Todo es político, pues


Sobre la importancia de salir a marchar así te consideres apolítico


Este viernes 21 de marzo un gran número de ciudadanos peruanos volvieron a tomar las calles de manera masiva y pacíficadespués de un par de años de aparente apatía y, aún antes de salir, ya podían decir que habían tenido éxito con su principal demanda: la cabeza del ministro del interior Juan José Santiváñez. 

La marcha fue inicialmente convocada en protesta por el asesinato del cantante Paul Flores de Armonía 10 durante un ataque desicarios. Grupos de artistas, transportistas, bodegueros, trabajadoras sexuales, estudiantes, entre otros muchos, se sumaron a la iniciativa que fue creciendo en las redes sociales, donde se hablaba de salir a la calle a demandar del gobierno respuestas concretas ante el avance de la inseguridad. En esta nota de Infobae se pueden ver todos los detalles de la convocatoria.

Aunque la demanda principal era la salida del ministro del interior, a quien se responsabilizaba tanto por el aumento de la criminalidad en el último año como por la falta de estrategia ante ella, no faltaron quienes pidieron la salida de “todos”,considerando que los parlamentarios han aprobado leyes que han hecho cada vez más difícil que la policía actúe contra el sicariato y el crimen organizado. También se reclamó la dimisión de la presidenta, recordando tanto su incapacidad al mando como los más de cincuenta muertos en las movilizaciones a inicios de su mandato.

En gran medida, el uso de la fuerza en las manifestaciones de fines de 2022 e inicios de 2023 había disuadido antes a muchos que pensaron que no solamente era inútil salir a protestar —porque igual no habría cambios—, sino porque el peligro de morir era latente. Por casi dos años fueron muy pocas las movilizaciones, que se limitaron a colectivos de artistas y los deudos de los muertos, mientras el Ejecutivo y el Legislativo despedazaban el aparato legal para luchar contra el crimen organizado.

Esta movilización cambió esto y algunos la llamaron la Marcha por la Paz, en honor a la que en noviembre de 1989 llevó a cientos de miles a las calles a pedir el fin de la violencia de Sendero. Aquella vez, ciudadanos de todas las tendencias políticas, colectivos de trabajadores, estudiantes, iglesias, todos, hicieron eco al llamado de Henry Pease al Estado peruano: “No mataras ni con hambre, ni con balas”.

Pero quizás hoy, más bien, debamos recordar las palabras de Gustavo Gutiérrez, el dominico que postuló la Teología de la Liberación y que sobre ese día dijo: “La marcha no resuelve los problemas del país, pero indica que estos pueden resolverse”.Esa tal vez sea la enseñanza que nos debamos llevar después de ver a miles de personas salir a pedir al gobierno que haga algo contra el problema de la criminalidad. Un primer paso sucedió esa tarde, cuando el Congreso votó para censurar al ministro del interior.

La congresista Susel Paredes había trabajado en solitario desde enero tratando de pasar la moción de censura contra Santiváñez, recordando que ya eran más de 1.800 los peruanos asesinados. Ella no había tenido el apoyo suficiente, hasta que la presión de la marcha que se avecinaba y el descontento de la población expresado a causa de ella hizo que muchos congresistas cambiaran de parecer. Finalmente, de los 112 congresistas presentes, 78 votaron por la censura, mientras que solo 11 defendieron al ministro y 20 se abstuvieron. 

La bancada fujimorista votó por la censura y, en gran medida, se trató de una maniobra política, entendiendo que de cara a las próximas elecciones no pueden seguir tomando medidas tan reñidas con el parecer de las mayorías. 

Ya que se ha mencionado la política, es de resaltar que, días antes de la manifestación, los detractores fueron sembrando la idea de que la marcha se estaba “politizando” en un intento de quitarle apoyo y legitimidad. Algunos congresistas llegaron a hablar en tono delirante de que los “caviares” una vez más buscaban destruir el país. Sin embargo, probablemente consiguieron lo contrario, teniendo en cuenta la gran concurrencia. Por otro lado, quienes pensaban que la salida del ministro del interior un par de horas antes de la concentración serviría de disuasivo, se equivocaron, pues la medida no hizo más que darle a la marcha un sentido de celebración por haber logrado un primer objetivo y por la sensación de que después de mucho tiempo la clase política está comenzando a entender que el hartazgo de la población es real. Históricamente, las marchas en el Perú han tenido una capacidad de imponer vetos: a pesar de que no han tendido a ser propositivas, suelen ser efectivas para dejar saber que existe un gran hartazgo.

Una de las pancartas más memorables de la tarde fue una inmensa que decía TODO ES POLÍTICO. Es que, ¿cómo no va a ser político manifestarse contra políticos que se olvidan de hacer políticas públicas a favor de la gente?

Justamente, a propósito de ello, acaba de publicarse en La Nación de Argentina un artículo del constitucionalista Roberto Gargarella con un decálogo sobre el derecho de salir a las calles. En él, Gargarella nos recuerda que toda protesta es política“porque la protesta social implica poner en disputa el sentido de las políticas públicas implementadas (o no) por el gobierno. Al crítico, entonces, habrá que decirle que, mal que le pese, la democracia consiste precisamente en eso: en una disputa en torno al valor de las decisiones políticas que toma un gobierno”.

Es en estos foros públicos de los que nos habla Gargarella donde debemos luchar por la democracia. La política no se trata solo de votar cada cierto tiempo, sino también de manifestarnos públicamente a favor o en contra de cómo se gestiona nuestra vida en sociedad.


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