Jauja, Berlín y Bad Bunny 


Producción audiovisual desde los Andes para ya no ser narrados por otros


Candy Hurtado Bonilla es bailarina, músico, artista, e investigadora cultural con un doctorado en Estudios Comparativos de Florida Atlantic University y una Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Internacional de la Florida. Es además, miembro fundador y directora ejecutiva de la Fundación Kuyayky, una ONG y ayllu que trabaja por la promoción y desarrollo de la cultura andina a través de proyectos de investigación, educación, música y revitalización en Jauja, Perú y EE.UU.


En junio de este año, mi ayllu de Kuyayky —organización cultural basada en Jauja, Junín, a la cual pertenezco—, recibió una mención honrosa en los Berlin Video Music Awards 2024 por el video musical Jirka Kumu

Tras ver los videos en contienda —que incluían a artistas como Bad Bunny y los Chemical Brothers— me quedé sorprendida de lo que habíamos logrado compitiendo contra presupuestos estratosféricos y enormes equipos de producción. De Jauja para el mundo, de los Andes para el planeta. Para recibir el reconocimiento viajaron a Alemania mis hermanos Yina y José, miembros de Kuyayky.También hicimos la gestión para que Apolo Bautista, el joven director de Ciaorosé —la casa productora audiovisual ayacuchana con la que venimos trabajando— los acompañara.

Por un lado, en Kuyayky sentíamos que con este videoclip por fin habíamos encontrado nuestro estilo para narrar nuestra historia. Pero, a un nivel más regional y colectivo, dicho reconocimiento me llevó a pensar en la trayectoria de la representación sobre los Andes en el resto del mundo. Reflexioné sobre cómo desde hace quinientos años las crónicas escritas por los españoles tras llegar a los Andes definieron una construcción narrativa del poblador andino. Y que, desde ese momento, nuestro modo de ser y nuestra historia para el exterior siempre fueron construidos por otros, contados por otros, problematizados por otros. Sin embargo, no por ello la creatividad andina se detuvo: siguió fluyendo a pesar de la colonización, la poscolonización y la modernidad. Coexistiendo paralelamente con la palabra escrita, seguimos ‘escribiendo’, como bien lo dijo el intelectual peruano Antonio Cornejo Polar, en el aire, con nuestra tradición oral, con nuestra propia estética, música, textiles y danzas. Por ello sentíamos que nuestra labor audiovisual era también un diálogo intergeneracional y un reflejo de nuestras experiencias transnacionales.

Décadas atrás, nuestra familia había dejado Jauja para migrar a Lima y luego a Estados Unidos. Durante ese tiempo la vida nos llevó hacia los rubros de los medios y la producción, el diseño y los estudios de mercado. Al volver al Perú en 2005, luego de trece años notamos que la producción audiovisual de los grandes medios seguía teniendo un formato que excluía lo andino, de la forma en que nosotros lo vivíamos y lo entendíamos. Desde Kuyayky, además de otros proyectos educativos que ya habíamos puesto en marcha, con el liderazgo de mis hermanas Yina y Mariluz empezamos a trabajar en pequeñas sesiones fotográficas que resaltaban la estética de los bailarines andinos de la Tunantada y la marinera y que, para nuestra sorpresa, tuvieron tal impacto que las imágenes fueron tomadas por campañas publicitarias de marcas de cerveza sin ningún permiso o compensación. Había, pues, vacíos en la representación audiovisual y por eso continuamos, pero también intuíamos que no éramos los únicos con inquietudes similares.

En 2019, el New York Times publicó un artículo sobre la joven cantante de pop en quechua Renata Flores, y al nombrar a los productores de sus videoclips resultó que no pertenecían a una compañía audiovisual basada en Lima, Nueva York o Buenos Aires, sino que eran un grupo de jóvenes cineastas ayacuchanos autodidactas, algunos de ellos quechuahablantes conocidos como Ciaorosé. ¿Y por qué en el Perú casi no los conocían? Lo primero que pensamos es que teníamos que contactarlos para colaborar en un próximo proyecto. Como siempre trabajando en ayllu, colectivamente, el contacto fue logrado a través de mi hermana Rubí. Con el inicio de la pandemia en 2020, nuestras reuniones fueron virtuales, pero las sesiones de trabajo devinieron en tertulias sobre la misión de Kuyayky, la resiliencia, y saberes y prácticas andinas como el ayllu y el ayni. Sin planificarlo inicialmente, se trató de un valioso intercambio de ideas y experiencias entre dos regiones andinas: Jauja y Ayacucho. Nuestra primera colaboración fue Río del Mantaro, luego continuaría con producciones como Mi Tierra XauxaJirka Kumu —la que fue recientemente premiada en los Berlin Video Music Awards, también en el Festival Retama y nombrada el cuarto mejor video musical del Perú del 2023 por Rock Achorao  y nuestro proyecto más desafiante, el videoclip trilingüe en inglés, español y quechua The Water Song.

The Water Song (2024) busca honrar el discurso que ofreció la activista cajamarquina Máxima Acuña cuando recibió el importante premio medioambientalista Goldman en 2016. En lugar de leerlo, fue cantado: narra la resistencia contra una corporación minera que amenazaba sus tierras y el agua, y pide solidaridad global en la lucha por la justicia ambiental y la supervivencia del planeta. Mi hermano José investigó la música de Cajamarca, como la danza de las pallas y la de los chunchos de Porcón, y Yina usó su limitado quechua para componer, con la ayuda de nuestra madre Edda Bonilla, las estrofas en español. 

Para la grabación del videoclip hicimos una caminata en la cordillera del Huaytapallana, a más de 5.500 metros de altura. Caminamos largas horas con los equipos, vestuarios e instrumentos musicales en lo que también fue un peregrinaje en respeto a las montañas o apus. Entre los participantes había varias generaciones: desde la pequeña Sofía de 8 años, hasta Edda, nuestra madre de 81. Mientras tanto, nuestro padre, José Luis, construía una inmensa pecera para que los chicos de Ciaorosé pudieran conceptualizar de manera visual el terrible impacto de la contaminación del agua con el petróleo. En contraste, fuimos también a Llocllapampa y a zonas altoandinas de Quero, fuentes de agua de nuestra comunidad en Jauja, que hoy están en la mira de la explotación minera. 

Es de conocimiento que los antiguos andinos entendieron al agua como matriz de la vida, y que esto ha quedado manifestado a través de los siglos mediante el arte y la música. En la actualidad, mientras nuestros glaciares van desapareciendo, volvemos a meditar con nuestros harawis y hualinas para reconectarnos con nuestros sistemas de conocimiento ancestrales, solo que ahora también lo hacemos desde el formato audiovisual que, en el contexto de hoy, es muy importante para la sobrevivencia de nuestros saberes.

La participación en la construcción de narrativas audiovisuales desde los Andes es esencial para la existencia y producción de diferentes puntos de vista en nuestra sociedad, ya que son circuitos culturales que nuestro país todavía no está acostumbrado a reconocer. Además, al contar nuestras historias, nos convertimos en actores y no solo somos espectadores: ejercemos soberanía audiovisual en este campo del saber y hacer. Es algo que ya estamos logrando junto a otros creadores audiovisuales: a nuestros amigos ayacuchanos de Ciarosé debemos sumar al director de cine Tito Catacora, a influencers audiovisuales indígenas y a diferentes colectivos que ya se están haciendo escuchar en sus localidades andinas y en el resto del mundo.

* Escrito en colaboración con el Ayllu Kuyayky.

[imagen: The Water Song– Apus del Huaytapallana, Brando A. Pardo]


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