O cómo el mundo conecta con los saberes andinos
“¿En qué momento es que van a gritar ‘Pachamama’?” me preguntó Irma Álvarez-Ccoscco, poeta quechua, con curiosidad. Ambos estábamos invitados al estreno de una sinfonía coral que incluye piezas en relación con el cambio climático y la humanidad en la prestigiosa facultad de Música de la Universidad de Yale. El evento incluía un panel para discutir la necesidad de que el arte aborde estas conversaciones antes de la interpretación de la pieza en sí: 16 voces del coro de Yale a los que Irma y quien escribe esperábamos con todas las ganas de evocar esa palabra en quechua que en América del Sur nos resulta más familiar, pero que para la audiencia anglosajona era novedad plena.
La pieza coral, titulada Poemas y Oraciones, complementa a las voces con fuertes percusiones que buscan generar un sentido de caos, simbolizando así cierta desesperanza frente a la crisis climática. Una de las frases que el coro repetía constantemente era: “Pachamama, sálvanos, sálvanos de nosotros”. Tal era la razón por la que en el panel nos encontramos junto al autor de la obra, el argentino Alejandro Viñao: para hablar de la Pachamama en un espacio en donde generalmente se comenta más sobre Mozart y Beethoven. Era una oportunidad para hablar de cómo ciertos conceptos filosóficos andinos cada vez más se ven como perspectivas valiosas para los problemas de hoy. Viñao señaló que al componer la pieza pensó en la sonoridad de la palabra, pero también en cómo la Pachamama es también un término político, ya que ha sido incorporada en las constituciones de países como Ecuador y Bolivia. Pachamama es “madre tierra” en quechua. Pachamama es una palabra que nos invita a revisitar nuestra relación con el mundo: ¿el mundo es solo nuestro dispensario de productos, o es que pertenecemos al mundo y por tanto debemos cuidarlo?
Un par de semanas antes, un evento análogo ocurría en la ciudad de Filadelfia: el artista boliviano Roberto Mamani Mamani inauguraba un mural gigante y colorido dedicado a la Pachamama y a las cosmovisiones andinas. Regidores de la ciudad, congresistas y autoridades de la Universidad de Pensilvania fueron parte de la ceremonia. “Toda la energía de los Andes para el mundo”, repetía varias veces Mamani Mamani ante un animado público. Ante ambas situaciones, resulta inevitable pensar, ¿por qué el resto del mundo está prestándole atención a estos temas desde una óptica andina, mientras que en la capital peruana se les da la espalda e incluso se les manda a borrar?
En la región andina todavía existen retos de discriminación hacia hablantes del quechua, aymara y demás comunidades indígenas, pero a la par se dan movimientos de resistencia y reivindicación que están generando espacios para visibilizar las demandas de muchos grupos vulnerables, incluyendo el terreno de las ideas y la creatividad. El hecho de que más personas en el mundo conecten con conceptos, costumbres y voces indígenas constituye un paso para generar conciencia a nivel local, y preguntarnos por qué el mundo busca aprender de saberes generados desde la periferia del sur global.
Pero volvamos a Yale. Mientras escuchaba el cántico coral de Pachamama, Irma Álvarez-Ccoscco pensaba y me decía: “Si mis paisanos en Apurímac vieran esto”. Se trata de un pequeño paso, una invitación a darle crédito a la región andina como espacio del saber para temas tan relevantes como la sostenibilidad. Viéndolo así, podremos valorar más nuestra diversidad cultural y, sobre todo, a las personas que la hacen posible.
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