De cómo nuestros gestos cambian junto a nuestra realidad
Es posible que usted ya se haya cruzado con una tendencia en redes sociales donde se le pregunta a los niños cómo harían el gesto de usar un teléfono con sus manos. En lugar de cerrar el puño mientras extienden el meñique y el dedo pulgar —como seguramente usted también lo haría— varios de ellos simplemente estiran sus dedos y los juntan, en un gesto similar a cuando se ofrece un saludo. ¿La razón? Los teléfonos de hoy tienen forma rectangular y, por tanto, para los más jóvenes no tiene sentido representarlos con auriculares externos, como los de los obsoletos teléfonos fijos. La primera vez que vi uno de esos videos, sentí el peso de los años.
Pero los cambios no solo afectan a los teléfonos. Ludny Jean, una influencer estadounidense, hizo comparaciones similaressobre cómo las personas más jóvenes hacen los gestos para tomar una foto, bajar la ventana de un auto y cómo hacer el gesto de corazoncito con las manos. A ver, hagamos un pequeño experimento: cierre sus ojos, ¿cómo haría usted el gesto de bajar las ventanas de un carro? Si optó por simular que agarra una manija y la gira, entonces usted, al igual que yo, está del lado de los adultos. Los más jóvenes, en cambio, simularían apretar un botón, siendo esta la forma más común en los automóviles más nuevos. En estos pequeños detalles presenciamos grandes cambios en nuestro lenguaje e interacciones con el mundo.
Actualmente, existen unas siete mil lenguas, cada una especial y digna representante de nuestra diversa humanidad. Pero, al mismo tiempo, todas comparten el factor de la interacción personal. Se calcula que al día pasamos entre 2 y 3 horas conversando, y en ese proceso emitimos unos 1.500 enunciados. Como indica el académico Stephen C. Levinson, cada ráfaga de comunicación consiste en una miniactuación o performance, con una vocalización acompañada de gestos y expresiones faciales. Es un comportamiento muy distintivo de nuestra especie humana.
A pesar de que los gestos son muy inherentes a nuestra forma de comunicarnos, fue recién alrededor del siglo XVIII que se comenzaron a elaborar teorías del lenguaje que priorizan el impacto de los gestos. En la actualidad, existen especialistas e incluso coaches que ofrecen mejorar nuestra simpatía mediante el reaprendizaje de nuestro lenguaje corporal y así poder agradar aún más a las personas. Con ello, según dicen, se puede ser más llamativo en una entrevista de trabajo, o incluso gustarle más a esa persona especial.
La constante retroalimentación entre el mundo exterior y nosotros mismos hace que nuestro lenguaje verbal y corporal se actualice más rápido de lo que pensamos. Tantas cosas que antes no tenían otro sentido, al contrario de ahora: hace veinte años, la palabra nube solo se usaba para referirse a aquello que estaba en el cielo y no a un almacenamiento de información, el zoomera únicamente una función de una cámara, y el gesto del corazoncito de antes ya pasó de moda. Tal vez a veces necesitamos una pausa para notar cómo en estos detalles estamos redibujando nuestra percepción del mundo.
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