Un recordatorio de por qué debemos defender la verdad a toda costa
1984, la clásica novela distópica de George Orwell, suele ser recordada por el Gran Hermano, ese mecanismo por el cual la policía del pensamiento espía en todo momento a las personas para asegurarse que sigan siempre la línea del “doblepensar”. Este es, sin duda, el concepto más peligroso de esa realidad fantaseada y que, a cuarenta años del mítico 4 de abril de 1984 en que comienza la novela, a ratos parece querer imponerse en nuestra sociedad. Orwell lo explica a inicios de su obra de esta manera:
El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero ¿dónde constaba ese conocimiento? Solo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado –decía en slogan del Partido–, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria, A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.
Esto es, precisamente, lo que en este momento la presidenta peruana Dina Boluarte le pide a sus conciudadanos: que olvidemos que alguna vez dijo que el Rolex “era de antaño”, que lo “había comprado con el fruto de su trabajo” y que “había trabajado toda su vida”. Todos debemos creer hoy que todo lo que antes dijo no fue dicho, y debemos creer también que las joyas con las que ha sido vista eran unas piezas sencillas compradas por catálogo a una vendedora de barrio a la que casi cualquier persona de clase media tiene acceso, y no pulseras que cuestan mucho más de lo que gana una familia entera en más de un año.
Es un insulto que se trate de cambiar las versiones de las cosas de manera tan grosera, y también lo es pensar que con esas palabras se va a acabar el problema del momento. Recordemos, no obstante, que la reescritura de la historia no es potestad solo de la presidenta. Por ejemplo, ahora tenemos al congresista Fernando Rospigliosi hablando rabiosamente de los asesinatos de protestantes peruanos de fines de 2022 e inicios de 2023, acusando a las víctimas —algunos de los cuales eran jóvenes que pasaban inocentemente por ahí— de ser delincuentes y terroristas que no solamente merecían una muerte extrajudicial —algo que no merece nadie—, sino que además eran los culpables de su propia muerte. Esto también lo repitió hasta el cansancio Martha Chávez en los 90 cuando acusaba a víctimas de tortura y asesinato del régimen que representaba de haberse autotorturado.
El fujimorismo ha demostrado ser experto en “doblepensar” y lo que está haciendo en este momento su líder supremo, que ha salido ilegalmente de la cárcel, es utilizar su palestra desde las redes sociales para repetir hasta el cansancio que él no estuvo involucrado en la tortura ni en la muerte de nadie, y que él simplemente fue un presidente y no un asesino, como si el juicio con las pruebas que se presentaron no hubiese sucedido y como si no tuviera todavía que enfrentar a la justicia por los crímenes que todavía se le imputan. Así,Fujimori y sus secuaces quieren imponer una nueva versión de la realidad y creen que al repetir y repetir mentiras y falsedades lograrán cambiar la realidad. Nos toca impedirlo.
Esta práctica nefasta de los protagonistas de los hechos son avaladas luego por las mentiras y las calumniasque sus seguidores hacen circular de manera sostenida. Para ilustrarlo, espero que se me disculpe el uso de un ejemplo de la casa: el martes 2 de abril invitamos a Paola Ugaz a escribir un artículo y nuestro lector habitual Miguel Calderón usó la sección de comentarios para lanzarle una difamación, algo que no vamos a tolerar. No hay ningún problema con que alguien esté en desacuerdo con lo que aquí escribimos y pensamos, la diferencia de opiniones es hasta saludable; e incluso el insulto, irrespetuoso como es, podría ser toleradoen última instancia en aras de la apertura, pero nunca la mentira y la difamación. Porque son parte de una estrategia que busca imponer el “doblepensar”.
Y es por eso mismo que la campaña para silenciar y amedrentar a periodistas independientes es tan peligrosa. Lo que se viene haciendo con Gustavo Gorriti y Romina Mella de IDL Reporteros debe ser condenado desde todas las palestras, porque es inaudito que se pretenda que den acceso a sus fuentes. El único motivo detrás de esto es poder cambiar la verdad e imponer una nueva versión de ella. Lo hacen porque temen a quienes presentan pruebas de lo que ha sucedido. Lo hacen porque temen que la verdad salga a la luz.
Sin embargo, a pesar de los momentos de oscuridad que vivimos, mientras las libertades están bajo ataque,podemos ver que la valentía de los periodistas que luchan por la verdad puede llegar a ser recompensada. Después de años de haber sido atacados y querellados por el arzobispo de Piura y Tumbes, finalmente esta semana Paola Ugaz, Daniel Yovera y Pedro Salinas han visto el fruto de sus esfuerzos con la intempestiva renuncia de José Antonio Eguren Anselmi a su cargo eclesiástico.
La verdad importa. Luchar por ella, importa. Y es por eso que debemos seguir haciéndolo con especial vigor contra cada esfuerzo por imponer las medias verdades, las calumnias y las mentiras.
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Tal como previo Orwell, el «doblepensar» es tipico de la mente autoritaria. Y es usual en el autoritario negar histericamente su propio autoritarismo (¿recuerdan por que la Alemania comunista se hacia llamar «Alemania Democratica»?) hasta que la evidencia lo desenmascara.
Y cada regimen «popular» resultaba ser el mas repudiado por las masas. Hoy, Boluarte exige (ya no «pide») que los peruanos olviden, sin mas, el escandalete de los Rolex.
¿Motivo? Simple: ella decreta que el vaso «no es relevante» y fin del cuento. Identico recurso invocan sus adulones: «nada ha pasado, nada pasa, ni nada pasara». Al mejor estilo de 1984.
No sorprende asi que supuestos «luchadores por la democracia» defiendan tiranias, avalen autogolpes de Estado, o defiendan rabiosamente las conductas (y lideres) que hace muy poco condenaban… caso de F. Rospigliosi o el propio Adrianzen. Lo impactante es que confien en la nula memoria de los otros, fantaseando que sus actos del pasado se olviden «dulcemente» al mejor estilo de Orwell, luchando por reescribir la historia al compas de las urgencias de dinero de cada epoca.
en nuestro país la vigencia social son las lealtades, no las instituciones…..la posverdad está instalada y manipula el cerebro límbico de la gente. Ahora bien, la carencia de pensamiento crítico en la gente, la carencia de abstracción, la carencia de educación, y en lugar de ello, la creación de una ciudadanía consumidora mendicante, creada por el fujimorismo es complejo de deconstruir, el pragmatismo se instala en la mente de la gente y asume la posverda.d mecánicamente