Un paseo por algunas de las canciones en español que se convirtieron en himnos queer
La música tiene una gran capacidad para hacer que nuestras mentes viajen, lo que la convierte en una gran compañera para quienes anhelan más libertad que la que sus vidas cotidianas les ofrecen. En el caso de las personas LGBT+, hay también una búsqueda de expresión y celebración que la vuelve un elemento central de la identidad colectiva, haciendo que muchas canciones terminen convirtiéndose en verdaderos himnos.
Pero, específicamente, ¿qué hace que una canción se vuelva tan emblemática en la escena queer? ¿Es cuestión de ritmo, de contenido de la letra; o tiene que ver con la persona que la canta? Si observamos las canciones que han alcanzado ese estatus de himno para la comunidad LGBT+ notaremos que no hay una respuesta clara. Hagamos un pequeño paseo para conocer algunas de ellas.
Una de las primeras que me vienen a la mente es ‘Todos me miran’ (2006). Es difícil mantenerse indiferente cuando este tema de Gloria Trevi suena en discotecas o fiestas LGBT+. Y suena mucho, pues es pegajoso, bailable y cuenta una historia de superación, donde la intérprete hace frente a la discriminación para vivir plenamente una identidad diversa. “Y me solté el cabello, me vestí de reina/ Me puse tacones, me pinté y era bella/ Y caminé hacia la puerta y te escuché gritarme/ Pero tus cadenas ya no pueden pararme/ Y miré a la noche, ya no era oscura, era de lentejuelas”. En una entrevista, Trevi señaló: “Me identifico con la canción porque (al escribirla) pensé en la sociedad que me señalaba. Nace con un amigo mío que es gay y me contó el rechazo que vivió con su familia. Yo sabía lo que era ese sentimiento de ser rechazado por quien tú amas, y pensé que esa historia la tenía que contar”. Es fácil entender que se convierta en un himno, pues además de permitir mucha libertad en la pista de baile, su letra incluye varios elementos que caracterizan el activismo LGBT+: alegría, empoderamiento, valentía.
Pero no todos los himnos son bailables. ‘Mujer contra mujer’ (1988), del grupo español Mecano, se convirtió en un emblema para las mujeres lesbianas y bisexuales. La balada pop, de ritmo lento y nostálgico, dice en la voz de Ana Torroja: “Nada tienen de especial/ Dos mujeres que se dan la mano/ El matiz viene después/ Cuando lo hacen por debajo del mantel”. Fue un éxito inmediato y se quedó en el imaginario de la comunidad. Por ejemplo, catorce años después de su publicación, sonó en la Plaza Francia, en el evento de cierre de la primera Marcha del Orgullo del Perú (2002). Fue interpretada por la cantante nacional Jessica Ballón junto a una artista mexicana invitada ante unos pocos centenares de valientes. Ese mismo año, también sirvió como título para un programa radial de vida efímera a cargo del Movimiento Homosexual de Lima. “Un amor por ocultar/ aunque en cueros no hay donde esconderlo/ lo disfrazan de amistad/ cuando salen a pasear por la ciudad”. En una entrevista de 2020, Ana Torroja recordaba: “Yo tenía dudas, decía ‘oye, ¿pero están seguros, seguros de que la gente lo va a entender o les va a gustar? ¿No nos van a lanzar piedras o yo qué sé?’ (…) Al contrario, se convirtió en un himno desde el principio, era como si alguien hubiera estado deseando llevar una bandera que le hiciera sentir orgulloso y orgullosa”.
En algunos casos, las canciones no estaban dirigidas específicamente al público LGBT+, sino que planteaban un tema en abstracto, como la libertad, la autoestima, la aceptación. Al resonar con la realidad o aspiraciones del colectivo, terminaron convertidos en himnos. Esta apropiación a veces es tan exitosa que hace que esas canciones hoy se escuchen como si siempre hubiesen sido pensadas para la comunidad. El caso más conocido es el de ‘A quién le importa’ (1985),del grupo español Alaska y Dinarama, luego con un popular cover de la cantante mexicana Thalía (2002). “Mi destino es el que yo decido/ el que yo elijo para mí/ ¿A quién le importa lo que yo haga?/ ¿A quién le importa lo que yo diga?/ Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”. En una nota sobre himnos LGBT+ publicada en el diario El País se le considera el más emblemático y se cuenta un poco de su historia: “Han pasado tres décadas y nadie ha conseguido desbancar este clásico de Alaska como la gran canción gay en español. Compuesta por Carlos Berlanga, cuentan que al terminarla anotó a pie de página ‘éxito seguro’, pero que jamás pensó que se convertiría en un himno. Con una letra considerada como una de las mejores sobre afirmación personal jamás escritas, sigue tan vigente como el primer día, ya que aún hoy hay que lamentar episodios de intolerancia y agresiones homófobas”. La nota cuenta que en 2017 esta canción fue el tema oficial del WorldPride Madrid, el evento anual del orgullo LGBT+ más grande del mundo.
En otros casos, las canciones son resignificadas. Es decir, originalmente no fueron pensadas para tratar algún tema relacionado directa o indirectamente a la diversidad sexual, pero la comunidad LGBT+ se apropió de ellas y le dio un significado distinto. Ese es el caso de ‘Se me fue’ (1988), de Myriam Hernández, cantante chilena con una propuesta artística muy tradicional y conservadora. La letra tiene como inspiración la muerte sorpresiva de la abuela de Hernández, a los 60 años, sin que la intérprete pudiera despedirse de ella. En una de sus crónicas radiales, el escritor Pedro Lemebel, también chileno, contaba que las travestis latinas en Nueva York solían entonar mucho a la cantante en sus espectáculos en las discotecas gays, y ‘Se me fue’ se convirtió en un homenaje a las personas que habían muerto de sida. “Se me fue tan natural/ Como el río al mar se va/ Se me fue de aquí a la eternidad/ Yo no sé si me extrañó/ Si al final me perdonó/ Solo sé que ya no está/ Lo que es peor/ No volverá”.
A veces el hecho de que algunas canciones se conviertan en himnos tiene poco que ver con la letra, y más con quién la canta (y cómo la canta). Es el caso de varias de la recordada diva italiana Raffaella Carrá. Una adelantada a su época. Ritmos pegajosos, letras llenas de alegría, coreografías divertidas, y ella dándolo todo en cada presentación, rodeada de bailarines hombres que no ocultaban una estética bastante queer. Todo en ella gritaba libertad. Por eso siempre son bienvenidas canciones como ‘Hay que venir al sur’ (1978), que nos convence de que “Para hacer bien el amor hay que venir al sur/ Lo importante es que lo hagas con quien quieras tú”; o ‘Fiesta’ (1977), donde exclama “Fiesta, qué fantástica, fantástica esta fiesta/ Qué fantástica, fantástica esta fiesta/ Esta fiesta en la que descubrí su amor”. Mención especial merece ‘Lucas’ (1978), donde el chico que le gusta claramente es gay y ella no se da cuenta: “Porque una tarde desde mi ventana/ Le vi abrazado a un desconocido/ No sé quién era, tal vez un viejo amigo/ Desde ese día nunca más le he vuelto a ver”. En la canción no hay escarnio ni juicio moral hacia Lucas, la atención se centra en lo despistada que resulta la cantante al no captar la realidad. En una de sus últimas entrevistas, Raffaella Carrá dijo: “Mis canciones no hacían daño a nadie. Quitaban del medio muchos prejuicios de gente que no entendía que una vida es una vida cuando tienes libertad”.
Por su puesto la lista es más grande y diversa, como pueden ver en este playlist de Spotify —Himnos queer (en español)— que armé mientras escribía el artículo. Y si quieren escucharlas rodeados de alegría y muchos colores, pues están de suerte: estamos en pleno mes del orgullo LGBT+ y en algunas semanas se realizarán las famosas y orgullosas marchas. Sí, marchas, en plural, porque no solo se realizan en Lima, sino en más de veinte ciudades del país. La de la capital será el sábado 1 de julio, y para conocer los lugares y fechas de las demás pueden visitar la página de Facebook del Colectivo Marcha del Orgullo, donde irán publicando la información ciudad por ciudad.
Así no sean parte de la comunidad, la marcha, como la música, acoge a todos los que buscan más libertad. Lleven zapatos cómodos para bailar.
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Interesante artículo. La música no solo divierte, también es posible que nos traiga un mensaje y cuando el mensaje es potente, la combinación diversión y mensaje pueden convertirse en himnos o banderas de poder.
¡Pero qué paseo por el Boulevard de los Recuerdos! Ya casi a dos años de su partida, siempre que pienso en Raffaella Carrá aun me lleno de alegría y mi humor cambia para bien… y estoy seguro que sus performances inspiraron a muchas Drag Queens hoy.