La nueva conciencia queer


Las personas LGBT+ en cualquier parte del mundo somos responsables de las personas LGBT+ en todas partes del mundo


En octubre de 2018 un individuo irrumpió en una sinagoga de Pittsburgh con una pistola y mató a once personas. De inmediato, judíos de distintos países alrededor del mundo se movilizaron para manifestar su rechazo al atentado y para recaudar fondos para el sepelio de las víctimas y el apoyo a los deudos. Dos meses y medio después de esta tragedia, a miles de kilómetros de allí, una nueva purga de personas LGBT+ ocurrió en la región de Chechenia en Rusia, a manos del represivo gobierno local, con cuarenta detenidos y dos asesinatos. Sin embargo, esto no generó dentro del mundo queer una llamada de acción global tan efectiva como la que tuvieron las comunidades judías. 

Con estos dos ejemplos, el activista gay Adam Eli, norteamericano y judío para más señas, inicia el breve ensayo que lleva por nombre el título de este artículo: The new queer conscience. La nueva conciencia queer. Cuando habla de personas queer, el autor se refiere a todos aquellos que se encuentran dentro de la diversidad sexual, tratando de abarcar a todas las comunidades dentro de lo que se suele conocer como LGBT+. 

En su texto, Eli recuerda una de las lecciones que le dio el Talmud, el ancestral libro religioso: “Todas las personas judías son responsables la una de la otra”, y señala que eso es algo que todos los judíos como él tienen muy presente en su manera de vivir su identidad religiosa. Su sueño es que se pueda lograr algo así de significativo en las comunidades LGBT+ alrededor del mundo, y a eso lo llama la nueva conciencia queer. “Las personas queer en cualquier parte del mundo somos responsables de las personas queer en todas partes del mundo”. 

Existen algunas iniciativas globales que están en sintonía con el espíritu de lo que propone este ensayo. Pondré un par de ejemplos. 

All Out es una plataforma web que trabaja para movilizar apoyos a favor de los derechos LGBT+ alrededor del mundo, con la firma de peticiones en línea, donaciones y protestas. Entre los temas que impulsan en este momento están las campañas contra la discriminación laboral a personas queer en China, contra la legislación homofóbica en Hungría, a favor del matrimonio igualitario en los estados de México que aún no cuentan con esta medida, entre otros. 

Otro ejemplo es el de OutRight International, organización para la que trabajo desde hace algunos meses. Apenas se inició la pandemia en 2020, OutRight lanzó un fondo de emergencia que, a abril del 2021, había otorgado más de tres millones de dólares en subsidios a 310 organizaciones LGBT+ en más de 102 países, impactando en más de 145 mil personas. Este año, el mismo día en que Putin inició la guerra contra Ucrania, OutRight creó un fondo de ayuda para personas LGBT+ en ese país, entendiendo la especial vulnerabilidad que tenían en ese contexto. En menos de dos meses, pudieron distribuir 625 mil dólares a 34 aliados locales en Ucrania y países vecinos. 

Pero la propuesta de Adam Eli va más allá del notable trabajo de algunas organizaciones con proyección global. Lo que él sugiere es que esta conciencia colectiva se encuentre en toda persona LGBT+ para las grandes y las pequeñas acciones, en la política y en la vida cotidiana de cada uno.

Para lograrlo, Adam propone diez reglas. Comparto aquí tres de ellas.

1. Acércate a cada persona queer con sentimientos de identificación y amabilidad. El ensayo señala que la regla de “trata a cada uno como te gustaría que te traten a ti” no es suficiente, porque muchas personas LGBT+ sufren de inseguridad y baja autoestima por todo lo que han tenido que vivir. Por ello, propone otra máxima: trata a cada uno como te gustaría que traten a tu mejor amigo. «Cuando conozco a una nueva persona queer, intento recordar activamente que estamos en el mismo equipo. Aunque esta persona tenga una historia diferente a la mía, es probable que haya alguna coincidencia en nuestras experiencias. Me digo a mí mismo que, aunque no quieran ser mis amigos, debo buscar formas de ser amable o útil, porque sé lo duro que es ser queer a veces».  El autor propone empatía radical frente a quienes han podido sufrir soledad, ansiedad y angustia en momentos claves de sus vidas, y que ahora tienen la valentía de ser sinceros consigo mismos y con el resto, con todos los riesgos que ello implica. 

2. Apoya a personas queer cuando sea posible y donde sea posible. La discriminación le ha quitado oportunidades de desarrollo a muchas personas LGBT+. Puede ser por el bullying en la escuela, que evitó un desarrollo emocional e intelectual igual al del resto de estudiantes; puede ser por los prejuicios que les cierran puertas a empleos dignos, o por la precariedad sufrida al ser expulsados de sus hogares.  Así que compra en un negocio administrado por una pareja de lesbianas, acude al concierto del artista gay que está iniciando su carrera musical, regala el libro que tanto te gustó de esa escritora trans, apoya a las empresas con políticas de recursos humanos inclusivas. “Manifestarse, aplaudir y apoyar a las personas queer es un acto radical y vital de amor propio en un mundo que constantemente nos dice que no somos suficiente”.

3. Las personas queer deben trabajar con otras personas oprimidas. Un mundo menos racista, menos machista y menos xenófobo, será también menos homofóbico, y viceversa. Además, históricamente, el activismo LGBT+ ha estado estrechamente vinculado a otras luchas sociales. En el Perú, los inicios del activismo gay en los ochenta tienen vínculos directos con el activismo feminista, los cuales se han mantenido a lo largo de los años. En Estados Unidos, el activismo LGTB+ sesentero (pre Stonewall) tuvo relación con el movimiento de derechos civiles, y en los setenta (post Stonewall) con los grupos contra la guerra en Vietnam. En el Reino Unido de los ochenta ocurrió lo mismo con los sindicatos mineros. Es natural para el activismo queer buscar causas que compartan la búsqueda de valores comunes como la igualdad, la dignidad y la libertad. Además, en los demás grupos oprimidos hay también personas LGBT+, lo que estrecha aún más las posibilidades de ese trabajo conjunto.

En el ensayo de Eli se reconoce que las capacidades de acción al interior de la población LGBT+ son distintas, y no debe endilgarse el mismo nivel de responsabilidad a todos sus miembros. Lo que sí busca es que exista el compromiso de actuación y que cada uno lo haga dentro de sus posibilidades.

Adam Eli concluye su reflexión señalando que nuestra comunidad nació en un mundo que no ha sido diseñado para nosotros, donde el odio es una enfermedad que cuando no se trata puede ser altamente contagiosa. Los que odian a una persona por ser queer, odian a todas las personas que lo son; por lo tanto, si defendemos a una persona queer, debemos defenderlas a todas. 

Quienes pertenecemos a la diversidad sexual hemos estado repartidos por el mundo desde siempre, pero vivimos hoy un momento especial, porque nunca como hoy hemos tenido esta capacidad de comunicación y el nivel de agencia para luchar unidos por la misma causa. «Nuestra generación tiene las libertades y las herramientas que ninguna generación queer ha tenido antes. Tenemos la oportunidad de unirnos y crear una Nueva Conciencia Queer«. 

Repítase, pues, como mantra: las personas queer en cualquier parte del mundo somos responsables de las personas queer en todas partes del mundo.

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