Humildad, economistas


Un premio Nobel nos pide volver a pensar la función de los economistas


Cuando una es joven se imagina a los escritores escribiendo cuando llega la musa y dejando de hacerlo cuando esta los abandona, sin una fecha definida de entrega. Sin embargo, una mirada atenta al proceso de escritura nos los muestra como personas muy disciplinadas y con horarios bastante estructurados, una realidad que, ciertamente, choca con la imagen de la caprichosa inspiración.

Esta breve reflexión trata de explicar cómo así el sábado pasado estaba muy animada para escribir sobre el artículo 62° de la Constitución, que aborda el tema de la santidad de los contratos y la reciente sentencia del Tribunal Constitucional —incluida la firma del respetado tribuno Monteagudo— que elimina el cobro de peajes en Puente Piedra: es un tema de coyuntura, crítico para las posibilidades de que el país pueda recuperar la senda del crecimiento económico, y que está muy relacionado con los temas que trabajo como economista. Y, sin embargo, decidí postergarlo. No por falta de inspiración, como ya se ha deslizado, sino porque no me alcanzó el tiempo para preparar con rigor un artículo con la sustancia debida.

Para lo que sí me alcanzó el tiempo fue para iniciar una reflexión —que podría durar varios episodios— sobre Angus Deaton. El profesor Deaton es un economista británico que vive y labora en los Estados Unidos. Conocí su trabajo hace 40 años porque se dedicaba a mediciones de consumo. Tales métricas son importantes porque son la base de los cálculos sobre el número de personas pobres y todas las discusiones de política pública para abordar su mejora en la calidad de vida. Deaton ganó en 2015 el Premio Nobel de Economía, precisamente, por su trabajo en estos temas.

Durante la pandemia volví a interesarme por el trabajo de Deaton, cuando supe de la publicación de Deaths of Despair and the Future of Capitalism, que escribió junto a Anne Case para Princeton University Press y que se publicó en 2020. Desde la dedicatoria vemos por dónde va el libro: “Que disfruten un mundo con más justicia y menos desesperación”. En 2023, Deaton publicó Economics in America. An Inmigrant economist explores the land of inequality, nuevamente bajo el sello de Princeton University Press. 

Empecé ya a leer ambos libros, y seguramente escribiré sendas reseñas que, por ahora, quedan en la columna de los pasivos, pues esta vez quiero comentar el breve artículo escrito por Deaton recientemente publicado por el Fondo Monetario Internacional. En dos páginas y media, Angus Deaton cuestiona de raíz la manera en que los economistas estamos trabajando y, sobre todo, la finalidad de nuestra labor. 

No sé si queriendo, o sin querer, apela a una idea obvia —pero difícil de admitir— sobre la necesidad de cambiar de opinión a la luz de nuevas circunstancias. Quizá se inspiró en Keynes, a quien se atribuye la siguiente frase espectacular: “Cuando veo evidencia nueva, yo cambio de opinión. ¿Qué hace usted?”. Deaton comienza el breve artículo afirmando que es una buena cosa cuestionar nuestros puntos de vista a medida que las circunstancias cambian.

Las circunstancias que han cambiado, según Deaton, aluden a que el funcionamiento de la economía está generando más desigualdad y menores aumentos de la calidad de vida de los trabajadores. Con esta realidad, los economistas estamos perdiendo de vista asuntos críticos para que el capitalismo pueda seguir trayendo bienestar para todos. ¿Cuáles son esos asuntos? Estamos dejando de ver la política y cómo se ejerce, pasando por alto las dimensiones éticas y de mejora de calidad de vida. Estamos mirando solo la eficiencia y dejando de lado la importancia que Keynes le ponía a la necesidad de reconciliarla con la justicia social y la libertad individual. Estamos concentrándonos en métodos experimentales que son poderosos para efectos locales y de corto plazo, pero que no sirven para fenómenos que se plasman en el tiempo. Y, quizá lo más importante, los economistas hemos dejado de ser humildes y asumimos una superioridad explicativa sobre la base de supuestos de validez contingente.

Una lectura corta, pero enormemente valiosa, que les invito a hacer mientras mi concentración equipara a mi inspiración.


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