Los hombres que no hablamos de nuestros sentimientos ¿no somos unos amputados?
Escuchando la nueva temporada del pódcast Radio Ambulante, me he enterado de que una noche de abril de 2022, un tal Antonio salió con su novia a un bar en Bogotá. Luego de un buen rato de que corrieran las copas, Antonio notó que varios hombres rodeaban a su hermosa novia y le pareció que ella se sentía encantada, y que hasta les coqueteaba. Antonio, de pronto, no aguantó la ebullicion y se puso a gritarle delante de amigos y extraños. La novia se quedó congelada de la impresión y, ante tal silencio, Antonio se envalentonó, le gritó con rabia que no lo respetaba y salió del bar hecho una tromba. Antonio caminó y caminó por las calles, y siguió caminando alterado dentro de su casa. Estaba fuera de sí, y lo continuó estando hasta que recordó un anuncio con el que se había topado días antes: “Cuando se sienta celoso o entusado, tómelo con calma. Ahora existe una línea de escucha para hombres”.
Llamó, pero colgó: ¿cómo iba a estar haciendo esas mariconadas de hablar con alguien?
Sin embargo, más pudieron las ganas de descargar su rabia, tristeza e impotencia: volvió a marcar el número y pudo hablar con el especialista que estaba de turno.
Pero luego volveremos con Antonio.
La Línea Calma fue puesta en marcha en diciembre de 2020 por la alcaldía de Bogotá y mientras escribo este texto me entero de que son tantas las llamadas que se reciben desde otros lugares de Colombia, que se la ha proclamado de interés nacional. Otra cosa de la que me entero es que la Municipalidad de Lima tuvo un espacio presencial —no telefónico—, con un objetivo parecido llamado “Oye varón», pero que dicho programa fue cancelado por la gestión de Luis Castañeda en 2015. Es probable que esta decisión se haya debido a la poco saludable costumbre peruana de demoler vestigios de gestiones anteriores, aunque también se explique por la tendencia que tienen muchas autoridades de castigar con justificada saña los delitos por violencia, pero no de colocar al mismo nivel la prevención de los mismos. Por ejemplo, el año 2021 la congresista Silva Santisteban presentó un proyecto de ley “de fomento de nuevas masculinidades” para que el Estado coordine una estrategia trasversal para ayudar a que los varones peruanos puedan repensar su machismo. Dicho proyecto no llegó a debatirse en el pleno, y cuando este año la congresista Ruth Luque quiso volver a presentar esa vision en el actual Congreso, pues no corrió mejor suerte: sus colegas en la comisión respondieron que la violencia contra la mujer debía enfocarse como un tema de salud mental, que el proyecto promovía culpar a los hombres y que, probablemente, lo que se buscaba era incentivar las consultorías de agentes de esa llamada “ideología de género”.
Existe, pues, una propensión a pensar que la violencia contra la mujer es una espada aleatoria, y no el resultado de un sistema transversal de crianza que involucra a hombres y mujeres desde la niñez.
Mientras escuchaba el testimonio de Antonio no pude dejar de pensar en nuestras infancias similares, recordándome oyente involuntario de canciones que culpaban a las mujeres de ser traicioneras y que victimizaban a mis congéneres; rodeado de padres, madres, tíos y abuelos que decían que los hombres no lloran, que hablar con diminutivos es de maricas, que un verdadero varón se guarda los sentimientos y es hermético, como lo eran Clint Eastwood, Stallone y Bruce Willis en las pantallas. Si el ser humano procesa lo que va sintiendo a través de las palabras, que se nos prohiba hablar de nuestros sentimientos es una mutilación, y muy perversa porque no es visible.
Quien no sabe hablar, pega. Incluso, mata.
Es así de sencillo, y horroriza que desde los gobiernos locales, regionales y el central no se promuevan políticas para que los hombres aprendamos a escucharnos, a entender nuestros miedos, rabias y frustraciones y, por supuesto, hacernos entender con los demás.
Al final del episodio me enteré por Antonio de que al día siguiente buscó a su novia, quien, obviamente, le reclamó por cómo la hizo sentir delante de sus amigos. Él le contó que había llamado a la línea de ayuda… y no relataré nada más.
Mejor busque la historia en este enlace.
Y si conoce a alguna de las congresistas que se opusieron a la ley sobre nuevas masculinidades, o conoce a algún político, vecino o amigo que solo pide penas de muerte para los feminicidas y que no escarba más en el conjunto de la problemática, enviésela también.
Todos los hombres latinos nos hemos sentido un poco Antonio alguna vez, y algunos han llevado las cosas muy lejos: yo no tiraré la primera piedra.
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De acuerdo con todo el texto.
Solución:
+Todos los grupos políticas y civiles (Ministerio de la mujer, ONGs d lucha de igualdad d derechos, Defensoría del Pueblo, Iglesia, etc) junto con la «Prensa alternativa» (prensa de los medios masivos no apoyaran) pueden confirmar una campaña para la existencia d una entidad De Apoyo Profamiliar y Familiar (lo llamaría Psicológico pero ya al mencionarlo se quema el objetivo por considerar a los participantes como «enfermos»)
+Iniciativa Privada… Algún aplicativo que cuente con un grupo d Psicólogos, dónde la pareja o uno de ellos se inscriba. El punto aquí es cómo solventar a tal grupo d Psicólogos y cómo atraer más parejas inscribirse al aplicativo?