Reformar la policía: peligro y posibilidad


Prepárense para los problemas, y más vale que teman.


Empecemos dándole crédito a Francisco Sagasti: su Mensaje a la Nación de ayer fue un giro saludable con respecto a sus declaraciones anteriores. 

            Si el sábado hablaba de “malos elementos” y pedía esperar el resultado de las investigaciones, el lunes pasó al retiro a 14 generales de la Policía Nacional y anunció que Servir y la Contraloría estarían echándole ojo a su manejo administrativo (hasta acá escucho los gritos).

            Es un primer paso, y me parece bien que Sagasti lo haya dado, asumiendo los riesgos que esto implica.

            Ahora vayamos a los problemas (y más vale que teman).

            1. La reacción de la policía probablemente sea negativa. Esta ya estaba con el espíritu de cuerpo inflamado, y esto quizá les dé en la yema del odio: creerán quizá que es un atropello, que no se les puede descabezar así, que están vulnerando su autonomía y que su única salida es dar una respuesta cerrada y contundente.

            Sin embargo, creo que el punto sobre la temporalidad de la reforma policial se mantiene: era ahora o nunca. Y el punto sobre la legitimidad política del gobierno, también: mientras más demoraban en ejecutarlo, más cómplices se veían. Por ese lado, el costo político de alienar a la policía me parece mucho menor al costo de protegerla y llevarse bien con ella.

            2. La pregunta no es entonces si la respuesta de la policía será negativa, sino qué tan negativa será. ¿Hasta dónde pueden llegar? 

            Aquí hay un riesgo: el grueso de la policía no sabe leer las cosas políticamente. Eso se aprecia tanto en sus documentos internos sobre protestas sociales –donde ningún actor tiene intereses legítimos: solo suman delitos– como en sus actuaciones recientes. 

            Esta ausencia de pudor político los hace ir por la vida degradando el nombre de su institución, hasta llegar al 10 de noviembre del 2020. Un mínimo de prudencia y de cálculo político de sus líderes los hubiese hecho alejarse un poco de Manuel Merino  –mantener un distanciamiento social– en lugar de amarrar su suerte a la de él y dirigirse al abismo institucional.

            ¿A qué voy? A que, como la policía no mide el costo político de sus acciones, puede ser capaz de hacer cosas que no se condicen con su actual situación de debilidad y desprestigio… como una huelga policial. Una medida extrema y tan peligrosa como ridícula: sería fácilmente leído como un chantaje, y la policía obtendría aún más rechazo del que ya tiene ahora. Solo que a la policía no le importan estas cosas.

            3. Las varias medidas anunciadas por Francisco Sagasti ayer son un punto de partida. Por supuesto, como todo en el Estado peruano, el problema no es la concepción sino la ejecución. ¿Qué tan factible es entonces que puedan ejecutar todas a la vez? Mejor dicho, ¿cuánto interés y cuántos recursos está dispuesto a darle el nuevo Ejecutivo a la reforma policial, aunque no quieran usar la palabra reforma porque se les achicharra la lengua?

            Lo que sospecho es que, como en todo intento de reforma, las trabas vendrán a montones. Lo mismo ocurrirá con el intento de sanción a los polícias responsables de uso excesivo de la fuerza y de violaciones a los derechos humanos (¡ah!, los noventa nunca se fueron del todo).

            Por tanto, el nuevo Ejecutivo –y el Partido Morado, por extensión– tendrá que dedicar una buena cantidad de tiempo, esfuerzo y personas para que su proyecto de reforma no sea estropeado por aquellos que solo quieren que nada cambie. Dado el tiempo que tienen –solo ocho meses– quizá sea el único gran proyecto al que puedan abocarse. 

            Si tienen éxito, estoy seguro de que nadie los felicitará. Les dirán que esa era su chamba, que para eso estaban ahí, que era lo mínimo que podían hacer. Recién con el paso de los años alguien se los reconocerá.

            Pero si fracasan, se los repetirán día tras día, noche tras noche, y también domingos y feriados porque estaremos en plena campaña electoral. La izquierda dirá que fueron cómplices de la impunidad y la derecha dirá que degradaron a la policía a cambio de nada.

            En todo caso, es mejor la ingratitud al apanado.

* *

            Quiero hacer finalmente un comentario ya no tan policial, y es sobre los vaivenes del Partido Morado. Hace unos meses, podía afirmarse que Julio Guzmán cambiaba de postura con la misma velocidad con que cambiaba de bóxer. Pero luego, esa característica se hizo extensiva al Partido Morado. Su problema no me parece de principios, porque los tienen, sino de táctica: hacen una cosa, entienden que midieron mal, corrigen, entienden que midieron mal de vuelta, vuelven a corregir.

            Pero, la verdad, no me parece del todo mal. Sí, parecen faltos de firmeza, pero me parece magnánimo poder reconocer los errores, y me parece mucho más sabio –y beneficioso para el país– corregirlos persistir en ellos.

            Pongo de ejemplo a Alan García, quien blindaba a los efectivos que cometían abusos y hasta volvía ministros a los que lo ayudaban a sustraer pruebas. García, que nunca admitió responsabilidad alguna en el Baguazo y pasó los días siguientes paseándose como el Rey Momo, sin ningún tipo de remordimiento.

            García es el mejor ejemplo del político peruano de los últimos 20 años: sordo, terco, envanecido, que ni escucha ni rinde cuentas a nadie. Así entendían la autoridad: yo mando, tú miras.

            A eso, prefiero la debilidad morada. Con lentitud o torpeza, pero tienen la capacidad de escuchar y enmendar. Por supuesto, puede ser contraproducente y hasta exasperante, pero me parece preferible para el país un Sagasti que corrige sobre la marcha –como lo hacía Guzmán, como lo hacía su bancada– a un García pedante y envanecido que no corrigió nunca.

5 comentarios

  1. zeta

    El presidente midió cómo iba la situación y siguió lo que se pedía (si bien como dice usted, no tan directo al hablar). Definitivamente es preferible que lo intente y bien a que no haga nada, por ahora se sigue observando

  2. Victor Huertas

    Es propio de un carácter çientifico corregir sobre la marcha.

  3. SILVIA GAMEZ

    Aunque el presidente no diga la palabra REFORMA que tanto quieren que se diga, ya con los que está tratando de hacer se entiende que es una reforma de la policía y esperemos que las cosas se hagan bien

  4. Ana Ibarra Pozada

    AGP es un narciso, jamás iba a reconocer sus debilidades, demasiado ego, insoportable.

  5. Luis Jose Zapata Bobadilla

    Me parece muy buen punto de vista. Pero hay que ver que el partido morado no le pase lo mismo que a PPK (que por andar reconociendo sus errores, quede como un incapaz ante los ojos de los fanatizados que creen que sus líderes son impolutos).

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