Transgénicos, ¿sí o no?


El dilema de los organismos genéticamente modificados


La semana pasada, tres congresistas del Perú reavivaron el recurrente debate sobre la introducción de organismos genéticamente modificados (OGM) en nuestro país. Desde distintas tiendas políticas, Málaga, Cavero y Tudela presentaron el proyecto de ley 09475 al Congreso que propone suspender o derogar la moratoria establecida por la Ley 29811, la cual, en su segunda actualización, extiende hasta el año 2035 la prohibición del ingreso y producción de OGM en territorio nacional.

Si aún no lo tienes claro, los OGM son organismos vivos —animales, plantas o microorganismos— cuyo ácido desoxirribonucleico (ADN), la molécula que contiene las instrucciones para la vida, ha sido modificado mediante técnicas de ingeniería genética. Cuando esta modificación implica la inserción de genes de organismos de otras especies, géneros o incluso familias —por ejemplo, la de una bacteria en el genoma de una planta— se habla de transgénicos. Y cuando la modificación del ADN se hace con genes de la misma especie o de parientes cercanos, se habla de cisgénicos. En el primer caso, el maíz Bt, por ejemplo, incorpora un gen de una bacteria, Bacillus thuringiensis, que lo hace más resistente a ciertas plagas gracias a una toxina que produce ese gen bacteriano. En el segundo caso, la manzana Arctic, por otro lado, es una variedad desarrollada insertando genes de otras manzanas para evitar el oscurecimiento que ocurre cuando se corta: como lo sugiere su nombre, esta variedad se mantiene fresca por más tiempo. 

Desde que en 1994 salió a la venta el primer alimento genéticamente modificado, el tomate Flavr Savr, se ha producido todo tipo de seres transgénicos, cisgénicos o editados genéticamente. Hace poco, los argentinos hicieron noticia con sus caballos de alto rendimiento, generados con técnicas de ingeniería genética. El tomate morado, una variedad editada genéticamente con altas concentraciones de antocianinas que le confieren propiedades antioxidantes, puede comprarse en línea para diversificar tu huerta y mantener una piel joven. ¿Quieres sorprender a tu pareja en el día de San Valentín? Regálale una Petunia Firefly, una flor que, gracias a la introducción del gen de un hongo bioluminescente, emite luz y podrá reemplazar a la velita romántica de tu cena íntima.

Si bien las innovaciones de la ingeniería genética generan cada vez más asombro, el debate sobre su seguridad y oportunidad no amaina. Las aplicaciones agrícolas generan especial controversia. Al fin y al cabo, está en juego nuestra salud, la de los ecosistemas y nuestra seguridad alimentaria. Los defensores de los OGM sostienen que traen enormes beneficios para la productividad agrícola. Los opositores cuestionan su seguridad para la salud, la biodiversidad y la economía de los pequeños productores que dependerían de semillas producidas en laboratorios del norte. Van 30 años de candente debate, aunque un estudio reciente que ha analizado más de 100.000 reportes en medios y más de 1.7 millones de notas en redes sociales, revela que existe una conversación menos polarizada y una tendencia hacia una percepción pública más favorable de los OGM.  

Y es que la ingeniería genética, en estos treinta años, también ha evolucionado en sus técnicas. Hoy, por ejemplo, se crean OGM con “tijeras de precisión” que no introducen genes foráneos, sino que simplemente editan el ADN original, eliminando, silenciando o modificando genes específicos. Esta técnica, por ejemplo, se ha utilizado para producir trigo con menos gluten, haciéndolo más tolerable para personas celiacas. También se ha utilizado para el control del dengue, el zika o el chikungunya, produciendo mosquitos machos con genes que impiden que su descendencia llegue a la edad adulta.

Diferenciar entre transgénicos, cisgénicos y edición genética es clave, porque cada tecnología tiene distintos niveles de aceptación pública y de regulación. Algunos países han prohibido los transgénicos, pero permiten la edición genética, argumentando que esta última es más precisa y natural. 

Entonces, ¿sí o no? En el Perú, el debate en torno a los OGM no supera la discusión sobre la moratoria. Doce años después de la primera ley, defensores y detractores siguen esgrimiendo los mismos argumentos. Los tres congresistas mencionados y el gremio que promueve el comercio exterior (COMEX), están a favor. Los pequeños productores de CONVEAGRO están en contra, advirtiendo sobre los riesgos para nuestra inmensa biodiversidad, sobre la dependencia de semillas patentadas, y la falta de estudios a largo plazo sobre sus efectos en la salud y el ambiente.

Con un debate estancado, nos hemos quedado parados en el tiempo. Si bien algunas aplicaciones de los OGM pueden suscitar justificados temores y cuestionamientos, otras podrían ser beneficiosas para el país. Mirbel Epiquién, exdirector de la Dirección de Diversidad Biológica del Ministerio del Ambiente (MINAM), lo explica claramente: “Estamos poniendo toda la biotecnología en un solo saco y estamos quedando muy atrás en el uso de tecnologías potencialmente beneficiosas de edición génica. El discurso en favor de la protección de nuestra agrobiodiversidad es fundamental, pero necesitamos gestionarla con mayor fuerza, con más inversión en asistencia técnica e investigación”.

Manolo Ruiz Muller, investigador peruano experto en biodiversidad y derecho de la propiedad intelectual, sostiene que el país necesita dotarse de un buen sistema de vigilancia y monitoreo de OGM. “No es el momento de desarmar la moratoria”, sostiene. “Pero la tecnología, la agricultura y las necesidades de los agricultores han cambiado. A futuro debemos apuntar hacia la coexistencia de zonas libres de OGM y zonas con transgénicos, como posibilidad”. En representación del Consorcio Agroecológico Peruano, su vicepresidente Juan Sánchez Barba advierte, y con razón: “y si el algodón transgénico contamina nuestros algodones nativos?”

Con una mayor inversión en el estudio y protección de nuestra maravillosa y única agrobiodiversidad, con una fuerte aplicación de la Ley 27104 de prevención de riesgos derivados del uso de biotecnología, y con una mayor comunicación con el público para fomentar una comprensión más informada sobre estas tecnologías, quizás podríamos proteger más eficazmente nuestros recursos genéticos, pero, también, aprovechar la tecnología para usos que necesitamos. Así dejaríamos de pelear cada cierto tiempo por una moratoria.


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1 comentario

  1. Gonzalo Llosa

    Es bueno que el debate se mantenga vivo y que las regulaciones acompañen la evolución de los procesos genéticos que se describe en el artículo. Pero también debe establecerse una visión del asunto desde las particularidades del Perú, desde sus ventajas competitivas y desde la búsqueda del beneficio más amplio posible. Correspondería un estudio de evaluación estratégica que ponga en la balanza quiénes ganan y quiénes pierden (y cuánto) en cada opción. El Perú se ha posicionado como una potencia gastronómica gracias a la diversidad de su oferta de productos agrícolas, con los beneficios que eso implica para los productores y la industria de la gastronomía. ¿Es pertinente, por ejemplo, sacrificar el choclo del Urubamba que acompaña ceviches, locros y otros platos emblemáticos, por el maiz transgénico destinado a la industria alimentaria? Ese es el tipo de preguntas que hay que hacerse. Hay debate para largo

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