Heredarás mi tragedia


Un estudio revela el impacto del conflicto armado en los hijos de quienes sufrieron la violencia 


Alessandra Hidalgo Arestegui es candidata a doctora en Economía por la Universidad de Lancaster, en el Reino Unido. Como parte del programa de doctorado integrado, obtuvo una maestría en Economía en la misma universidad. Su principal área de interés es la acumulación de capital humano en contextos de desarrollo. Ha investigado este tema en relación con los efectos de largo plazo de shocks adversos y reformas en salud, con un enfoque particular en niñas, niños y adolescentes.


Entre los años 1980 y 2000, el Perú sufrió uno de los episodios más dolorosos de su historia: un conflicto armado interno marcado por el miedo, las desapariciones, los desplazamientos forzados y el quebrantamiento de comunidades enteras, especialmente en zonas altoandinas y rurales. Según cifras de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), el conflicto dejó más de 69 mil víctimas directas; sin embargo, el impacto indirecto es aún difícil de estimar. Han pasado más de dos décadas desde el final del conflicto, y el estigma alrededor de este período aún no nos permite discutir abiertamente y entender sus consecuencias.

La motivación del estudio que llevamos a cabo con Catherine Porter, Alan Sánchez y Saurabh Singhal[1] nace a partir de la poca evidencia que existe sobre los impactos indirectos de esta época sobre variables que no son usualmente exploradas en economía, pero que han demostrado ser vitales para el desarrollo social y económico de largo plazo. En particular, nos interesaba entender hasta qué punto un episodio de violencia colectiva puede dejar secuelas que se transmiten entre generaciones, afectando incluso a quienes no vivieron directamente ese periodo de violencia. 

En nuestro estudio, exploramos si la exposición de una madre al conflicto influye en el desarrollo socioemocional de sus hijos. Nos basamos en datos del estudio longitudinal Niños del Milenio (Young Lives), que sigue a niños nacidos en 2001 y 2002 en diferentes etapas de su vida, combinado con información de la CVR sobre la intensidad de la violencia en los distritos donde nacieron sus madres.

Los resultados son muy claros: hijos de madres con mayor exposición a la violencia del conflicto armado interno tienden a presentar menor autoestima, menos sentido de agencia personal y, en la adolescencia, una mayor propensión a conductas de riesgo. Nuestro estudio también explora qué factores explican esta transmisión intergeneracional de los efectos del conflicto y encontramos que estos resultados se explican por factores que constituyen un entorno menos favorable para el desarrollo infantil y adolescente.

Lo que observamos no es una simple correlación entre pasado y presente. Es una señal de que el conflicto dejó una marca intergeneracional en aspectos íntimos y estructurales de la vida familiar: la forma en que se cría, se cuida, se escucha, se educa. Las madres más expuestas al conflicto enfrentan condiciones que dificultan una crianza emocionalmente sostenida como un menor poder de decisión, menos recursos disponibles, y más hijos por hogar. 

En adición a esto, también podríamos considerar la influencia directa del efecto del conflicto sobre el desarrollo emocional de las madres. Aunque no disponemos de mediciones directas, otros estudios han demostrado que el trauma puede afectar el bienestar psicológico de los cuidadores, influyendo en su estilo de crianza y deteriorar la calidad del vínculo con sus hijos.

Reconocer estas dinámicas no es un ejercicio de culpa, sino de responsabilidad. Nuestro estudio indica que las huellas del conflicto siguen vivas en la crianza cotidiana. Atenderlas abre la posibilidad de pensar políticas públicas que respondan a realidades complejas, marcadas no solo por condiciones económicas actuales, sino también por trayectorias históricas.

Buscamos utilizar este espacio para abrir la discusión sobre cómo incorporar dimensiones sociales y emocionales en el análisis del desarrollo. Los académicos y políticos solemos enfocarnos en indicadores medibles como salud y educación, pero hay aspectos menos visibles —el entorno emocional y las dinámicas e historias dentro del hogar— que también moldean el crecimiento de niñas y niños. Entender cómo los efectos del pasado se manifiestan en el presente es un paso necesario para diseñar intervenciones más efectivas y mejor alineadas con las condiciones reales de las familias en el Perú.


[1] Publicado en The Journal of Development Economics. Link al artículo: https://doi.org/10.1016/j.jdeveco.2025.103468

1 comentario

  1. Luis Bermudez B

    Es algo similar a cualquier conflicto bélico( guerras) , como ha sucedido en europa en la segunda guerra mundial o los soldados que combatieron en Vietnan o Corea. Dejaron muchos rezagos en los combatientes y sus descendientes.
    Si se trata de el terrorismo que asoló comunidades de nuestro país, es lamentable y doloroso el resultado después de que se llegara a controlar ese demencial episodio..

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