El fenómeno Bluesky amenaza a X —antes conocido como Twitter— gracias a una plataforma extrañamente libre de debate
Puede que algunos todavía no se hayan dado cuenta, pero en internet se está viviendo la más grande migración digital de estas dos últimas décadas. Cada día, manadas de personas abandonan eso que hoy opera bajo el nombre X —anteriormente, Twitter— y se unen a las filas de Bluesky, una plataforma de interfaz casi idéntica que ha pasado de albergar apenas dos millones de usuarios en febrero de 2024 —cuando abrió por completo sus puertas al público— a celebrar alrededor de veinticinco millones. A ellos se suman periódicos como The Guardian y La Vanguardia, la Federación Europea de Periodistas, clubes deportivos como el Werder Bremen y también toda clase de celebridades y personajes del ciberespacio, desde Jamie Lee Curtis hasta el youtuber y divulgador científico peruano Aldo Bartra (El Robot de Platón).
Los motivos no son pocos ni menores. La mayoría de migrantes señala a Elon Musk como el gran responsable. Desde que el magnate estadounidense compró la empresa en octubre de 2022, suficientes cambios han ocurrido como para espantar a quienes, en palabras de Musk, estamos infectados por el «woke mind virus» (virus de la mente despierta). Severas modificaciones en los criterios de moderación del contenido, nuevos algoritmos, incontables beneficios destinados únicamente a las cuentas premium y la reintegración de individuos antes expulsados por propagar información falsa o mensajes de odio —léase: Donald Trump, el misógino Andrew Tate o el ultraconspiranoico Alex Jones— han provocado el único resultado posible: convertir a X en el refugio de los radicales de derecha. Allí, en honor a una mal entendida «libertad de expresión», se les otorga una vitrina a través de la cual vomitar mentiras y rabia cuantas veces quieran al día, todo en complicidad de un Musk que, no contento con aplaudirlos, en los últimos meses se convirtió en uno de los abanderados más entusiastas de la campaña presidencial de Trump.
La migración a Bluesky es un hecho y, por supuesto, no faltan las críticas de aquellos que califican a la plataforma de aburrida echo chamber (cámara de eco): un espacio en el que los usuarios —progresistas, en su mayor parte— encuentran ideas que solo refuerzan y amplifican sus propias creencias, disminuyendo prácticamente a cero la probabilidad de generar debate.
A mi gusto, aquello que desde X se subraya como defecto es en realidad su mejor virtud. Tal cual las palabras «libertad» y «tolerancia» llevan buen tiempo distorsionadas, justificando agresiones racistas, misóginas y homofóbicas en la web, aquel antiguo ideal del «sano debate» hace mucho que no aparece en el horizonte. Los choques de opiniones que vemos en X —y que se replican en videos de YouTube titulados «¿Pueden 25 universitarios liberales ganarle a un conservador?»— andan demasiado alejados de esos valores que uno desearía subyacentes a cualquier intercambio de argumentos: el respeto y, ¿por qué no?, la búsqueda de un sentido común que permita encauzar tal ejercicio sobre cierto entendimiento compartido acerca del mundo. Las redes sociales —X, en particular— están diseñadas para todo, menos eso. Polarizar, radicalizar, enfurecer y enfrentar a los humanos es la estrategia que más les funciona en su carrera por multiplicar utilidades. Esperar un «sano debate» es, cuando poco, tristemente cándido.
Bluesky, por su lado, aún no ofrece ni la claridad ni la transparencia que uno quisiera sobre lo que pasa detrás de bambalinas. Si hablamos de financistas, no pinta bien encontrar entre ellos a empresas vinculadas a criptomonedas y a tecnología blockchain,los mismos rubros que tanto le gustan a Elon Musk y que en cierta medida lo ayudaron a juntar el capital necesario para comprar Twitter. No hay que olvidar que Bluesky fue un proyecto piloto que nació al interior de aquella empresa y que fue gestado por su mismo fundador, Jack Dorsey.
En el universo de las redes sociales, no hay nada más peligroso que el optimismo.
No obstante, al menos de momento, la experiencia dentro de la plataforma sí que hace pensar en un cielo azul, con feeds que al fin muestran las publicaciones en orden cronológico y participantes que aborrecen la idea de gastar su día en peleas virtuales. No sabemos cuánto dure, ni tampoco cuánto tardarán los ultras en burlar los filtros y mecanismos de censura de Bluesky, pero hasta entonces vale la pena disfrutar de una sana falta de debate y de ese «virus de la mente despierta» que tanta ira le provoca a los más necios de X.
¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!
Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.