Un grupito de seis


Una epifanía que lleva a pensar en un mundo alternativo


Dada la alineación de los astros, la luna y mi agenda, la semana pasada pude pasar algunos días de visita en lo que en los Estados Unidos se conoce como una HBCU. Las HBCU —historically black colleges and universities— son instituciones académicas universitarias creadas en el país del norte durante la época de la segregación racial como respuesta a la necesidad de educar a la población negra de la época que, legalmente, no podía ser educada en las instituciones de educación superior ya existentes, dado que se entendía que estas debían ser espacios exclusivos para las personas blancas. En efecto, en el contexto legal y socio-político de “separados pero iguales” del país, fue necesario construir instituciones de calidad comparable que pudieran ofrecer el servicio educativo para esta población, cuya admisión se veía limitada en las universidades ya existentes. El día de hoy, muchas de estas instituciones negras todavía siguen sirviendo a la comunidad y, si bien ya no sirven únicamente a la población afroamericana —también están “des-segregadas”—, su cuerpo estudiantil suele ser afrodescendiente en su mayoría, así como su enfoque y cultura colectiva. 

Importante es notar que la admisión de estudiantes no depende del color de su piel —adelantándome al mal usado argumento de la meritocracia o de la acción afirmativa aquí— por varias razones: por ejemplo, que la admisión de postulante no está condicionada a su identidad étnica; las HBCU no son la única alternativa de servicio educativo superior en las diferentes ciudades en la que se encuentran; porque no todas son públicas o estatales, sino que también existen HBCUs privadas, entre otros. A la postre, el cuerpo estudiantil de una HBCU no suele ser 100 % afrodescendiente, no obstante el porcentaje de personas -alumnos y profesores afro- se acerca mucho más a esta cifra que en las instituciones académicas “tradicionales”. 

Traigo el tema a la mesa y este ejercicio de imaginar una realidad alternativa, a manera de cerrar un poco un arco que inicié algunos artículos atrás sobre el racismo y sus consecuencias el día de hoy, dado que además tuve un ominoso momento de epifanía durante la travesía. En una escala en un aeropuerto, de camino a la universidad,  me encontré sentada frente a seis estudiantes universitarios afroamericanos discutiendo sobre un proyecto de clase. En ese momento me di cuenta de una realidad que no había notado nunca: jamás he visto seis universitarios afroperuanos sentados juntos en algún lugar. (Por favor, haga una pausa aquí y pregúntese si usted los ha visto, o el mismo número de estudiantes indígenas amazónicos o andinos. Y si la respuesta es no, pregúntese por qué). 

Ni siquiera negando la existencia del racismo en el Perú, o que este sea estructural —leo sus comentarios— podemos ignorar las cifras y estadísticas nacionales. La población afrodescendiente tiene una de las tasas más bajas de acceso a la educación universitaria, lo que le sigue no solo a una alta deserción escolar debido a la percepción de racismo y discriminación de los estudiantes por parte de sus profesores y personal administrativo escolar, sino, además, a un sustento económico donde las carreras cortas o de más rápido rédito económico son preferidas en el contexto de las económicas de supervivencia. 

Pensé, entonces, en este mundo alternativo para nosotros. ¿Es posible generar espacios donde los jóvenes puedan no solo acceder económicamente, sino también estudiar en un ambiente cómodo, culturalmente pertinente y centrado en sus propias experiencias y saberes? ¿Tenemos la capacidad o la voluntad de crear espacios como estos? ¿Valdría la pena? ¿Podemos generar plataformas educativas que reemplacen a las contemporáneas donde el número de estudiantes afros —o de otros grupos étnicos— así como de profesores ya no puedan ser contados con la palma de las manos? ¿Cuánto cambiaría esto nuestros paradigmas sociales? Dada nuestra coyuntura y la forma en que pensamos y nos expresamos sobre unas poblaciones y otras, lo veo muy poco posible. Pero qué bueno sería ¿no? Mas allá del deber ser y de lo abstracto,  sería maravilloso pensar en la población a la que se quiere servir y sus necesidades colectivas urgentes cuando se desarrollan los servicios para ellos. 


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2 comentarios

  1. Luis E Benavente

    Quizá es tan importante el servicio de post-venta tras egresar de la universidad. Por ejemplo evaluar si a los varones afrodescendientes les va peor que a las mujeres afrodescendientes, y explorar las causas

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