¿Quién le pone el cascabel al metro?


La insólita postura de la alcaldía de Lima con la línea 2 es parte de un síntoma más grande 


La imagen aparece cada cierto tiempo en redes sociales y parece un sueño: es el mapa de Lima Metropolitana y el Callao, pero atravesada por distintas líneas de colores. Seis, para ser preciso. Se trata de la imagen que ilustra lo que se espera alguna vez sea el sistema del metro de Lima y Callao. Si no lo han visto, les comparto aquí esta maravillosa fantasía:

La línea 1 es representada por el color verde. Viaja desde San Juan de Lurigancho hasta Villa El Salvador. La línea 2 es representada por el amarillo. Viaja desde Callao hasta Ate Vitarte. La línea 3 es representada por el celeste. Viaja desde Comas hasta Santiago de Surco. La línea 4 es representada por el rojo. Viaja desde Ate Vitarte hasta Callao. La línea 5 está representada por el rosa. Viaja desde Santiago de Surco hasta Villa El Salvador. La línea 6 es representada por el violeta. Viaja desde Los Olivos hasta Surco. Hilos de colores por toda la ciudad, como cuando uno ve un mapa de Nueva York o, para no irnos tan lejos, de Santiago de Chile.

Les confieso que más de una vez me he quedado fantaseando con ese mapa. Por ejemplo, si el sistema hubiese estado completo hace un par de décadas, para ir a la Universidad Católica, donde estudiaba, tendría que haber tomado la línea 3, en la estación Benavides, hasta la estación de la Arequipa, y ahí hubiese cambiado a la línea 6 hasta la estación de la Universitaria. Cuando estuve en el Congreso podría haber tomado la línea 3, desde Angamos hasta la estación Plaza de Armas. ¿Cuánta gasolina, tiempo y estrés me hubiese ahorrado?

De esas seis líneas trazadas, hoy solo funciona la línea 1, cuya construcción tomó varias décadas desde que fue anunciada. Con la línea 2, este año cumpliremos una década desde que se iniciaron las obras a finales del 2014. En cálculos peruanos, eso quiere decir que la línea 2 se inició hace siete presidentes y dieciséis ministros de Transportes. Y vaya que ha tenido diversos problemas en su construcción. El más reciente de ellos es la inverosímil resistencia de la Municipalidad de Lima a que las obras del metro en el centro de la ciudad se realicen de acuerdo con lo planificado.

Si bien se anuncia que la línea 3 avanza en su planificación, lo cierto es que ni esa ni las otras líneas están en construcción. Y tampoco empezarán a construirse pronto. Con este ritmo y esos problemas, ¿llegaremos a tener vida para ver las seis líneas en funcionamiento?

Un sistema de transporte moderno es un gran facilitador para el disfrute de derechos de las personas. Además de proporcionar un medio digno de transporte, permite que las personas tengan más tiempo libre para ellos, accedan a oportunidades, y disfruten más de la ciudad. También permite que la ciudad sea más competitiva, impulsando industrias claves como la del turismo. No es necesario que desarrolle mucho los beneficios, todos los conocemos o los intuimos.

Es por eso que impresiona, en medio de este ritmo parsimonioso de construcción, el poco interés político que se muestra en torno a este proyecto. Es una obra muy tangible que beneficiaría a casi toda la ciudad, la gente está harta de perder el tiempo y arriesgar la vida en el sistema actual, la planificación macro ya está hecha… ¿entonces? ¿Por qué no se oye a ningún político prometiendo acelerar el proceso, planteando alternativas para su construcción, invitándonos a soñar con un sistema moderno y rápido en un horizonte razonable de tiempo?  

Es como si el proyecto no tuviese ningún interés público. O como si estuviésemos condenados a la forma en que se viene ejecutando, sin posibilidad alguna de acelerar las cosas. De verdad, más allá de quejas esporádicas y mensajes en redes, ¿no hay nada concreto que se pueda plantear? ¿Nadie está interesado en comprarse el pleito y capitalizar esto? Si desde la política no salen alternativas, ¿qué tiene que decir la academia, los gremios empresariales y los medios de comunicación? Rompamos de una vez con esta inercia propia de la peor hora punta en la ciudad y cambiemos el estado de cosas actual. Caso contrario, el gráfico compartido al inicio del artículo seguirá siendo un sueño por varias generaciones más. 


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