La juerga empezó con los chimpancés


Los rituales etílicos de nuestros parientes simios podrían develar mucho sobre los nuestros


¿Aún no estás convencido de que compartimos un ancestro común con los chimpancés? ¿Y que somos ramas distintas de un mismo árbol evolutivo? Quizás ya sea hora de rendirte ante la nueva evidencia científica que demuestra —una vez más— que tenemos mucho más en común con estos primates de lo que algunos prefieren admitir.

No coinciden con nuestro calendario de Pascua, ni con otras efemérides humanas, pero los chimpancés también celebran la vida y aprovechan distintas ocasiones para fortalecer sus lazos sociales. No lo hacen con un cáliz de prosecco, ni con una copa de tinto de Ocucaje, sino dándole duro al pan de fruta: el fruto del árbol Treculia africana, conocido en inglés como African breadfruit. Esta especie tropical de gran tamaño, nativa de África occidental y central, produce frutos esféricos, duros y fibrosos, que pueden alcanzar el tamaño de grandes pelotas de fútbol y llegar a pesar hasta 8,5 kg. Cuando se caen de maduras fermentan rápidamente, provocando el deleite de los chimpancés.

En estudios recientes, científicos del Centro de Ecología y Conservación de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, observaron a chimpancés salvajes en el Parque Nacional de Cantanhez, en Guinea-Bissau, consumiendo y compartiendo estos frutos fermentados. A pesar de su bajo contenido de alcohol —solo el 0.61 % de la fruta, menos que el contenido alcohólico de una cerveza—, si se consume en grandes cantidades el pan de fruta fermentado podría causar una leve sensación de embriaguez.

La bióloga y experta en conservación Anna Bowland, especialista en el análisis de las interacciones de los animales con el etanol, grabó a los chimpancés en repetidos rituales donde el pan de fruta fermentado era el centro de la fiesta y la ocasión para encontrarse. Compartir este sabroso fruto parecía ocurrir entre individuos de todas las edades y sexos. Una de las grabaciones con cámara escondida registró a dos hembras adultas, apodadas Até y Chip, ignorando un trozo grande de pan de fruta a favor de una pieza más pequeña, pero fermentada. Si quieres celebrar viendo a los simios celebrar, te dejo el enlace aquí.

¿Y si los chimpancés buscan deliberadamente el alcohol, por qué lo harían? Quizás por las mismas razones que los humanos. En el Homo sapiens, conocemos de sobra sus efectos: gracias a la liberación de endorfinas y dopamina, un buen trago alcohólico produce relajación, desinhibición y alegría. En las personas, estos efectos reducen las barreras psicológicas y sociales, permitiendo que estemos más dispuestos a interactuar socialmente, sin preocuparnos por las consecuencias sociales o emocionales de nuestros comportamientos. Consumido en pequeñas dosis —como hacen los chimpancés— el alcohol ayuda a formar y fortalecer los vínculos sociales con nuestros congéneres. Por ello lo usamos desde tiempos remotos para fiestas, celebraciones y rituales diversos, a través de todas las culturas. 

Lo mismo podría estar sucediendo con los chimpancés. Dado que no suelen compartir comida con frecuencia, este comportamiento con el pan de fruta fermentado podría ser importante.

Kimberley Hockings, directora del Centro de Ecología y Conservación de la Universidad de Exeter, nos invita a seguir el rastro etílico de los chimpancés, sugiriendo que estudiar cómo metabolizan el alcohol y su búsqueda de frutas fermentadas podría ser clave para entender si sus fiestas son una especie de «ensayo general» evolutivo para las nuestras.

Mientras en muchos países del mundo se debaten las etiquetas de advertencia sobre el alcohol en las botellas de vino, estas investigaciones nos ofrecen una perspectiva refrescante sobre cómo el alcohol, las tradiciones sociales y el bienestar podrían haber comenzado mucho antes de lo que pensábamos, ¡y que todo empezó con los chimpancés!


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