La nación en (nuevos) soles


¿A quién pondría usted en nuestros futuros billetes?


En cada viaje al Perú recuerdo los siguientes versos de Jorge Eduardo Eielson: “Guardo de Lima una botella, llena de lluvia, y un puñado de arena en el pañuelo. A veces recuerdo la luz de su nublado cielo y la acaricio como se acaricia una perla en el bolsillo”. 

A diferencia del gran Eielson, no guardo botella alguna, pero sí tengo recolectados una variedad de objetos que alimentan mi nostalgia por el Perú: entre ellos, junto a retablos y chullos, poseo también un billete de 10 soles que en la cara posterior lleva la imagen de Machu Picchu. A veces se lo muestro a personas de otras nacionalidades que solo conocen nuestro país por esta maravilla inca. A ellas les añado: “pero nuestro país es mucho más”. Hace poco que volví, también pude obtener una nueva versión del billete de la misma denominación que cuenta con el rostro del intelectual y escritor José María Arguedas.

Si bien se usan de manera cotidiana y automática para comprar comida y pagar servicios, sabemos que la mayoría de los billetes y monedas en el mundo son representaciones sustentadas en depósitos minerales de valor (oro). Cada país o región —en el caso de la Unión Europea— diseña sus billetes con detalles que conectan con identidades de la sociedad. En el caso del Perú, los soles son generados por disposición del Banco Central de Reserva (BCR), entidad del gobierno.

En los últimos años se han ido anunciando nuevos diseños de los billetes, y uno reciente generó cierta controversia: la denominación de 200 soles con el rostro de la artista peruana Tilsa Tsuchiya. Algunos críticos indicaban que las personas seleccionadas deberían tener cierto fenotipo racial o ser claramente identificables en el imaginario popular, tales como el líder indígena Túpac Amaru en los 70, el expresidente y héroe Andrés Avelino Cáceres en los 80, o Santa Rosa de Lima en los 90 y 2000.

Estas reacciones me hicieron recordar el concepto de ‘ciudad letrada’ del pensador uruguayo Ángel Rama al referirse a los procesos de independencia y creación de las naciones latinoamericanas en el siglo XIX. Rama habla del rol de lo escrito y letrado en el poder institucional, y su influencia en las nociones de patria y sociedad. Los intelectuales, muchos de ellos próceres de la Independencia, tuvieron el rol de imaginar lo que significaba ser ‘peruano, ‘argentino’ o ‘colombiano’, y no solo se valieron de novelas y discursos, sino también del espacio público: estatuas de héroes, plazas dedicadas a momentos históricos como la plaza Dos de Mayo, representación en las monedas y billetes, entre otras. 

Entonces, si los billetes contribuyen con las representaciones públicas de lo peruano, ¿deberían estos exponer a quienes ya conocemos, o también ser una ventana para expandir otras representaciones de la peruanidad? Parecería que esto segundo también habría sido considerado por el BCR al celebrar a esta reconocida artista peruana de ascendencia japonesa que ha tenido impacto internacional. Es decir, plataformas institucionales para representar la peruanidad de distintas maneras. ¿Qué quechuahablantes, aymarahablantes, afrodescendientes, mujeres y demás representantes notables de distintos espacios de la sociedad peruana serían valiosos candidatos para nuevas versiones de los billetes? Aprovechemos estos espacios, al menos hasta que migremos totalmente a los ya populares medios digitales de pago, como excusas para visibilizar a los peruanos menos representados: cada centavo es un avance.


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