Paramos las obras, ¿y luego?


Problemas y soluciones en la lucha contra la corrupción en infraestructura 


Cuando pensamos en obras de infraestructura, tenemos un problema muy serio: cómo sacarlas adelante al mismo tiempo que controlamos el riesgo de corrupción. Lo primero que debemos tener presente al respecto es que el desarrollo de obras de infraestructura se realiza para brindar servicios a las personas y que, cuando se realizan con el dinero público, el objetivo es que los ciudadanos recibamos servicios de calidad. Este principio básico permite, además, poner por delante una idea complementaria: que cualquier decisión que tomemos sobre las obras de infraestructura debe hacerse con el fin de mejorar la calidad de vida de todas y todos. 

En segundo lugar, las obras de infraestructura, por definición, comprenden grandes presupuestos y largos periodos de construcción. Pensemos solamente en los miles de millones de dólares necesarios para la construcción de la primera línea subterránea del metro de Lima y cuántos años está tomando el desarrollo del proyecto. 

En tercer lugar, las obras de infraestructura tienen que realizarse allá donde son necesarias o donde se puede. Sobre las primeras, pensemos en las carreteras, que conectan localidades y pasan por otras partes del territorio. Sobre las segundas, por ejemplo, una central hidroeléctrica requiere una caída de agua y posibilidades de hacer embalses, y estas condiciones se dan en solo algunas partes del territorio.  

Esta característica nos lleva a un cuarto punto. El desarrollo de la infraestructura requiere de la participación de distintos niveles de gobierno: local, regional, nacional; cada uno con sus complejidades y prioridades políticas.

A estas cuatro dimensiones, cuya confluencia ya es difícil de por sí, se agrega una quinta: las obras de infraestructura suelen estar asociadas con problemas de corrupción, por lo cual enfrentamos el reto de cómo desarrollarlas minimizando los riesgos de caer en ella.

Frente a esta complejidad, el tema que quiero colocar sobre la mesa hoy es la necesidad de cuestionar los mecanismos de control tal como ahora están planteados y, peor aún, implementados.

En la actualidad, el protagonista de los mecanismos de control es el procedimiento. Mediante ello se controla el proceso, y es curioso notar que aquí resulta más importante el cumplimiento del plazo que si se brindó el servicio. Por ejemplo, el encargado de control cuestiona por qué un funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas no ha hecho un memorándum de llamado de atención al responsable de un gobierno local que no remitió su propuesta de presupuesto inicial de apertura en el plazo previsto. ¿Es este un buen uso del tiempo y del ejercicio del control para minimizar los riesgos de corrupción?

Otro protagonista de los procesos de control que buscan luchar contra la corrupción es la paralización de obras. La cantidad de obras iniciadas con dinero público y que se encuentran paralizadas en la actualidad se cuenta por centenas. Por más anticorrupción que sea el motivo de la paralización, nos olvidamos del principio de que la obra de infraestructura tiene la finalidad de servir a las personas. Hasta el momento, se paraliza la obra sin ninguna consideración de qué ocurrirá por mientras, o cuál será el plazo durante el cual no se podrá avanzar. Mientras tanto, las personas caminamos junto a terrales o, como ha ocurrido en casos reportados de obras paralizadas de alcantarillado, junto a ratas. 

Sobre el problema de las paralizaciones de obras, todavía no se diseña ningún mecanismo razonable que permita continuar y terminarlas. No sería descabellado, por ejemplo, que la oficina de Naciones Unidas responsable de proyectos (UNOPOS) se haga cargo y termine la obra con el presupuesto originalmente asignado. Así, se podría priorizar el servicio para el ciudadano, y no el proceso de control y establecimiento de responsabilidades en procesos judiciales que suelen tomar varios lustros. 

Finalmente, las nuevas herramientas de inteligencia artificial abren toda una puerta de oportunidades en la lucha contra la corrupción y la posibilidad de que la infraestructura se desarrolle y sirva a los ciudadanos.

Luchar contra la corrupción es imperativa, pero es necesario ser innovadores en nuestra cruzada.


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