Fabricando fantasías


O porqué creemos tantas idioteces


Aldo Cisneros es politólogo por la Pontificia Universidad Católica del Perú y posee un certificado profesional en Transformación Digital por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Se especializa en comunicación política, social listening y disrupción tecnológica. Actualmente es analista para temas políticos y económicos de la embajada de Corea del Sur en Lima.


“El ser humano siempre hace el mayor esfuerzo por no hacer el mínimo esfuerzo”; es una frase erróneamente atribuida a Charles Darwin, pero su esencia es certera. El estado natural del cerebro no es la concentración, sino la distracción. La razón es muy simple, si el esfuerzo mental fuera permanente sería insoportable vivir. Los humanos activamos nuestra reflexión ante las circunstancias adecuadas. El problema es que somos cada vez peores en detectar esas circunstancias, ¿por qué? porque el bombardeo desinformativo de la era digital nos fuerza como nunca a hacer eso para lo que no estamos diseñados: esforzarnos. Abrumados, optamos por apagar el radar y volar a ciegas. Y vamos cayendo en picada pensando que aterrizamos.

Además de comodidad buscamos seguridad, y, ¿cómo se obtienen en un mundo crecientemente complejo y caótico? Pues con respuestas simplonas y delirantes a fenómenos intricados. Algunos ejemplos, ¿El cambio climático es la amenaza existencial de nuestro siglo?  Claro que no, el consenso científico está comprado, el cambio climático es una conspiración para esclavizarnos ¿Los objetivos de desarrollo sostenible al 2030 son una agenda de desarrollo no vinculante ante desafíos globales? Pobre tonto, la agenda 2030 es parte de un plan globalista que destruirá a la familia. Un par de ejemplos de nuestro agónico Perú, ¿Nuestra clase política es corrupta de izquierda a derecha y la representación ha colapsado? Qué va, la malvada élite caviar que controla la Fiscalía ha judicializado la política; ¿Pedro Castillo intentó un golpe de estado chapucero que prueba el abismo patético al que hemos descendido? En absoluto; Castillo es nuestro Benito Juárez, un redentor indígena removido por el clasismo y racismo de Lima. Quisiera, estimado lector y no sabe cuánto, que estas narrativas fueran solo ejemplos disparatados, pero son reales. Hay gente que las cree y que está dispuesta a luchar por ellas. 

¿Por qué tantas personas, incluso de buena fe cree tales tonterías?, ¿es flojera mental?, sí, pero también es miedo, pero ¿a qué? pues a dejar de existir, descuide, cambiar de opinión no lo mata, aunque sí lo mata un poco. Me explico.  Los seres humanos al ser sujetos tenemos subjetividades, estas son formas de organizar el mundo en base a un sistema de creencias, según ellas y en función a estas creencias sabemos quiénes somos. Si este sistema de creencias es desafiado por la realidad, enfrentamos una crisis de ansiedad existencial, que nos fuerza a desprendernos de creencias erróneas. Y esto nos aterra porque si dejo de creer en lo que creo entonces dejo de ser quien creía que era. Como decía, una pequeña muerte.  

Esta particularidad en nuestro diseño psíquico es muy bien conocida por los desinformadores. Saben que estás abrumado porque te han abrumado, pero el negocio no solo funciona con la enfermedad, funciona vendiendo la cura, o, en este caso, un placebo: lo que autores como Lacan y Derrida llaman phantasm (en español fantasma, o más bien “ilusiones”). Estas ilusiones son el marco que legitima las respuestas ridículas de los ejemplos. Son moldes que explican las situaciones traumáticas con medias verdades, mentiras completas y teorías conspirativas de todo tamaño. Pase casero, hay tallas, hay colores. Comprando la ilusión de tu preferencia podrás enfrentarte a disonancias cognitivas sin cambiar de subjetividad, creencias o identidad. Todo por el módico precio de sacrificar el contacto con la realidad. Pero espera, hay más, además de calma por falsedades, quienes te vendieron la ilusión ganan a alguien en sus filas, dispuesto a pensar, hablar, y hasta votar según sus intereses. Los gringos dirían que estas personas están weaponizing la ansiedad emocional de otros. 

No somos pues, animales racionales, somos animales emocionales y marginalmente racionales. Las ilusiones son un mecanismo de defensa ante la incertidumbre. Por ejemplo, los ritos funerarios son una especie de ilusión, nos referimos al difunto como si aún estuviera con nosotros, pero lloramos su muerte. Así funcionan las ilusiones, englobando contradicciones. Son pues, un ahorro a un trance racionalista que puede ser desgastante y desmoralizante.

La única manera de sanar realmente es reemplazar el placebo por una cura y esta es encender el radar racional y educarnos. No ser esclavos del miedo, sino dueños de nuestras dudas. Sin embargo, esto es chamba y cuesta. Cambiar de opinión incomoda y cambiar de creencias incomoda muchísimo, quizás para siempre. Por ello hay tanta gente comprometida con la ignorancia y, desgraciadamente, dato no mata relato, de hecho, rara vez lo hace. La verdad es un jarabe amargo, pero, felizmente, aún hay personas comprometidas con el conocimiento. Usted las reconocerá porque a veces le dirán cosas que no quiere oír, pero lo harán de forma empática, metódica y, sobre todo, justificada.  No querrán venderle nada, ni le pedirán lealtad alguna, excepto a nunca ahorrarse el esfuerzo mental, cuya incomodidad es recompensada con la liberación de nuestras pulsiones más primarias. La alternativa a esto es seguir viviendo en un mundo de mentiras, fabricando fantasías, para no llorar.


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