Entre fantasmas y hombres de paja


¿Por qué, dos siglos después, parece ser revolucionario volver a combatir el poder absolutista?


El pasado martes 13 de febrero nos reunimos un par de jugueros de esta plataforma para conversar en público con Farid Kahhat sobre su último libro: Contra la Amenaza Fantasma: la derecha radical latinoamericana y la reinvención de un enemigo común

Gustavo Rodríguez le preguntó al autor si la inspiración para el título había sido el primer episodio de la saga de La Guerra de las Galaxias —la cuarta película en salir— que lleva por nombre: La amenaza fantasma, en la cual el senador Palpatine se oculta tras las formas democráticas para lograr imponer la autocracia, y cómo el Perú pudo haber sido un país pionero en esas prácticas. Kahhat respondió que si bien el título no era de su autoría, sí había motivos para pensar en la película, pero que él además asociaba el nombre sugerido por su editorial a la primera línea del Manifiesto Comunista redactado durante la gesta de las revoluciones que sacudieron Europa a mediados del siglo XIX, y que comienza así:

“Un fantasma ronda por Europa: el fantasma del Comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han confabulado en santa jauría contra este fantasma: el Papa, el Zar, Metternich, Guizot, los radicales franceses y los policías germanos”.

Casi 180 años más tarde, este panfleto publicado en Londres en 1848 sigue dando de qué hablar y el comunismo sigue siendo presentado como un espectro que acecha las sociedades, a pesar de que en todo el tiempo que ha pasado ha quedado demostrado categóricamente que el comunismo no ha logrado sobrevivir a los múltiples intentos que se han hecho de ponerlo en práctica.

Pero la amenaza que podría significar este sistema político, que ya casi nadie defiende abiertamente y que muy pocos reivindican como la ideología que los mueve a actuar, sigue sirviendo como el cuco que esgrime un sector de la derecha que busca hacerse del poder, acusando a todo enemigo de ser comunista y de querer terminar con nuestra forma de vida. Esto, incluso, cuando es prácticamente imposible encontrar en el mundo un solo país que sea realmente comunista, porque ya ni China, ni Cuba, ni Corea del Norte lo son, a pesar de afirmar que lo siguen siendo. Esos tres países son dictaduras de la peor especie, donde ni el sistema económico es realmente comunista.

Pero vayamos a la llamada diferencia entre la derecha y la izquierda, que nació durante la Revolución Francesa cuando, en la Asamblea Constituyente de 1789, se comenzó a discutir cuánto poder debía tener el rey. Los conservadores, es decir quienes querían ‘conservar’ todos los derechos absolutos del rey, se sentaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los revolucionarios, que querían cambiar eso y limitar el poder de la Corona, se situaron a la izquierda.

Hoy, más de doscientos años más tarde, han pasado muchísimas reencarnaciones de lo que significa ser de derecha o de izquierda, tantas que los términos ya parecen haber perdido el significado que alguna vez tuvieron y lo único que parece quedar es el insulto de llamar a alguien ‘zurdo’. Es por ello que me parece importante reivindicar que, inicialmente, ser de izquierda significaba simplemente querer limitar la autoridad del gobernante. Entendido de esa manera, siempre seré de izquierda, pues no concibo la idea de que la autoridad que gobierna sea absoluta.

Otro término que surge en este contexto revolucionario, donde por primera vez se ponen en práctica las ideas que los filósofos habían estado discutiendo durante la segunda mitad del siglo XVIII sobre la libertad y la igualdad, es el liberalismo. Fue en la ciudad de Cádiz, en 1810, cuando los diputados a las Cortes convocadas cuando el rey fue tomado prisionero por Napoleón, que el grupo más extremo tomó el nombre de ‘liberal’, porque buscaban que la soberanía recayera en la Nación, a diferencia de los absolutistas, que querían que la mantuviera el rey; o incluso los moderados, que opinaban que la soberanía debía ser compartida entre el monarca y las Cortes.

Al igual que el comunismo, el liberalismo ha tenido muchas reencarnaciones y el término se ha llenado de tantos significados en estos últimos dos siglos que, dependiendo de donde estemos, puede representar ideas muy variadas. Su origen, sin embargo, sigue siendo la reivindicación de la soberanía de la mayoría como límite al poder de los gobernantes, es decir el gobierno representativo, además de la igualdad ante la ley. Entendido de esta manera el liberalismo, con estos dos pilares, se trata sin duda del pensamiento que más se ajusta al mío. 

La ‘amenaza fantasma’ de la que nos habla Kahhat sería, pues, la creación del llamado ‘muñeco de paja’ —el strawman— al que se le achacan todos los males del universo para atemorizar a quienes ya viven situaciones extremas. En la América Latina de hoy hay muchos motivos para tener miedo, vivimos en sociedades violentas y desiguales donde la inseguridad personal y económica hace que la vida de muchas personas sea particularmente difícil. En ese contexto no debe sorprendernos que aparezcan líderes como Bukele en El Salvador,  o Milei en Argentina, que prometan que todo va a estar bien con mano dura. Pero no perdamos de vista el riesgo que ello implica, sobre todo en el caso del primero: renunciar a los pesos y contrapesos que limitan el poder de los gobernantes.

El peligro más grande que vivimos en este momento es el de la apatía, el de darse por vencidos y pensar que el gobierno representativo no sirve y no nos representa. El confiar en un líder que ponga orden y que destruya las instituciones que ha costado tanto construir es particularmente problemático. Recordemos, más bien, el poder revolucionario de pensar que podemos poner límites al poder en busca de una sociedad más justa e igualitaria.


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4 comentarios

  1. MCalderon

    jajajaja ahora resulta que eres liberal??? Eres tan socialista progre, que hasta lo niegas -como todo caviar. Te explico facil:

    El liberalismo es un concepto esencialmente económico que reside no sobre la igualdad (ese es el errado aporte zurdoso de tu corazoncito), sino sobre la libertad y la propiedad privada… propiedad privada, si, eso que -no por coincidencia sino por tu propia inconciencia – ni mencionas en tu texto. Esa es la clave diferenciadora. A ti no te interesa un comino la propiedad privada, por eso no la mencionas y por eso mismo apoyaste la destrucción de bienes y propiedad privada y pública, durante las protestas violentas ilegales y violadoras de DDHH, de las huestes de Castillo. Ese concepto y no la igualdad, es el que te pone en la marea roja. No te convences? Castillo llegó al poder con tu apoyo y el de los caviares, ambos apoyaron a Perú Libre, partido politico que se define marxista-leninista, según su propio ideario.

    Si tu tuvieses ideales y principios liberales, o si realmente estuvieras en contra del poder «absolutista» (como solo dices) jamás habrías apoyado a un partido o candidato con ese perfil ideológico, sobre todo porque no eres una ignorante, conoces de historia y filosofía, y sabes del totalitarismo «absolutista» que implica ese proyecto.

    Claro que no eres socialista bolchevique, eso es para la masa inculta. Tu vives bien, en UK, gozando de la buena vida caviar.

    Los liberales no son totalitarios, no pademos de los falsos buenismos como los rojos que sólo esconde odio, resentimiento y complejos. Los liberales sólo quieren que los dejen trabajar, ganar dinero y capitalizarlo en la propiedad privada. Menos Estado y mas libertad.

  2. Antonio Lorca LL.

    Esta señora es una roja de visión cuadriculada, que apunta de sofismas y medias verdades quiere decirnos que todo es todo, y al final es nada. O sea, ya no hay socialistas, pero si tiene miedo de una derecha absolutista. (si vale para lo que le conviene al discurso) . Es el relativismo necesario para construir su post verdad, negar su identidad y hacerse pasar por el adversario es una vieja practica entre socialistas y comunistas. La misma metodología soviética de la Alemania «Democrática», igual que Castillo repitiendo «no soy comunista» o «no terruqueen a Bermejo», y alli está el juicio penal abierto, el expediente de la Dircote y EEUU bajandolo del avión, pero la zurdada grita «no terruqueen».

    Concuerdo en que el desprecio de esta gente por la propiedad privada y sus intentos de atropellarla a través de un Estado gigantesco y todopoderoso (del que naturalmente maman sin trabajar, cuando no roban), son los signos mas claros para identificarlos como lo que son: socialistas, hoy socialistas burgueses, ya que campesinos y obreros ya ni quedan, y con una élite caviar, la mas vividora del Estado, ONGs y Universidades, en estas últimas se reparten sueldos, premios, becas, viajes…. todo queda en familia roja…. les suena PUCP ???? Ocurrirá igual en UK?? Estoy convencido que si.

  3. Lo de hacer muñecos de paja es práctica cotidiana en ambos lados del espectro. De un lado tildan a unos de «comunistas» o de «terroristas», del otro de «fujiloqueseas» o de «fascistas». Nada nuevo bajo el Sol.

    Entiendo que Kahhat esté temeroso, aunque así como por acá no es el tiempo de guerras «populares» o «expropiaciones», tampoco lo es de dictaduras militares. Sí de «autoritarismos competitivos», como lo que tuvieron los venezolanos con Chávez y ahora lo tienen los salvadoreños con Bukele. Claro que estadísticamente, una autocracia de derecha dura menos que una de izquierda.

  4. Juan Garcia

    Lo extraño del «fantasma», y que pocos se preguntan, es el motivo de la preocupación. Es decir, de dónde sale esa «derecha radical latinoamericana» que no necesita de golpes militares ni de maletines con dólares para afianzar poder político. Al contrario, sus líderes parecen tener aceptación popular (en caso contrario, nadie les llamaría «amenaza»).
    Algunos se preocupan porque en esta «derecha radical» han creado ese «hombre de paja», pero quizá sea una preocupación mal dirigida. Y digo mal dirigida porque -en contextos donde el poder nace del voto- esta «derecha radical» gana adeptos debido a una simple insatisfacción de millones de individuos con los resultados de la democracia representativa.
    Un ejemplo posible sería la «sólida democracia» de Venezuela que desde 1958 no conocía dictaduras, en épocas cuando los golpes de Estado eran la norma latinoamericana. Pero esta sólida democracia dejó muchos graves problemas sin resolver y en 1999 las masas venezolanas se volcaron con entusiasmo hacia un nuevo autócrata: Hugo Chávez (quien por cierto no necesitó un golpe de Estado para subir al poder). Y miles de venezolanos celebraron con entusiasmo su régimen por varios años, hasta que los precios del petróleo bajaron…
    Ahora, se pinta con los «colores del miedo» a Bukele y Milei, para no asumir de que los sistemas políticos salvadoreño y argentino tienen graves vicios y han dejado sin solución tremendos problemas en ambos países. En tanto la clase política dominante por varias décadas -desde 1992 en El Salvador y desde 1983 en Argentina- no resuelve las dificultades que afectan al ciudadano común, pues las masas eligen a tales líderes, atraídas por mensajes novedosos, virulentos, y «de ruptura».
    Y -como Hugo Chávez hace más de 20 años- ni Bukele ni Milei necesitaron la fuerza, les bastaron los votos para llegar al gobierno. ¿Caerán ambos en la autocracia? Muy pronto para responder tal pregunta.
    Por tanto, más allá de filias o fobias, por ahí empieza el error de apreciación de Kahhat: agitar a esta «derecha radical» como el nuevo «fantasma» no es la respuesta más inteligente.

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