Libros que llevan a otros libros


Sobre los caminos inesperados que conectan nuestras lecturas con la siguiente y la siguiente


Federico León y León (Lima, 1969). Es licenciado en Ingeniería Industrial por la Universidad de Lima, ha cursado estudios de maestría en Administración de Empresas en la Universidad del Pacífico y ha realizado una especialización en Gerencia General en la London Business School. Trabajó en diversas empresas dedicadas a la tecnología tanto en el Perú como en el extranjero, antes de fundar Trade Solutions, una empresa especializada en plataformas con tecnología que opera ahora en Perú, Ecuador y Chile. Es autor de la obra de microteatro Mi vida la decido yo(2024) y de las novelas Lunes otra vez (2023) y Tres veces Bogotá, que obtuvo la mención honrosa del Premio Copé 2023-IX Bienal de Novela que otorga Petroperú.


Cada nuevo libro que empiezo a leer viene cargado no solo con la historia de sus personajes, sino también con la historia de cómo llegue a él, de qué fue lo que me llevó a comprarlo, y esa historia también afecta cómo enfoco la lectura. Algunos llegan por recomendaciones de amigos y otros por nuevos lanzamientos de editoriales a las que sigo (como la mía, Clorinda) o de autores que ya conozco. Confieso que hay muchos que pongo en mi lista de lectura cuando me aparecen recomendados por los algoritmos de las tiendas en línea, y tengo que reconocer que en muy pocas oportunidades estos se han equivocado, pero me gusta más encontrarlos yo mismo en visitas a librerías, las cuales hago con más frecuencia últimamente, volviendo al formato impreso después de varios años de haber leído casi todo en versión digital. Pasear por los estantes de una librería y buscar títulos leyendo las contraportadas, o siguiendo las recomendaciones de los libreros, me lleva a la época en la que aquellas eran casi las únicas maneras de descubrir nuevos autores. Ahora bien, aparte de algoritmos y librerías y recomendaciones de terceros, hay otro camino por el que me llegan nuevos libros, y es el que más influencia mis lecturas: los mismos libros que uno va leyendo. 

Hay libros que llevan a otros libros de una manera directa, con recomendaciones o comentarios sobre ellos que invitan a leerlos. Un ejemplo es Los testamentos traicionados, de Milan Kundera, que acabo de releer hace poco. A través de nueve ensayos, Kundera se pregunta qué es ser un novelista moderno y cómo la literatura moderna surge de reinterpretar y dar nueva vida a los clásicos en nuevas estructuras inspiradas en ellos. La manera en que Kundera explica y detalla las emociones que le generan diferentes autores, y las relaciones entre ellos y sus obras, logra que provoque leerlos desde una perspectiva influenciada por esta interrelación. Sus comentarios sobre Rabelais y su Pantagruel, alabándola como la novela europea esencial, casi que primigenia, me llevaron a buscarla y a comenzar a leerla ahora, mientras recuerdo las glosas de Kundera sobre el texto.

También hay libros que, como las novelas de Juan Gabriel Vásquez, están inspirados en historias ya contadas o en hechos históricos reimaginados y tratados desde otra perspectiva, invitándote a conocer más las fuentes originales. Su libro La forma de las ruinas es una exploración de cómo se tejen y urden las teorías de la conspiración, y de lo difícil que es separar la realidad de la ficción una vez que se comienza a aceptar como verdaderas ciertas hipótesis sin pruebas. Para ello, Vásquez se basa en las teorías que se armaron sobre quién mandó a matar al político Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, con el fin de evitar un giro hacia la izquierda en Colombia. Al terminar de leerla, tuve que buscar una fuente que me ayudara a discernir mejor la ficción de la realidad, y así llegué a El crimen del siglo, de Miguel Torres, que narra los hechos que llevaron al asesinato de Gaitán desde la perspectiva de su victimario. Otra novela, también de Juan Gabriel Vásquez, Historia secreta de Costaguana, relata cómo Joseph Conrad se inspiró en las luchas y conspiraciones por la separación de Panamá de Colombia para escribir Nostromo. Así, aunque en La forma de las ruinas una historia real es llevada hacia explicaciones y asociaciones especulativas, y en Historia secreta de Costaguana se toma el camino contrario, acercando la ficción de Conrad a sus bases históricas reales, en ambos casos mis lecturas de los libros de Conrad y de Torres cobraron significados adicionales a los que hubieran tenido si no hubiese leído antes las novelas de Juan Gabriel Vásquez.

Otros libros te ayudan a entender mejor la época y las circunstancias en las que se escribieron ciertas novelas. Es el caso de Arctic Summer, de Damon Galgut, en el que el autor sudafricano imagina y narra lo que fue la estadía de E. M. Forster en la India. A través de la descripción de los eventos, fiestas, ceremonias y rituales en los que participó Forster durante su día a día en el Raj británico, la novela nos da una idea de las contradicciones culturales con las que se encontró y así nos permite imaginar de qué manera esa experiencia lo llevó a escribir Pasaje a la India. Yo recordaba haber visto la película hace muchos años, pero el libro de Galgut me llevó a leer la novela original de Forster y a entender mejor cómo, al haber conocido directamente muchos de los lugares y costumbres que describe en el libro —y al haber vivido una experiencia personal tan extrema durante ese viaje— pudo dar verosimilitud a los contrastes entre los personajes de su novela. Aquello que yo pensé como un interesante retrato del encuentro forzado entre la India y el Reino Unido al ver la película, acabé por entenderlo, luego de leer Arctic Summer, como la manera que tuvo Forster de ordenar y dar sentido a su experiencia durante ese viaje.

Además, hay libros que, siguiendo lo planteado por Milan Kundera, me han llevado no a leer, sino a escribir nuevos libros. La estructura de Al faro, de Virginia Woolf, con cada capítulo mostrando las diferentes motivaciones de los personajes para ir a visitar el faro del título, junto con los diálogos internos, los desencuentros con los amigos y los capítulos intermedios —que le bajan la tensión a la narración— de American Psycho, de Bret Easton Ellis, me ayudaron a escribir mi primera novela, Lunes otra vez: una historia de desencuentros y con diálogos internos y reales que revelan las diferentes actitudes de los amigos hacia un evento común. Por su parte, la estructura y las revelaciones sobre el pasado familiar en Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa, junto con los diálogos internos de Ulises, de James Joyce —en especial, el realismo de Molly Bloom, que se contrapone al romanticismo de Leopoldo—, me ayudaron a escribir Tres veces Bogotá, una historia que busca mostrar la formación de la memoria familiar y cómo esta afecta la imagen propia que cada uno hace de sí mismo.

Si un libro te lleva a otro, síguelo en ese camino: creo que complementar una lectura con otra es una de las mejores maneras de enriquecer la experiencia de un libro que ya te gustó, pues te ayuda a entenderlo mejor, sea en su contexto o en su origen. Yo sigo avanzando con Pantagruel. Veremos a dónde me lleva.


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