Cuando sea viejita, tendré un auquénido en mi jardín
Cuando, hace poco más de cuatro años, un amable funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores me alcanzó la hoja tipografiada con el examen de historia, geografía y conocimientos generales del Perú para acceder a la nacionalidad peruana, me sorprendió de inmediato la facilidad de las preguntas. “Lista las cuatro regiones naturales del Perú”, era una de las primeras. Me lucí, incursionando en breves explicaciones que recordaba de la lectura del famoso texto de Javier Pulgar Vidal. “Nombra a cuatros héroes nacionales”. Nunca fui buena en historia, pero, de inmediato, aparecieron en mi cabeza los nombres de avenidas conocidas: Olaya, Grau y Bolognesi, a los cuales añadí, orgullosa, el nombre de una heroína nacional: Micaela Bastidas. Describe cuatros platos peruanos. Respondí más rápido que si me hubiera tragado un tamalito verde.
La interpelación seguía con interrogantes sobre el nombre del libertador del Perú, los principales ríos, el símbolo patrio y los escritores peruanos más conocidos a nivel internacional, entre otras. Cuando, diez minutos más tarde, entregué la hoja con el examen resuelto al sorprendido joven que me vigilaba, me quedé pensativa. ¿De qué sirve interpelar a un aspirante a la patria sobre los nombres de los ministros, cuando estos cambian tan frecuentemente? ¿No había cuestiones más importantes para escrutar mi conocimiento del territorio y la cultura peruana, o para evaluar mi nivel de conciencia cívica? Por ejemplo, a pesar de que la vicuña es el animal nacional del Perú y que los camélidos peruanos juegan un rol fundamental en la economía y la salud de los ecosistemas andinos, no hubo ninguna pregunta sobre ellos. Y, probablemente, saldría jalada. Pues, ¿Cuánto sabemos, los peruanos, sobre los camélidos peruanos?
No sé si te has enterado, pero, como sobresale en el membrete estampado de las comunicaciones oficiales, el 2024 es el “Año Internacional de los Camélidos”, una celebración declarada por las Naciones Unidas a solicitud del gobierno de nuestro país hermano, Bolivia. ¿Por qué el mundo está celebrando a camellos, dromedarios, llamas y alpacas, entre otros miembros de este grupo de animales de la familia Camelidae?
Sin la presión de un examen oficial, indagué un poco en el fascinante universo, a mi tan lejano, de esos curiosos mamíferos rumiantes que son una fuente valiosa de leche, carne, lana y transporte no solo para nuestros pueblos andinos, sino para los medios de vida y la cultura de millones de personas en 90 países del mundo, desde Sudamérica hasta el norte de África, el centro y suroeste de Asia y Oceanía.
La investigación me trajo grandes sorpresas. Haciendo un pequeño quiebre en mi orgullo patriótico, descubrí que los camélidos son originarios de América del Norte. Aquí se extinguieron durante el apogeo de la última Edad de Hielo (hace más de 20,000 años) cuando sus sobrevivientes migraron a Asia y Sudamérica, bifurcándose en los camélidos del Viejo Mundo (camellos y dromedarios) y del Nuevo Mundo (nuestros auquénidos). Desde la colonización, el número de camélidos domésticos y silvestres disminuyó drásticamente en Sudamérica, pasando de una población de unos 50 millones de ejemplares durante el periodo Inca a alrededor de 5 millones en la actualidad. Hoy, en el Perú, tenemos a cuatro representantes de los camélidos, dos silvestre, la vicuña y el guanaco, y dos domesticadas, la llama y la alpaca. Según Omar Príncipe Patillas, Coordinador de la Cadena de Camélidos del Ministerio de Desarrollo Agrario (MIDAGRI), suman poco más de 3.7 millones de ejemplares, de los cuales 3.5 millones son alpacas, alrededor de 1 millón son llamas, 300 mil vicuñas y una población pequeña de guanacos. Por el desinterés de los jóvenes rurales y el cambio de prácticas ganaderas que favorecen a los vacunos, la población de llamas está en declive, afectando negativamente los ecosistemas andinos y la economía de sus poblaciones.
Todos los camélidos son tercos para sobrevivir y lo hacen mejor que nadie en ambientes hostiles. Los famosos camellos bactrianos de dos jorobas, por ejemplo, viajan en el desierto africano sin comida ni agua durante largos períodos, convirtiendo la grasa almacenada en sus gibas en energía. Como sus parientes salvajes de las áreas desérticas remotas de China y Mongolia, son resistentes a condiciones climáticas extremas. Nuestros guanacos, en contra, no tienen almacenes de grasa, pero, con sus cuerpos esbeltos, sobreviven en condiciones muy áridas obteniendo la mayor parte del agua de la vegetación que consumen. Son formidables corredores y alcanzan la velocidad de hasta 56 kilómetros por hora, ¡casi como un tigre!, gracias a unos glóbulos rojos agrandados y oblongos que les permiten transportar oxígeno de manera más eficiente, algo crucial para la supervivencia en altitudes elevadas. Por todas estas cualidades, la FAO los ha denominado héroes de los desiertos y las alturas.
Los camélidos son eficientes también en sus estrategias reproductivas. A diferencia de otros mamíferos como las vacas, los perros o nosotros, los humanos, no ovulan a intervalos regulares, sino que son «ovuladores inducidos», lo que significa que las hembras solo ovulan en respuesta al apareamiento. Un componente químico en el semen de los machos se absorbe a través del útero y llega al cerebro de las hembras, liberando hormonas que provocan la ovulación. Por esta particularidad, actualmente son sujetos únicos de investigación reproductiva en diversos laboratorios del mundo.
Por su naturaleza social y amable, camellos, llamas y alpacas se utilizan cada vez más como animales terapéuticos. Como pronto podremos descubrir en el “El llamado de la Llama”, un documental que la cineasta Delia Ackerman está preparando, llamas y alpacas brindan beneficios emocionales y psicológicos a niños, adultos mayores o personas con autismo o problemas de salud mental en sesiones de terapia asistida con animales (TAA).
Así, no es de extrañar que estos nobles animales se estén ganando un lugar cada vez más especial en el mundo. Actualmente, bajo el impulso del interés por su lana, su uso en turismo y terapia animal, las poblaciones de alpacas y llamas están creciendo nuevamente en América del Norte y se están expandiendo en Europa y China. Más personas están comprando camélidos como animales de compañía en ranchos y granjas.
Quizás, a futuro, también me anime por una «llama de compañía» que, con su gracia lanuda, me acompañe, cuando sea viejita, en los momentos de nostalgia.
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