Rabia en el día del amor 


Una invitación a leer “Angrynomics”, o la economía alrededor de la rabia


Manejar en Lima genera una serie de sentimientos negativos. Muchas veces respiro hondo hasta que llega ese momento de gran deseo de estar en una pista de carros chocones, independientemente de con cuánta paz y descanso he salido de mi casa. A veces, bastan diez minutos para que la buena onda se pierda hasta el día siguiente. ¡Qué rabia! Y creo que es la exclamación correcta para evitar la censura de nuestro editor.

Pero la rabia se siente en varias otras interacciones cotidianas: desde las absurdeces de trámites hasta las diatribas, con y sin censura, que se leen en las redes sociales. Es imposible evitar pensar si se trata de un tema de la polarización causada por los algoritmos de las redes sociales o si hay algo más profundo y humano en el tema.

Con respecto a lo segundo, a nuestra ayuda viene un libro que les invito a leer: Angrynomics La economía y el descontento social actual, como ha sido traducido al español. Angrynomics fue publicado en 2020 y Eric Lonergan y Mark Blyth, sus autores, buscan darle sentido a lo que, de otro modo, podría ser considerado solo una emoción primitiva: la rabia. Ese sentido, de acuerdo a los autores, proviene de la desconexión que sentimos entre nuestra vida cotidiana —en la cual cada vez trabajamos más, tenemos menos tiempo libre e igual nos sentimos vulnerables— y aquella disfrutada por los extremadamente ricos. 

Para explicarlo, los autores elaboran una respuesta desde un enfoque de la economía política. Ellos parten criticando a la ciencia económica preocupada por la eficiencia que coloca poca atención sobre quiénes obtienen qué parte de los bienes y servicios producidos y el por qué de la distribución resultante. Las respuestas a estas preguntas suelen abordar la identificación de quién detenta el poder y cómo lo ejerce. 

En el mundo actual, de acuerdo a los autores, la política se ha convertido en el salón de baile de quienes controlan más riqueza, y si la riqueza extrema está en pocas manos, resulta que las decisiones sobre quién obtiene qué, terminan favoreciéndoles. Esto se acompaña de partidos políticos que ya no representan intereses del capital o del trabajo, con lo que las diferencias entre derecha e izquierda se tornan irrelevantes. Entonces, ¿cómo los políticos ahora motivan a los votantes? Lo hacen a través del miedo a enemigos creados y que poco tienen que ver con las alineaciones anteriores de derecha y de izquierda. 

Aquí es donde entra a tallar la rabia, para lo cual los autores identifican varios tipos de ella. La primera distinción es sobre la rabia pública y la privada, que es más personal. La rabia pública, a su vez, tiene una dimensión moral, pero también otra dimensión más primaria y tribal. La dimensión moral, blandida como insignia de honor, podría ser, por ejemplo, las protestas sobre la denominada repartija de puestos el Tribunal Constitucional en 2013. La gente se molestó lo suficiente como para protestar y buscar que los políticos corrigieran su conducta. Ese es el valor positivo de la rabia con dimensión moral: busca que se corrija lo que es percibido como un error. La otra dimensión de la rabia en el ámbito de lo público es la emoción negativa que busca dominar y destruir al otro, es así una molestia que te regresa a la tribu: no hay error que corregir, sino eliminación del contrario. El actual contexto de denuncia-que-te-denuncio se parece a lo segundo.

Para los autores, el reto que hoy tienen los políticos es escuchar la dimensión moral de la rabia para corregir, pero sin incitar la dimensión tribal destructora. Y lo que queremos es corregir la manera en que los mercados funcionan, de tal modo que se reduzca la acumulación de riqueza en pocas manos, y gestionar las incertidumbres que surgen de los cambios tecnológicos y de los cambios demográficos. 

La argumentación de estas ideas poderosas se organiza en un libro compuesto de diálogos. De particular interés para mí fue el tercero, donde se narra una historia del capitalismo a partir del símil entre hardware y software y cómo la versión 3.0, la actual, todavía no tiene el ajuste requerido para reducir la rabia de cualquier tipo.

Hoy, que se celebra el Día del Amor y la Amistad, recomiendo esas reflexiones para que San Amargo no venza a San Valentín.


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