Si piensa comprar entradas en una plataforma, por favor, recuerde esta pesadilla
La noche del 22 de noviembre de 2023 me encaminé con mi novia, su hijo adolescente y mi hermano menor al que iba a ser nuestro acontecimiento musical de la década: el concierto de The Cure en Lima. Habíamos comprado las entradas en Teleticket con seis meses de anticipación: un soplo de tiempo en comparación con la expectativa que teníamos. Mi hermano, específicamente, había esperado toda su vida para ver a la banda que acompañó su adolescencia. Es así que, tarareando y entre bromas, esa noche nos apeamos ante el estadio de San Marcos y avanzamos pacientemente en la fila. Sin embargo, cuando llegó el momento de presentar el código de nuestras entradas, un sonido de rechazo inició el que sería un largo camino de penurias.
—Estas entradas ya han sido usadas.
—Pero acabamos de llegar.
—Se han usado a las cuatro de la tarde, háganse a un lado, por favor.
Como se imaginará, caímos en un remolino tortuoso. La confusión crecía, además, porque no había a quién reclamarle: ni la productora del concierto ni Teleticket tenían un módulo para guiarnos con algún tipo de procedimiento. Recuerdo que en el triste regreso a casa publiqué en X lo que acababa de ocurrir —“quién me devuelve lo no vivido”, preguntaba— y que miles de internautas se solidarizaron conmigo, y no fueron pocos quienes se quejaron de haber sufrido una experiencia parecida.
Al día siguiente presenté mi queja en Teleticket y solicité lo mínimo: la devolución del dinero, que no era poco. Me amparaba en que, tal como decían sus indicaciones, había abierto una cuenta en su plataforma, había guardado celosamente mi contraseña, no había compartido absolutamente con nadie las entradas que había adquirido y que, aun habiendo seguido al pie de la letra sus instrucciones, el servicio me había sido negado.
La respuesta fue casi una copia automática de lo que adujeron en la puerta: que cada comprador era responsable de su código. En otras palabras —esta vez las mías—, que cada quien acepta comprar sus entradas con la espada de una estafa pendiendo sobre su cabeza.
Desalentado, en ese momento solo atiné a responder que al menos quería una garantía para otras entradas que había comprado en la misma plataforma para un concierto de Los Fabulosos Cadillacs a realizarse en diciembre: las había adquirido en otra fecha siguiendo los mismo pasos que para el concierto de The Cure, y lo último que quería era revivir el mal momento. Me pidieron entonces cambiar de contraseña —cosa que hice—, y me dijeron que me cambiarían el código de las entradas, algo que no estoy seguro de que fue cumplido, como se verá más adelante.
Dos semanas después, tras haber asistido en diciembre al concierto de Los Cadillacs, reservé un espacio entre mis obligaciones y me senté ante mi computadora para hacer mi reclamo pendiente en Indecopi, el organismo peruano que debe proteger a los consumidores. En él resumí el caso de The Cure como usted lo conoce hasta ahora, pero incluí dos novedades. En primer lugar, les narré que cuando asistí con mi novia al concierto de Los Cadillacs, ¡también nos detuvieron por el mismo motivo!
—Estas entradas ya han sido usadas.
En esta oportunidad sí estallé ante el boletero, pero de inmediato se acercó un supervisor de Teleticket para apaciguarnos: nos dijo que había sido un error del sistema y que esta vez sí íbamos a poder entrar. ¿Quién me garantizaba a mí —le notifiqué a Indecopi—, que ese extraño «error» del sistema no me había impedido el ingreso para disfrutar de The Cure?
La otra novedad que compartí con Indecopi fue que, a raíz de aquella publicación que hice en las redes sociales, me escribió por Instagram un asistente al concierto de The Cure que me envió capturas de una conversación suya con un emprendedor —llamémosle así— que, bajo la marca Ángel Ticket´s, ofrecía entradas baratas con la condición de que se ingresara temprano al estadio. El informante anónimo me dijo que no entró en dicho juego al intuir que eso implicaba perjudicar a compradores legítimos.
Luego de recibir mi reclamo, Indecopi convocó a una audiencia de conciliación con los representantes de la productora del concierto y con Teleticket. Yo me presenté en persona bajo el ardiente verano limeño, exactamente el 30 de enero de este año, mientras que los otros convocados lo hicieron desde sus computadores. La respuesta de ambas organizaciones nuevamente se levantó como un muro: yo era el responsable de haber sido estafado. Es decir, no había nada sobre lo cual conciliar. Como era de esperar, no cambiaron el gesto cuando les increpé ya no falta de empatía, sino de una micra de autocrítica para —al menos de manera privada— conceder la posibilidad de que la plataforma pudiera haber sido crackeada por bandidos externos o de la propia organización.
El paso que me tocaba a continuación era hacer la denuncia formal en Indecopi, y así lo hice a través de su mesa de partes digital. Varias semanas transcurrieron sin noticias y recién hace unos días, cuando me animé a indagar por teléfono, una señorita me informó que la denuncia aún no había sido admitida, pero que pronto me serían compartidas las razones.
En efecto, al día siguiente me llegó un correo con ellas.
Luego de leerlo, busqué a un especialista en Derecho del Consumo para que confirmara mis sospechas.
—¿Tiene usted —me preguntó el abogado— un video del personal impidiéndole la entrada aquella vez?
Le tuve que responder que no, que no se me había ocurrido.
Con mucha pena, me dijo que mientras no pudiera demostrar ese hecho, era muy poco lo que podía hacer por mí. Y fue entonces cuando decidí escribir este texto.
Los espectáculos en vivo son extensiones de la vida, y por ello duele perderlos. Por ejemplo, es odioso comprar un electrodoméstico que no funciona, pero en tales casos existe la posibilidad de la restitución; en cambio, la experiencia de cantar abrazado con mi hermano las canciones de nuestras vidas en el día de su cumpleaños es imposible de ser restituida.
Ni siquiera la devolución del dinero arañaría esa alegría vedada.
Como se debe adivinar, no es la plata lo que me mueve a escribir este testimonio.
Lo promueve la necesidad de señalar con justa indignación a una plataforma que ha mostrado falencias de seguridad y que continúa laborando sin dar señales de enmienda. Y la necesidad de señalar también a las productoras de eventos que, ante estos casos cada vez más frecuentes, no se solidarizan con sus clientes cuando bien podrían unirse para exigirle auditorías digitales a sus proveedores.
La impunidad es uno de los tumores sociales que más desalientan. En este caso me he referido a un evento recreativo, nada vital en apariencia, pero la falta de justicia elemental en él es parte de ese manto de impunidad que lo gangrena todo; ese que nos sofoca cuando nuestros congresistas mochan los sueldos de sus colaboradores y siguen trabajando tan campantes, cuando muere medio centenar de peruanos a manos del Estado y nadie pierde su puesto, o cuando una empresa comete el mayor crimen ecológico en pleno litoral de la capital de la República y continúa tan campante promoviendo sus productos.
Así, pues, si luego de leer este testimonio, usted sigue comprando boletos en la plataforma que he mencionado, no solo corre el riesgo de perder su dinero.
Está alentando la impunidad.
Ahora toca cerrar este desahogo mientras evoco su causa musical: recordándole que la cura está en nosotros.
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Muchas gracias por compartir su experiencia… Que frustración e indignación. Ojalá sirva para que INDECOPI eduque a los usuarios a obtener las pruebas sobre actos como este, que luego servirán de pruebas que ellos solicitan para demostrar la estafa… Una vez mes, en otro campo, estamos a merced de las grandes mafias que actúan con total impunidad ante la inacción de las autoridades…
Gracias, Carlos, por la comprensión y la lectura.
Un abrazo.
A mí me pasó con una cooperativa de ahorro y crédito, un plazo fijo que he ido renovando desde el 2006 de un momento a otro me vienen con la sorpresa que tengo que aportar el equivalente al 10% de mis ahorros. Es decir el primer plazo fijo de la historia donde el ahorrista es el que paga, hice reclamo interno al no hallar solución, pasé a SBS quienes me mandaron a INDECOPI, quienes me dijeron que es ¡perfectamente legal lo actuado!!! Allí fue cuando recordé a los congresistas y los responsables de la legalidad del país, hice una historia en mi blog la cual titulé con ironía «Conchatel su cooperativa de ahorros de confianza»
https://jorgeatarama.blogspot.com/2023/08/conchatel-su-cooperativa-de-ahorros-de.html
¡Qué locura, Jorge!
Un abrazo solidario, muchas gracias por compartir.
Gustavo, con tu testimonio solo confirmo que efectivamente Teleticket es una empresa que su negocio es quedarse con el dinero de los clientes. Mi hijo no fue a un concierto por el cambio de fecha y de lugar en octubre del 2023, inició el trámite para la devolución de su dinero y recibió un correo en donde le dicen que el depósito ya fue realizado, pero en su cuenta no ingresó nada. Ahora nadie responde. Historias como estas hay miles y ellos siguen engordando sus cuentas con dinero mal habido
Gracias, Musa, por compartir ese caso.
En el mío no queda claro que se hayan quedado con mi dinero —presumo que existe una mafia interna o externa que vulnera su seguridad—, pero el de tu hijo es distinto.
Ojalá nos unamos y la impunidad termine.
Hola Buenos Días, quisieramos contactarte pata hacerte una entrevista vía zoom para el día de hoy para el programa Buenos Días Perú. Me escribes al número 946393060 para coordinar.
Gracias!