¿Quién es María Sumire? 


Y por qué tenemos una visión muy limitada del país 


En la ciudad de Nueva York se iba a inaugurar el foro de cuestiones indígenas en la sede principal de las Naciones Unidas: representantes de todas partes del mundo se congregaban para discutir sobre temas de cambio climático, flora y fauna, derechos humanos, salud pública. La ceremonia estaba pronta a iniciarse en la Asamblea General, en el salón principal, donde cada país miembro tiene una sección asignada. Pero en medio de un recinto lleno, había un gran vacío: los asientos para el gobierno de Perú.

Luego de decenas de muertos en los Andes, arrestos arbitrarios, campañas de desinformación y falta de justicia, el actual régimen peruano ha preferido evitar posibles protestas o discusiones en un contexto tenso para el país, en el que además se suman la inestabilidad política, el alza del crimen y las acusaciones de corrupción. En contraste, en la ONU se encontraban presentes diferentes representantes de organizaciones indígenas de los Andes y la Amazonía. Entre ellos estaba María Sumire, excongresista peruana y una de las primeras personas en juramentar a su cargo en quechua. 

Hacía años que Sumire no volvía al foro indígena de la ONU, pero ella recuerda que cuando lo hizo siendo congresista hace más de diez años, la misión oficial peruana ni siquiera fue a recogerla al aeropuerto, a pesar de ser una autoridad electa. En cierto modo, los desplantes no eran anómalos en su vida profesional: el día de su juramentación como congresista le tiraron monedas, y también le hicieron problema al momento deafrontar la ceremonia en su lengua materna quechua. Pero más allá de aquellas trabas, Sumire fue una pionera en abordar el tema de los derechos lingüísticos como un factor para generar una sociedad más democrática y equitativa. En 2011 se aprobó en el Congreso la Ley de Lenguas, impulsada por ella, la cual sentó las bases para la posterior creación de la Dirección de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura y la necesidad de diferentes políticas públicas, incluida la capacitación de intérpretes en varias de las 48 lenguas originarias que existen en el Perú. Antes de ello, Sumire se graduó como abogada y con esos conocimientos apoyó procesos de defensa territorial de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco, en especial en su natal provincia de Canas. Ella me comentaba que una de las razones que la impulsó a estudiar derecho fue haber presenciado muchas injusticias contra miembros de su comunidad campesina, y también estar familiarizada con los movimientos rurales en donde su padre, Eduardo Sumire, había ejercido posiciones de liderazgo.

Desde que terminó su gestión como congresista en 2011, Sumire ha seguido involucrada en diferentes organizaciones sociales y de apoyo a mujeres indígenas. Sin embargo, en la capital peruana esas gestiones y presencias han pasado desapercibidas. A pesar de su experiencia y estudios, los canales de televisión no la llaman. Los periódicos no la convocan para artículos de opinión en áreas que ahora son parte de la coyuntura y que son justamente de la especialidad de Sumire. Se invita casi siempre a los mismos señores de un puñado de distritos de la capital. 

Perdernos de voces con expertise y capacitación que se gestan desde diferentes partes del Perú limita nuestras perspectivas para entender el país y las diferentes agendas sociales y necesitadades que se gestan más allá de Lima. Consciente de ello, Sumire está trabajando actualmente en un libro de memorias para que quede un archivo de su labor y se refuerce la representatividad de líderes indígenas como ella.  Y, ahora que está de vuelta este año en la ONU, también espera conectar con las nuevas generaciones y organizaciones que quieren imaginar un país distinto, con un panorama más amplio de nuestra sociedad. 


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