Pobreza y salud mental


¿Las situaciones de privación incrementan el padecimiento de síntomas depresivos?


Nicolas Barrantes es magíster en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente es profesor del Departamento de Economía de la PUCP e investigador en el Instituto de Desarrollo Humano de América Latina de la misma universidad.


Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) documentó un aumento de la cantidad de personas que padecen desórdenes mentales comunes (depresión y ansiedad) a nivel mundial entre 2005 y 2015. El crecimiento fue particularmente acelerado en países de ingresos bajos y medios. Un estudio posterior de la misma organización mostró que la pandemia aceleró el deterioro de la salud mental en el continente americano. En el Perú, la prevalencia de síntomas de depresión se quintuplicó.

A pesar de que la emergencia sanitaria por Covid-19 ha culminado, los problemas de salud mental no dejarán de ser un asunto preponderante en el país. Las últimas investigaciones sobre la carga de enfermedad en el Perú realizados por el Minsa muestran que, en 2016 y 2019, los trastornos mentales y del comportamiento, especialmente la depresión mayor, fueron una de las principales causas de pérdidas de años de vida saludables.

Si bien el deterioro de la salud mental es un fenómeno generalizado, no impacta en todos por igual. Existe el mito de que la ansiedad o la depresión son problemas de ‘gente rica’ o que ya tiene cubiertas todas sus ‘necesidades básicas’, mientras que las personas en pobreza tienen ‘preocupaciones más importantes’ que atender. No obstante, numerosas investigaciones demuestran lo contrario: son aquellos de menores ingresos quienes presentan más síntomas de depresión y ansiedad.

Estudios recientes muestran, adicionalmente, que la falta de ingresos no es el único tipo de carencia socioeconómica que influye en la salud mental. Entre los denominados ‘determinantes sociales de la salud mental’, la OMS incluye, además de los ingresos, factores como el acceso a la educación, la nutrición, la vivienda, los servicios básicos (como agua y saneamiento), y el empleo, así como la experimentación de discriminación y violencia.

Para el caso peruano, Jhonatan Clausen y yo realizamos un estudio en el que, a partir de datos de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar de 2018, exploramos la relación entre la pobreza multidimensional no monetaria y los síntomas de episodios depresivos mayores en personas de 15 años o más. Para medir la pobreza multidimensional usamos los indicadores del Índice de Pobreza Multidimensional global (lectores de este espacio recordarán la columna de Jhonatan en la que comentó dicho índice). Este identifica a una persona como multidimensionalmente pobre si experimenta carencias simultáneas en al menos una de las tres dimensiones que lo componen: salud física, educación y estándar de vida.

Para medir los síntomas de un episodio depresivo mayor usamos un instrumento denominado PHQ-9, que refleja la frecuencia de la experimentación de nueve síntomas en las últimas dos semanas (por ejemplo, sentimientos de desánimo/tristeza, problemas de sueño y de apetito, cansancio sin motivo aparente o ideación suicida). Con este instrumento se calcula un puntaje de síntomas de depresión (que toma valores entre 0 y 27).

Nuestros resultados muestran que experimentar situaciones de pobreza multidimensional incrementa el puntaje de síntomas de depresión en casi ocho puntos. Estos hallazgos se suman a una literatura que ya venía mostrando que las diferentes formas de pobreza, monetaria y multidimensional, deterioran la salud mental de las personas, y que los desórdenes mentales afectan más a los menos aventajados de la sociedad. Son estas personas, además, quienes tienen menos oportunidades para acceder a servicios especializados de atención de salud mental.

Expandir los servicios de salud mental, con principal atención en quienes viven en pobreza, es uno de los grandes retos para las políticas públicas de los próximos años. Esto se alinea con el compromiso asumido por el Perú de promover la salud mental como parte de la Agenda de Desarrollo Sostenible al 2030 de las Naciones Unidas.


Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.


3 comentarios

  1. Ernesto Gamba Aguirre

    Este es un trabajo que muestra que existen numerosos factores que afectan la salud mental y como demuestran mas afectan a los mas pobres
    que tienen menos accesos a la salud educacion
    vivienda agua y drsague y se pensaba que afectava mas a las petsonad de mas altos ingresos. El estudio
    murstra todo lo contrario
    Es un trabajo serio muy bien descrito en que el Estado deberia tomar en cuenta los factores cl conclusiones y recomendaciones a tomat en cuenta

  2. Erika García Cobián Castroastro

    Muy interesantes las conclusiones que se derivan del estudio, que ojalá puedan ser utilizadas por el Estado para orientar su atención a los problemas de pobreza, considerando la salud mental de las personas. Constituye un aporte para tratar la pobreza más allá de los indicadores de ingreso. Felicitaciones Nicolás.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

dieciocho − diecisiete =

Volver arriba