¿Quiénes somos amigos?


Una reflexión sobre la amistad, esa inexplicable relación entre humanos 


La escritora Hanya Yanagihara considera que la amistad puede llegar a ser la relación menos valorada de nuestras vidas ya que no depende ni de la ley, ni de la sangre, ni del dinero: se trata, más bien, de un acuerdo tácito basado en el afecto.

Esta semana en que celebramos el Día de la Amistad me ha tocado pasar el tiempo con amigos muy queridos, y recordar el significado de estas palabras. En estos tiempos violentos e inciertos, nos hacen mucha falta esas personas que, como decía Ribeyro, “conocen la canción de tu corazón y pueden cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra”.

Entre las celebraciones a la amistad de estos días también se realizó la reunión presencial de nuestro equipo de Jugo de Caigua, en la que tuvimos la oportunidad de conocer a varios de nuestros lectores y profundizar en la amistad que comenzamos gracias a Gustavo Rodríguez, creador de este espacio, y a quien debo agradecer por los hermosos amigos que he hecho aquí, una relación que se mantiene a la distancia gracias a nuestras reuniones editoriales de los sábados a través de Zoom. Las nuevas tecnologías han hecho posible hacer amistad con personas a las que no tenemos cerca físicamente: tan fuerte es la capacidad humana de crear vínculos.

En aquel encuentro con parte de nuestra comunidad en la librería El Virrey confesé que, al principio, no me fue fácil afrontar la rutina de escribir un artículo cada viernes o sábado para que se publicara el domingo y, también, que si no hubiera sido por la amistad que se fue desarrollando semana a semana en nuestras reuniones editoriales no sé si hubiera tenido la fuerza para continuar. Jugo de Caigua comenzó en plena pandemia y este espacio se convirtió, en mi caso, en un ancla en tiempos inciertos.

Entre las muchas conversaciones que he tenido en estos días, recuerdo una, entre copas, en la que Dante Trujillo nos recordó a mí y a Gustavo una interpretación de una frase de Ribeyro, según la cual, la amistad es una relación basada en la admiración mutua, un camino de ida y vuelta. A pesar de estar de acuerdo, confieso que esta idea no se me hace suficiente. En ese momento mis interlocutores discreparon conmigo, aunque Gustavo acotó que la admiración no tenía que deberse necesariamente a grandes logros, pues hay muchas razones para admirar en alguien, desde la amabilidad hasta una serena presencia.

No obstante, seguí pensando que la definición no me satisfacía. El lunes previo había almorzado en casa de mi madre con un grupo de amigas suyas que se refieren unas a otras como las “amigas del arte” y, si bien entre ellas hay pintoras, una escultora, fotógrafas y una escritora, lo que comparten en realidad es su amor por las expresiones artísticas en todos los aspectos de la vida.

Ellas son amigas desde hace unos cuarenta años, a pesar de no haber sido compañeras de estudios, ni de haber trabajado juntas —aunque algunas sí han compartido  proyectos artísticos—: ellas simplemente se fueron juntando y con los años han ido incorporado a hermanas e hijas; y, a pesar de que algunas ya no están con nosotras, el ritual que comenzó con almuerzos, cafés y paseos sigue activamente en WhatsApp. 

En ese almuerzo volví a encontrarme con la hija de una amiga de mi madre, a quien conocí ya de grande. Con ella he compartido poco fuera de este grupo de mujeres entrañables, pero ese poco ha involucrado tránsitos importantes: nos casamos casi al mismo tiempo, nuestros hijos son contemporáneos, y además compartimos amigos.

Ese día me invitó a ir a la playa con una muy querida amiga en común y así compartí lindos momentos con ellas y con otras amigas que se fueron sumando, sin ningún plan ni organización. Amigas de toda la vida, amigas del colegio, amigas de mis amigas, y amigas nuevas que se han sumado en este año.

Durante esas horas aprovechamos para reflexionar sobre la amistad y sobre qué es lo que hace que ese vínculo tan especial crezca y se desarrolle. Cuando recuerdo a mis amigos idos también recuerdo a Ribeyro cuando decía que un amigo es dueño de una gaveta escondida en nuestro ser, de la cual solo él tiene la llave y que, una vez ido el amigo, queda para siempre cerrada. Esto ocurre algunas veces cuando nos alejamos de los amigos, quizás porque ya no somos los mismos, o quizás porque —como nos recordó Alberto de Belaunde en un artículo reciente— nos damos cuenta de que ya no tenemos nada en común.

A veces nuestros amigos mueren y esas gavetas quedan cerradas. Su muerte se ha llevado para siempre un pedazo de nosotros mismos y en esos casos nos quedan sus hermanos o sus parejas, que, al igual que nosotros, han quedado de alguna manera huérfanos y, sobre todo, los amigos de nuestros amigos, y no queda más que acompañarse mutuamente ante esas ausencias.

Los amigos también son esa familia que elegimos, quizás porque estamos lejos, o porque en algunos casos las familias nucleares no aceptan a quienes son diferentes, algo que se ve mucho en las comunidades homosexuales o trans, que construyen nuevas familias con amigos.

Al final los amigos, me parece, no son solo las personas con quienes nos une una admiración mutua, sino también aquellos que nos aceptan tal como somos, sin cuestionarlo; quienes nos dan espacio para serlo, quienes están ahí en los momentos hermosos de la vida, con quienes la celebramos, y quienes nos abrazan cuando la vida a veces duele tanto.

Un amigo es quien te da la mano cuando estás caído, sin esperar nada a cambio; quien tiene una risa y una palabra amable para regalarte cuando todo parece haber oscurecido.  Como escribe Yanagihara: “La amistad es el milagro de encontrar a otra persona que hace que este mundo solitario parezca, de alguna manera, menos solitario”.

Así que esta semana de la amistad abracen a sus amigos.

Y, si les parece pertinente, compartan con ellos este artículo.


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