel francesa sobre el paso del tiempo, el ascenso de la sociedad de consumo desde la Segunda Guerra Mundial, de la cambiante situación de las mujeres, de la política, de las costumbres cotidianas, de la moral y sobre cómo ha cambiado la manera de entender la sexualidad, así como el lugar que ocupamos en el mundo, cobra vida a través de cinco actrices que representan a la protagonista en diferentes momentos de su vida.
A pesar de que no pertenezco a la generación de Ernaux, que es mayor que mi madre, y a que no soy francesa, recuerdo que cuando leí su libro tuve la impresión de que también hablaba de mí y de mi experiencia vital. He ahí la capacidad de la literatura de convertir lo particular en universal. Por eso es tan necesario defenderla de todo ataque y de seguir luchando por salvar lo que nos humaniza, lo que nos recuerda que formamos parte de una comunidad. Sobre todo, en estos tiempos en que el péndulo se ha desplazado con tal virulencia al extremo de que muchos sentimos una especie de vértigo difícil de describir.
En el Perú acabamos de ver que el Ministerio de Cultura ha decidido no hacer la entrega pública del Premio Nacional de Literatura que con mucha justicia ganó Rafael Dumett por su novela El camarada Jorge y el dragón. Aparentemente, y como en cualquier régimen autoritario, en esa parodia del “ministerio de la información” de la novela 1984 existe una lista de autores y artistas vetados porque sus declaraciones públicas han incomodado al poder. Se trata del mismo ministerio, que tras defenestrar al director del Lugar de la Memoria hace poco más de un mes, busca convertirlo en un cascarón inoperativo. A tal punto ha llegado la situación en el LUM que no han pagado ni el agua ni la luz. Parece que han decidido que, más fácil que cerrarlo, es dejar que este espacio para pensar los años de violencia se desmorone lentamente desde adentro.
Algo similar sucede con el Archivo General de la Nación, una vez más abandonado a su suerte, ahora bajo la amenaza de trasladar su valiosísimo patrimonio documental a depósitos en el Ministerio de Cultura y en la Biblioteca Nacional. La nueva directora se ha deshecho de casi todo el personal de confianza y, en su carta de renuncia, la valiente directora del área de conservación del Archivo, Evelyn del Carmen de la Cruz Llanos, dejó una vez más en claro el grave riesgo de trasladarbruscamente los documentos que ya están adaptados a las condiciones de humedad de los sótanos del Palacio de Justicia. Enesa misma carta —que se encuentra en este artículo de Renato Silva de Infobae— le recuerda a la nueva directora, Graciela Rengifo, que hace ocho meses ella misma firmó la carta en que los exjefes del Archivo se manifiestan en contra del traslado temporal de los documentos.
Al mismo tiempo, vemos una campaña orquestada en medio de comunicación y en redes —principalmente en X de Musk—, en contra de las organizaciones no gubernamentales que defienden a las mujeres, los derechos humanos y las poblaciones vulnerables. Incluso a las que, como Transparencia, buscan garantizar que las elecciones se lleven a cabo de manera limpia. Pero cosas como estas no suceden solo en el Perú. Aunque aquí tenemos una presidenta que parece no tener voz propia, pero que se sube al coche de todo lo que le parece conveniente a su régimen delincuencial, mucho más estridente resulta Javier Milei,que tiene a gran parte de los argentinos en ascuas con cada una de sus destempladas declaraciones y su convicción de que el Estado no sirve para nada. Todo ello, mientras que en El Salvador Bukele quiere convencernos de que la única solución a todo problema es encarcelar a diestra y siniestra.
Este autoritarismo regional se ve avalado por los ataques a mansalva que lanza Trump desde los Estados Unidos. Ni siquieraCanadá, su aliado más antiguo, cercano y pacífico, parece estar libre de una furia que quiere imponerle aranceles a todos, y muchos, arrastrados por un entusiasmo tribal, olvidan observar en el pasado que un extremismo tan grande puede llevar a lugares insospechados. Después de décadas de hiperliberalización económica, con la convicción de que el mercado libre de regulaciones nos enriquecería a todos, ahora vemos que el presidente estadounidense busca cerrar sus fronteras a las importaciones para proteger su industria: una idea que fascinó por mucho tiempo a las izquierdas de nuestra región. ¿Vamos tan rápido, que los extremos parecen cada vez más cercanos?
¿Qué podemos hacer los ciudadanos ante tanto? Resistir y no dejar de protestar, ni de escribir, ni de bailar, ni de soñar. No es la primera vez que se han quemado libros, y ya sabemos cómo termina eso. Tampoco es la primera vez que las cacerías de brujas terminan con las vidas de muchos, el macartismo está a la vuelta de la esquina. Como la Annie que escribe en Los Años sobre lo que sucede a su alrededor y siente que el tiempo que pasa no cambia lo esencial, debemos seguir bregando para que no nos quiten lo que nos queda de humanidad.
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Estupendo artículo, para sobrevivir en estos tiempos y no perder la humanidad
Disfruté bastante de esta lectura, estoy feliz de encontrar este sitio web.
Eso nos queda.
RESISTIR
EDUCAR
Y sobre todo:
NUNCA CALLAR
Resistir y luchar…