Para acabar de una vez con los Óscar


Reseña cinéfila para ver lo que no vimos (y que vale la pena)


Disfruto mucho el cine. Lo quiero, me importa, lo respeto. Pero, si bien muchos la consideren justamente la ceremonia más anticine que existe hoy en el planeta, también disfruto mucho del Óscar. Me gusta indignarme cuando anuncia a sus nominadas y más todavía cuando anuncia a sus ganadoras. También me encanta la rareza de estar viendo todos las mismas películas, aunque sea por un mes; la urgencia que nos obliga a mirar prácticamente una por día para así llegar a tiempo al domingo pactado. Desde hace varios años, además, organizo fiestas para ver los premios. Y una polla para quienes quieran poner en juego algunos soles. Me gusta apostar. Y, por supuesto, ganar. Una noche ridícula que tiene las puertas abiertas para los que han visto todas, para los que no vieron nada, para los que odian, para los que les interesa y para los que simplemente no tienen un mejor plan.

Una vez que acaba, el lunes que le sigue a ese domingo es el lunes más desolador del año. No solo por el contraste con la emoción y los gritos y la embriaguez que se vivió la noche anterior, sino por la constatación —que recién entonces me alcanza— de haber malgastado demasiadas horas mirando películas que no valieron la pena, ya sabiendo que no valían la pena. Todo por disfrutar lo más plenamente posible de una juerga con amigos que es genial pero que, cuando termina, solo me deja algunos soles extras en mi Yape, o algunos faltantes, si mis apuestas fallaron.

En ese estado de tristeza y desconcierto me encuentro desde entonces, pensando qué hacer con todo lo que vi. Si algo sé sobre estos premios es que, ahora que ya acabaron, en los próximos días y semanas las carteleras, los centros culturales y las plataformas de streaming comenzarán a darles más espacio a las ganadoras y a las que mayor interés cosecharon. Así que, a fin de prevenir que otros caigan en los hoyos en los que por ridículo me hundí, meto mi cuchara para orientar a los desorientados y recomendar aquellas que vería otra vez, que quisiera ver de nuevo por primera vez si pudiera o que sencillamente se quedaron con un buen pedazo de mi corazón. Siempre con un poco de balance para no ser tan insoportable y redundante, y prescindiendo de Anora, que por ser la gran ganadora de la ceremonia no necesita mayores palmas.

Sing Sing (EE.UU., 2023)

Sentí mucho con esta película que relata la escritura, los ensayos y el montaje de una obra de teatro en la prisión de máxima seguridad Sing Sing. Actores profesionales como Colman Domingo comparten tiempo en cámara con exreos del centro penitenciario sin que aquella diferencia haga ruido. Al contrario. Con un presupuesto de apenas dos millones de dólares, la cinta desdibuja los límites entre realidad y ficción, y consigue hacer de las interpretaciones de su elenco no profesional su más grande valor. Se permite llorar, pero también abrazar las complejidades de las trayectorias humanas. Estuvo nominada a Mejor Actor por Colman Domingo, Mejor Guion Original y Mejor Canción Original. Se fue con las manos vacías.

Aún estoy aquí (Brasil y Francia, 2024)

La primera victoria para Brasil en los Óscar llegó gracias a una película bastante sencilla de Walter Salles que quizás sea mi favorita de la lista. Basada en la autobiografía de Marcelo Rubens Paiva, cuenta la historia del secuestro y posterior asesinato de su padre, el diputado Rubens Paiva, durante la dictadura militar brasilera, pero es sobre todo un drama familiar encabezado por Fernanda Torres. Aunque no se llevó la estatuilla a Mejor Actriz, Torres entregó lo que para muchos ha sido la interpretación más conmovedora de la competencia. Una cinta trágica que aun así reboza de optimismo y ternura, y que se llevó el premio a Mejor Película Extranjera.

Wicked (EE.UU., 2024)

Demasiados «amantes del cine» se la perdieron por sus anticuerpos a los musicales. Para suerte mía, tener en casa a una fanática de Ariana Grande me salvó del error. La ganadora de Mejor Diseño de Producción y Mejor Diseño de Vestuario tiene mucho de gringada, y sin embargo es también una experiencia cinemática única. Efectos especiales a mil, hits musicales que explican perfectamente los récords obtenidos en Broadway y dos protagonistas que le hacen justicia a tal fenómeno cultural.

The Seed of the Sacred Fig (Irán, Alemania y Francia, 2024)

Su director, Mohammad Rasouluf, lleva quince años entrando y saliendo de las cárceles iraníes debido a sus películas y su militancia política. The Seed of the Sacred Fig fue filmada en secreto y transportada clandestinamente hacia Alemania para ser editada. Semanas después, Rasouluf fue sentenciado a ocho años de prisión. Aquella carga se respira en este thriller político/drama familiar que pone en tensión sus dos dimensiones durante casi tres horas hasta detonarlas en una extensa y memorable secuencia final. Fue nominada a Mejor Película Extranjera, pero se fue sin estatuilla.

The Brutalist (EE.UU., Reino Unido y Hungría, 2024)

Muchos puntos negativos pueden señalarse acerca de esta cinta. El más grave: su tergiversación sionista de la historia. El más excéntrico: el insufrible discurso de su protagonista, Adrien Brody, al aceptar el Óscar a Mejor Actor. A pesar de ello, encarna una ambición estética y narrativa que a varios nos hubiera gustado encontrar más presente entre las películas nominadas. Un retrato fiel y desalentador de la verdadera naturaleza de los mecenazgos. Oportuno recordatorio de por qué jamás hay que confiar en multimillonarios megalómanos y «artísticamente sensibles».


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