Nuevas ideas para proteger vestigios históricos y obras de arte
Luis Adawi es conservador de obras de arte y magíster en patrimonio cultural. Actualmente realiza estudios de doctorado sobremuseos y patrimonio en la Universidad de Valencia. Es Jefe de Colecciones en el Museo Pedro de Osma y Gerente en Adawi & Ballesteros. Gestión de Patrimonio Cultural SRL. Y en sus ratos libres, intenta jugar vóley.
“David, Diani, Paul y Ariana colocan sus nombres en color guinda sobre el muro oeste de Ñing An, en Chan Chan”. O:“Detienen a seis turistas por ingresar ilegalmente a una ciudadela inca, provocando la caída de una piedra, y por haber hecho sus necesidades biológicas”. Se podría continuar con una lista enorme de situaciones como estas, que se describen como “atentados al patrimonio cultural”, tal como sucedió en 2018 y 2020 respectivamente en nuestra costa norte y el santuario histórico de Machu Picchu. Sin embargo, la multiplicación de estos hechos que ocurren en distintos contextos y de maneras insospechadas —en todas partes del mundo, además—, no han originado un giro de tuerca sobre estrategias de gestión que minimicen la aparición de actos vandálicos contra la memoria histórica.
La respuesta en automático ha sido el establecimiento de una vigilancia acérrima y la restricción de acceso a los recursos patrimoniales. Y claro, cuando entre otros, la inversión lo permita. Pero, ¿qué hemos hecho los historiadores, los conservadores, los educadores o los arqueólogos con el trabajo hacia el público para atender esta problemática?¿Vamos a limitarnos a colocarle vidrios a buena parte de las colecciones en museos ante una posible acción performática en nombre de la lucha contra la afectación del medioambiente, tal como sucedió el pasado 14 de octubre en la NationalGallery de Londres?
El año 2016, Ediciones Trea publicó un texto bajo el título La difusión preventiva del patrimonio cultural, de Santos Mateos, Guillem Marca y Oreste Attardi, que ponía los puntos sobre las íes en torno a la posibilidad de crear una estrategia de comunicación que favorezca las relaciones entre la visita y los objetos; una relación que, finalmente, abogue por la preservación del patrimonio, pero, sobre todo, por hacer que el público se sensibilice y asuma como propia la problemática de custodia y mantenimiento de las colecciones para hoy y el futuro.
La estrategia descansa básicamente en modificar el contenido y tenor comunicativo para intentar persuadir el comportamiento de los visitantes de predador a protector. Asimismo —y en torno a un discurso que se viene barajando desde hace unas décadas bajo el enfoque de la museología crítica—, pasando de prohibir a explicar, y de esconder a comunicar, con el uso de interrogantes, poniendo siempre por delante la duda y el carácter subjetivo de lo narrado. ¿Cómo sucede esto en la práctica? ¿Qué significa este posible cambio de paradigma en los museos que minimice el riesgo de atentar contra el patrimonio cultural?
Al ingresar a un museo, sobre todo a aquellos de mayor tradición —como son los de Historia y Arte, donde se gestionan colecciones con un valor patrimonial significativo—, lo primero que salta a la vista es el listado de todo aquello que uno no puede hacer, pasando por el uso de la cámara fotográfica y el flash, no tocar los objetos, o evitar llevar una mochila durante el recorrido, entre otros. Esta información, sumada a la presencia de guardias y cámaras de seguridad, constituye una intención comunicativa donde prevalecen las restricciones, se refuerza el concepto de lo sagrado y con ello, la amenaza de tener a alguien respirándote en la nuca por si se te ocurre algún acto de profanación en la casa de las musas. Por supuesto que si sucediera todo lo contrario y se comunicara lo que pudiéramos hacer, reduciríamos las cartelas informáticas a una sola línea: Solo observe.
Hoy en día, limitar el uso del flash en las salas de exhibición es principalmente justificable debido a la molestia que causa la ráfaga de luz entre los visitantes y, en segundo orden, para preservar algunos objetos que pueden ser sensibles a su efecto. Incluso sin el uso del flash, restringir las fotografías puede ser una estrategia para no menguar la venta de souvenirs o, en extremo, la protección de información. En cualquiera de los casos, el cambio de tenor en la comunicación puede hacernos comprender estos motivos y que el público realmente los sepa, favoreciendo la didáctica: “El efecto del flash es como blanquear las acuarelas, o dar un golpe en los ojos al resto de la visita; puede alterar los pigmentos de la obra de Pancho Fierro y molestar a nuestros acompañantes. Dispara las fotos que desees, pero no olvides desactivarlo”. Esta frase podría estar acompañada de un producto visual que contextualice la escena y colocarse en el ingreso a una pinacoteca. ¿Qué se necesita para hacer esto posible? ¿Cómo podemos hablar de didáctica en los museos sin emplear un discurso que explique y dé razones de la gestión de colecciones?
Una de las experiencias de mejor impacto en el público es la visita a espacios restringidos, como los depósitos o los talleres de restauración. En ocasiones, podemos observar algunas actividades que realiza el personal de conservación en las propias salas de los museos, pero por lo general resulta extremadamente distante con la audiencia, sin establecer alguna comunicación ya que se restringe el paso al público. De esconder a comunicar existe una posibilidad de cambio: hay labores sumamente especializadas que los visitantes deben conocer para mejorar esta interacción que hemos comentado entre el público y los objetos. “Abierto por restauración” es un programa que se realiza en distintos monumentos en España y tiene la finalidad de acercarle a la gente la práctica de la conservación. Es importante que conozcamos la labor que el personal de conservación realiza y que hace posible el acceso y disfrute de las colecciones; saber qué tipo de estudios y tratamientos son imprescindibles, el tiempo que demandan o los factores de deterioro que las ponen en peligro son de vital importancia para que se comprenda el esfuerzo realizado y así evitar permitirnos una sopa de tomate sobre una pintura.
Se avecina el foro nacional ¿Qué museos queremos ser?, organizado por el Ministerio de Cultura, que se llevará a cabo en noviembre y diciembre próximos. Este evento nace en el marco de las actividades posteriores al International Council of Museums (ICOM), sobre la nueva propuesta de definición de los museos. Nuevamente entran en el ruedo las ideas de sensibilización, difusión y didáctica. Espero que esta vez nos lo tomemos en serio.
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Muy interesante, efectivamente el público en general necesita una mayor comprensión de la labor de los museos.