¿La muerte llegará con alas?


El Perú tiene un buen manejo de la gripe aviar, ¿pero qué tan lejos estamos de una catástrofe mundial?


Hace un par de semanas, los precios de los huevos en Nueva York subieron hasta las nubes. En algunos supermercados alcanzaron el récord de quince dólares la docena y se convirtieron en un lujo. Ante la incredulidad de los compradores, en ciertas zonas de la ciudad comenzó el racionamiento. ¿La razón? Un descenso en la oferta, causado por la muerte o el sacrificio de gallinas ponedoras infectadas por la gripe aviar H5N1.

Mientras desparramaba el consuetudinario huevo pochado sobre la tostada integral de mi desayuno matutino, sentí cierto privilegio. En Perú, el aumento de precios que vivimos en 2023, cuando la gripe aviar golpeó nuestros país, no se ha vuelto a repetir en los meses recientes. Aparentemente, la epidemia aquí está bajo control. El crédito lo tiene nuestro Servicio Nacional de Sanidad Agraria (SENASA) que, a pesar de sus limitados recursos, ha implementado una estrategia de control efectiva. En colaboración con el Servicio Forestal (SERFOR), AGRORURAL y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), ha implementado un sistema integrado de vigilancia de aves en todas las zonas costeras del país, donde llegan las aves migratorias provenientes de Norteamérica. Es que, desde su aparición en Asia en el año 1996, el virus ha seguido las rutas migratorias de las aves silvestres, diseminándose globalmente. En Perú, según la Sala de Influenza Aviar, entre 2022 y 2023 se registraron más de medio millón de aves muertas y más de 10.000 mamíferos marinos —delfines, lobos finos y chuscos— en playas, islas, puntas y áreas naturales protegidas. Siguen frescas en nuestra memoria las imágenes del exterminio de cormoranes, pelícanos, gaviotas, piqueros y lobos de mar. Sin embargo, en los monitoreos de 2024 y 2025 no se han registrado más muertes.

SENASA también ha aprobado protocolos de bioseguridad para las zonas en riesgo y ha autorizado y supervisado campañas de vacunación masiva en granjas avícolas a nivel nacional, de la mano de la Asociación Peruana de Avicultura (APA) y otras agremiaciones nacionales, incluyendo a la de Criadores y Propietarios de Gallos de Pelea. Podemos estar orgullosos de ello, puesto que estas acciones han contribuido sustancialmente a contener la propagación del virus. En Estados Unidos, donde la epidemia sigue golpeando con fuerza, unas 166 millones de aves se han visto afectadas por el brote actual. El Departamento de Agricultura del país del norte prevé que los precios de los huevos se incrementarán entre 15 y 74.9 % en 2025, a medida que el virus afecte a más gallinas ponedoras. Parecería que, en este caso, estamos haciendo las cosas mejor que el país norteamericano.

Más allá del costo del huevo, la pregunta inevitable es: ¿estamos los humanos en peligro? Esta es la preocupación actual de las autoridades sanitarias internacionales. El virus ya ha saltado a otras especies: de aves silvestres a aves de corral y de ahí a diversos mamíferos, incluyendo vacas, caballos, cerdos, gatos y ratas. También ha habido contagios en seres humanos. Hasta diciembre del 2024, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había registrado 954 casos humanos de gripe aviar H5N1 en 24 países del mundo, con un saldo de 464 muertes, lo que revela una letalidad alarmante, cercana al 50 %. 

Si bien los afectados fueron principalmente trabajadores agrícolas y personas que tuvieron contacto directo con animales enfermos, la sombra del Covid-19 aun flota en el aire. Virólogos, epidemiólogos y autoridades sanitarias se preguntan: ¿podría la gripe aviar convertirse en la próxima pandemia?

Hasta ahora no se ha documentado transmisión de humano a humano, pero la posibilidad de que el virus mute y adquiera esa capacidad es una preocupación latente. Según la doctora Nahid Bhadelia, fundadora del Centro de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Universidad de Boston, la evolución del virus para hacerse más contagioso en humanos es un juego de ruleta rusa. Al replicar su genoma para multiplicarse, el virus podría generar variantes más letales o más transmisibles para los seres humanos. La velocidad de este proceso depende de la presión selectiva y de la dinámica evolutiva del virus. En el peor de los escenarios, una sola mutación en segmentos específicos del genoma podría desencadenar un brote de mayor envergadura.

Frente a este panorama, las preguntas se acumulan: ¿cuánto tiempo tomaría una mutación que haga al virus transmisible entre humanos? ¿Bastaría una sola mutación? ¿Cuál es la probabilidad de que ocurra en los próximos meses? ¿Estaríamos preparados? ¿Tendríamos vacunas seguras y listas para protegernos? ¿Habría suficiente stock de antivirales o de balones de oxígeno para atender una crisis sanitaria?

Mientras el H5N1 sigue siendo un enigma en evolución, no nos queda otra opción que contenerlo con una fuerte vigilancia epidemiológica y genómica, el control de brotes infecciosos y protocolos estrictos de bioseguridad. También deberíamos desarrollar nuestra propia capacidad para producir vacunas y medicamentos seguros. Pero eso será tema para un próximo jugo. 

Por ahora, cada mañana, al ver mi huevo escalfado en el plato, agradezco al ave que lo puso y a los médicos veterinarios que, con tanto esmero, la protegen de esta agresiva gripe. 


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