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¿Cómo empoderar y proteger a los verdaderos protagonistas de los diseños indígenas en un mercado global?


Recientemente, durante un conversatorio público, la diseñadora limeña Anís Samanez expresó su descontento debido a que miembros de la comunidad indígena shipibo-konibo se negaron a compartirle de manera gratuita sus conocimientos y técnicas para la moda. En estas declaraciones, que fueron ampliamente rechazadas por organizaciones indígenas y el Ministerio de Cultura, la diseñadora también señaló que, como peruana, tenía derecho a usar aquellos diseños artísticos de la mencionada comunidad amazónica. El incidente pone de relieve una problemática urgente que lleva años en espera: la necesidad de reconocer y proteger el arte y los saberes indígenas en los mercados globales. ¿Qué herramientas existen para lograrlo?

En principio, se trata de un terreno complejo, ya que en Occidente la propiedad intelectual suele centrarse en el individuo o en las corporaciones. Sin embargo, para las comunidades indígenas, el conocimiento tiende a abordarse desde lo colectivo, al ser este un fruto de procesos históricos, culturales, e incluso religiosos. Esta diferencia ha facilitado el llamado extractivismo cultural, donde individuos ajenos a las comunidades se apropian de conocimientos colectivos para un lucro personal, ignorando a menudo la fuente original y acaparando las regalías correspondientes. En el ámbito local, este fenómeno ha tenido consecuencias devastadoras para las comunidades indígenas, ya que su herencia cultural y conocimientos, y elementos esenciales como el arte, la medicina tradicional y el turismo cultural, se explotan sin la debida retribución o reconocimiento. Muchos extractores asumen que el supuesto “pago” o retribución está en hacer famoso al “producto”, pero esta lectura, además de mezquina, no considera que mucho del arte indígena también es cultura viva o patrimonio inmaterial de sus comunidades.

Para hacer frente a esto, diferentes grupos indígenas, junto con gobiernos locales y organizaciones, buscan implementar leyes que protejan el llamado derecho consuetudinario, el cual busca preservar saberes conectados a costumbres y prácticas tradicionales como el arte, la agricultura, la biodiversidad, la música y las plantas medicinales, además de también empoderar a varios de sus agentes para que no ocurran posibles abusos o hurtos de propiedad intelectual. En Perú, debería considerarse un asunto de interés nacional preservar el patrimonio cultural y también el banco genético relacionado con estos saberes. En los últimos años han existido iniciativas para promover el registro de conocimientos colectivos de comunidades nativas, como la Ley 27811, o iniciativas de INDECOPI, pero claramente han sido insuficientes.

En el ámbito internacional, la Oficina Mundial de Propiedad Intelectual de la ONU —WIPO, por sus siglas en inglés— ofrece recursos para promover la legislación consuetudinaria y empoderar a las comunidades indígenas ante los intentos de usurpar sus conocimientos, saberes e innovación. En otros países, existen propuestas legislativas como las discutidas en Guatemala, que buscan proteger la propiedad intelectual y competitividad de los diseños en textiles indígenas.

Este es un tema que requiere un debate amplio y profundo en Perú, un país rico en diversidad cultural. Por lo tanto, es positivo y necesario escuchar los pronunciamientos de artistas indígenas como Sadith Silvano o la organización Chirapaq sobre esta situación. Si bien el reciente escándalo ha partido de un ninguneo de propiedad intelectual, es también necesario mencionar que está conectado con una extensa falta de reconocimiento de derechos y respeto a las comunidades indígenas en conjunto. Por el bien de nuestra sociedad, esto debe cambiar.


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