Un lector español interpela al sistema editorial hispanoamericano a propósito de ciertas ausencias
Enrique Benítez Palma es economista. Ha publicado artículos y reseñas literarias en la revista Quimera, en el grupo Prensa Ibérica y, ahora, en Otra Parte.
Aunque el título sea un guiño a Bolaño y su fantasiosa La literatura nazi en América, esta reflexión surge a rebufo de la última FIL de Guadalajara y del análisis —no exhaustivo— de los autores peruanos que llegan a España y los engranajes que lo permiten. Hace unos años, Ignacio Sánchez-Prado —creo que lo leí en El País— se quejaba de la pésima distribución interamericana de libros publicados en Hispanoamérica. Hace unos días, Winston Manrique Sandoval titulaba en WMagazín que “la FIL de Guadalajara muestra el buen momento de la industria del libro en España y América Latina”. Además de la organización de festivales y eventos especializados —como el Festival Hispanoamericano de Escritores, que tuvo en 2024 a Venezuela como país invitado—, ¿qué más se puede hacer? El seguimiento de la FIL ha permitido detectar dos iniciativas interesantes: por un lado, el Goethe Institute de Bolivia ha comenzado a divulgar la literatura boliviana a través de su web. Por otra parte, el gestor cultural colombiano Martín Gómez presentó en octubre en LIBER 2024, con apoyo de la Embajada de Colombia en España, el “Mapa de las letras colombianas en España”, un interesante recurso que pone en evidencia la importancia estratégica de la industria editorial española, también presentado en la FILBO de Bogotá. El Instituto Caro y Cuervo es un buen referente en esta materia.
Hablemos, entonces, de la literatura peruana, dejando al margen a los nombres indiscutibles —Vargas Llosa, Ribeyro, Bryce Echenique, César Vallejo— para centrarnos en un análisis que no pretende ni puede ser exhaustivo, pero que proporciona algunas pistas sobre lo que ocurre y lo que se podría hacer para mejorar el conocimiento de la literatura peruana en España y su distribución, lo que a su vez abre una puerta al mercado europeo. ¿Qué podríamos decir a simple vista?
La primera idea es el protagonismo de Alfaguara y Penguin Random House. De su mano han desembarcado o publicado en España —que yo sepa— Santiago Roncagliolo y Gustavo Rodríguez (premios Alfaguara de Novela en 2006 y 2023, con Abril rojo y Cien cuyes, respectivamente), Fernando Iwasaki, Jorge Eduardo Benavides, Oswaldo Reynoso —con poca repercusión, por desgracia—, Jeremías Gamboa, Renato Cisneros, Rafael Dumett, Rodrigo Murillo —que fue publicado antes por Nuevos talentos, tras ganar el Premio José Ángel Mañas en 2018 con Los héroes sentimentales— o Francisco Ángeles. Y entre las escritoras, Gabriela Wiener —el gran Jorge Carrión publicó en Malpaso su Llamada perdida en 2015—, María José Caro, Verónica Ramírez, Katya Adaui —también publicada por Páginas de espuma— o Teresa Ruiz Rosas. Publicados en Perú, pero sin aterrizar en España, podríamos citar a Miguel Gutiérrez, Joseph Zárate, Enmanuel Grau, Leonardo Ledesma Watson, Giacomo Roncagliolo y Juan Carlos Méndez, y a varios otros que se me escapan.
Una segunda idea tiene que ver con autores que se han hecho un hueco en España y que ven sus libros publicados de manera bastante regular. Es el caso de Gustavo Faverón —fichado por Candaya— o de Diego Trelles —que ganó el Premio Francisco Casavella en 2012 con Bioy y ha publicado en Anagrama sus dos últimas novelas—. En Anagrama también fueron publicados en su momento Jaime Bayly y Alonso Cueto.
Hay un tercer grupo de escritores, que ha llegado de la mano de pequeñas editoriales independientes: Patricia de Souza, Richard Parra (Demipage), Martín Roldán (Pepitas de calabaza), Claudia Salazar (Malas tierras), Ernesto Escobar Ulloa (Comba), Carlos Dávalos (que aterrizó con Lumen y ahora publica en Almuzara La pólvora y los inocentes, Premio Jaén) o Claudia Ulloa Donoso (Almadía). Aquí hay mucho trabajo por hacer.
No están todos los que son, por supuesto. Pero puede ser una visión panorámica útil. Y a partir de aquí se trata de hacer una lectura transversal y plantear cuestiones.
Es muy relevante la importancia de la labor editorial transatlántica. Pero sorprende que autores publicados en fechas recientes en Perú por Tusquets / Planeta de Libros —Guillermo Niño de Guzmán, Fernando Ampuero, Malena Newton, Andrea Ortiz de Zevallos— no lleguen a España. Lo mismo pasa con Seix Barral —Carlos Yushimito, Susanne Noltenius, Cristhian Briceño, Paul Baudry, Ricardo Sumalavia o Karina Pacheco, incluida sí por Penguin en su Mapa de las Lenguas 2025 con Niños del pájaro azul—, y de la misma manera cabe preguntarse por qué algunos autores de Alfaguara se quedan en Perú. En el mercado español no hay sitio para tanta novedad, es lógico, pero el papel de estos grupos editoriales parece crucial para mejorar la difusión en España de la literatura peruana. Un asunto a considerar.
Otro tema es el papel de los premios y reconocimientos como puerta de entrada. Hemos logrado leer así a Jaime Bayly (Premio Herralde en 1997 con La noche es virgen), Alonso Cueto (Premio Herralde 2005 con La hora azul), Santiago Roncagliolo, Gustavo Rodríguez, Diego Trelles y quizás a Carlos Dávalos. Claudia Ulloa y María José Caro estaban incluidas en Bogotá 39, pero también lo estaba Juan Manuel Robles, y en la lista de Granta de 2021 encontramos a Miluska Benavides, ambos sin recorrido en España. Una pista para tener en cuenta.
Finalmente, ¿qué se podría hacer para que llegaran a España los autores ya mencionados, pero también J.J. Maldonado, Jack Martínez Arias, Augusto Effio, Belinda Palacios, Johann Page, Stuart Flores, Ulises Gonzales, Oswaldo Estrada o Víctor Ruiz Velasco, por citar a los que conozco? ¿Y qué pasa con clásicos relegados como Cronwell Jara, Edmundo de los Ríos, Sebastián Salazar Bondy o Julia Wong? Es imprescindible el apoyo de las instituciones peruanas, un trabajo estratégico de diplomacia cultural. Y aquí no solo hay que pensar en la Cámara Peruana del Libro y en la Embajada en España: también en la Cámara de Comercio de Perú en España y en la potente Fundación Consejo España-Perú. Porque las ferias del libro son ferias también empresariales, y en muchos casos los mejores embajadores de un país son sus escritoras y escritores, capaces de desarmar tópicos y aportar a quienes se articulan mediante prejuicios esa otra mirada que nunca han querido practicar.
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