Un ensayo sobre la suerte y la desigualdad en tres actos
Cada vez que me encuentro con aquel precioso poema de Marco Martos sobre la patria, me quedo pensando sobre si seguiría eligiendo a nuestro Perú si de mí dependiera escoger el lugar donde nací. No he llegado a una conclusión todavía y probablemente nunca lo haga. Las cavilaciones tienen motivaciones y hoy comparto tres con ustedes.
Acto 1:
Desde hace algunas semanas, muchos andamos más que indignados con una realidad de décadas pero que no hemos querido enfrentar: el abuso a todo nivel al cual están sometidas niñas y adolescentes en instituciones educativas y por maestros pagados con nuestros impuestos. Últimamente, la respuesta de algunas autoridades políticas ha sido lamentable y hasta tuvieron que pedir disculpas —pero continúan en sus cargos. Lo cierto es que lo divulgado sobre lo que ocurre en la selva norte del Perú de manera cotidiana es conocido desde hace tiempo y poco han hecho las autoridades en cualquier nivel de gobierno o en cualquier parte de nuestra región amazónica.
Acto 2:
En el colegio de mis hijas, en los últimos años de la secundaria, uno de los trabajos que el área de personal social les solicitaba era conversar sobre la Reforma Agraria con personas que tuvieran algún tipo de involucramiento con el tema: estudiantes, docentes, estudiosos, afectados, migrantes o miembros de cooperativas. La ventaja para mí de trabajar en Ciencias Sociales fue que tuvimos el privilegio de encontrar y conversar con dos personas ampliamente conocedoras y muy inteligentes. Una de ellas era la nieta de uno de los más grandes hacendados de la costa norte y una de sus frases se me quedó grabada hasta ahora. Ella contaba que antes de la Reforma, siendo una niña, durante el verano viajaba en auto con su familia en lo que era la carretera Panamericana de la época para llegar a la hacienda del abuelo. Viajaban los padres y los varios hermanos y, tomando en cuenta los carros y la pista de la época, se requería pasar la noche en varios lugares, y entre estos estaban las otras haciendas de sus amistades a lo largo del camino. Ella recuerda mucho una frase que su mamá le repetía a sus hijos cuando interactuaban con los hijos de los peones, con el servicio doméstico y con los hijos de los agricultores y jornaleros. Esa mujer, tan privilegiada y tan lúcida, les decía: “Mírenlos bien, porque la única diferencia entre ellos y ustedes es que ustedes tuvieron suerte”.
Acto 3:
Los estudios de movilidad social son escasos en general. Requieren datos longitudinales, es decir, datos de las mismas personas y familias durante décadas. En el Perú, GRADE —una ONG de esas que podrían no gustarle a algunos de quienes detentan el poder hoy— lleva adelante el estudio Niños del Milenio, que viene recogiendo datos de los mismos niños, jóvenes y familias desde el inicio del siglo, pero todavía nos faltan años de evidencia para lograr resultados como los que mostraré a continuación.
El World Economic Forum calcula el Índice Global de Movilidad Social, que presenta un ránking para 82 países evaluados. Los datos disponibles colocan al Perú en el puesto 66, siendo el penúltimo de los países sudamericanos, solo delante de Paraguay. Por otro lado, la OECD calcula cuántas generaciones toma en un país salir de la pobreza. Mientras que en Dinamarca toma 2 generaciones, en Chile tomaría 6 y en Brasil tomaría 9, ambos países más ricos que el Perú.
Colofón:
Volvamos al gran Marco Martos y planteémonos la pregunta de si las niñas peruanas que a diario son maltratadas, violadas, abusadas o golpeadas elegirían volver a nacer donde nacieron.
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Por desgracia, nada pasara.
Esos profesores violadores serán personeros/activistas/propagandistas en las elecciones del 2026. Todos los políticos lo saben. Por eso nadie va a perseguirlos. Y siempre está un Sindicato -el que sea- listo a defenderlos… total, están al día en sus cuotas ¿no?
Tampoco gritarán los conservadores que arman manifestaciones en Lima contra la «ideología de género». Las víctimas son pobres, sin contactos ni lobby que las defienda… encima son awajun y no es políticamente «rentable» defenderlas. Hasta las acusarán de «provocar sexualmente» a sus agresores, desde el miserable prejuicio: «Con mis hijos no te metas… pero estas indias no son mis hijas pues… quizá hasta se prostituyen». Infamia dolorosa y total.